Capítulo 4

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Camila se quedó contemplando el escritorio con la mayoría de las cosas esparcidas en el suelo, su temperatura se mantenía alta y maldijo por no haber esperado hasta haber saciado las ganas que mantenía vivas por Marco. En mala hora su boca y sus impulsos la habían traicionado. Observó el test sobre la mesa y lo escondió nuevamente en su cartera, tratando de borrar la pesadilla que se avecinaba. No lograba entender cómo las mujeres podían ser madres y no volverse locas en el intento. La verdad, es que llevaba un día embarazada y estaba segura que no lo lograría.

Respiró de manera profunda, percibiendo cómo su control la amenazaba con desaparecer. Comenzó a recoger las carpetas del suelo y se detuvo en el buen gusto de la maqueta que se situaba sobre la esquina del escritorio. Debía confesar que el trabajo de Marco era impecable. Recorrió la oficina, observando las fotos de construcciones enmarcadas, y se detuvo en una imagen en donde aparecía en la playa, debía ser la casa a la que la había invitado. Por orgullosa no había aceptado, desechándola.

Se acercó al escritorio y se sentó en el confortable sillón de cuero, apreciando el gusto varonil de su entorno, muebles enchapados en caoba, un computador de última generación... No pudo evitar abrir los cajones y revisar qué mantendría en ellos. En el primero, observó varias carpetas ordenadas de manera alfabética. Tomó una y la abrió, en ella se detallaba una remodelación de un hotel, la cual, seguramente, era su próximo trabajo.

En el segundo cajón encontró una pequeña cartera negra de cuero con sus iniciales grabadas. La volvió a introducir en su lugar al percatarse de que en el interior había un talonario de cheques.

En el tercer cajón encontró varios estuches con gafas de sol, todas de diseñador, más dos perfumes, una crema para manos, además de una máquina de afeitar en un perfecto estuche.

Los pasos en el pasillo la alertaron de una presencia, rápidamente cerró el cajón y cruzó sus brazos, pensando que la hora de la verdad había llegado... Y ella alucinando con sus objetos masculinos. La chica de la recepción se detuvo en la puerta y por tercera vez le ofreció un café. Esta vez su mirada era fría y casi desafiante.

Camila la despachó al instante, no tenía el humor ni las ganas de luchar con algún miembro del fan club desquiciado que tendría Marco. Detrás de la puerta, observó varias camisas blancas y recordó que la primera vez que había estado con él llevaba una igual. Se incorporó de un salto, no podía ser que hasta una tela la estimulara de esa forma. Ahora sí que se tenía que hacer ver, con urgencia. Ella no se podía enamorar, menos en estas circunstancias. Bueno, él la había ayudado a generar esto, pero ni siquiera se conocían bien.

El ruido de un móvil la alertó. El sonido de mensaje volvió a sonar. Buscó entre las carpetas y el celular de Marco se encontraba parpadeando sobre la mesa, el cual, al parecer, olvidó debido a su apuro. Ella, prácticamente y en menos de veinticuatro horas, había pasado por una larga curva emocional. No quería ni pensar en qué terminaría.

Se asomó por el pasillo y no había rastro de él, la asistente continuaba concentrada en su computador. Regresó tomando el teléfono y hurgando en la pantalla la aplicación de whatsapp que marcaba un mensaje sin leer, lo pinchó y se abrió la ventana, el nombre de una mujer apareció instantáneamente.

Marco, dejaste tu chaqueta. Esto me hace pensar que regresarás por el postre. El almuerzo estuvo delicioso, tú me entiendes, te espero en la tarde.

Camila soltó el aparato sobre la mesa y recogió su cartera, no podía creer que Marco ese mismo día hubiera estado con otra mujer y con ella. ¡Qué asco! ¡Se hubiera bañado siquiera! La furia la invadió y las ganas de matarlo, literalmente, la estaban acechando con fuerza, porque primero la dejaba embarazada y segundo se acostaba con otra mujer ese mismo día, ¡qué imbécil!

No es Divertido (Disponible en Amazon)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum