Capítulo 29

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Marco terminó su desayuno, estaba seguro que no podría comer más tarta de nuez, ya que además de su ración había ingerido la de Raúl. Observó a Diego que masticaba su porción número tres. La noche anterior se habían quedado viendo las obras en construcción y habían preferido mantener cualquier pensamiento alejado del sexo femenino. Pero eso no evitó que durante la madrugada recordara a Camila, había ansiado llamarla, pero lo más probable era que no le contestara.

La idea de viajar a la playa era para calmar sus emociones y despejar sus sentimientos, algo que no estaba resultando porque, al parecer, el problema no era geográfico. Al menos, se había sentido reconfortado en la casa de Julia.

Su madre lo había vuelto a llamar, pero claramente había declinado contestar. Estaba seguro que, si le comentaba lo de la pérdida, para ella habría sido un alivio, totalmente contradictorio a sus sentimientos.

—¿Vamos? —Diego se levantó.

—Sí, tenemos que ver la nueva sujeción y además, estoy concertando la reunión para el nuevo centro comercial que se hará cerca de la playa. Es importante que participemos en ese proyecto.

—Anoche ya lo conversamos, necesitamos una persona en la zona. —Diego salió de la casa hacia la camioneta.

—Te dije, resuelve lo de tu viaje y ya veremos. Además, primero necesitamos saber si nos adjudicamos la propuesta.

—Será pan comido. —Diego sonrió.

—Sí tú lo dices. —Marco se instaló en el asiento del chofer, se colocó sus gafas y emprendió la marcha.

Después de una hora y media de viaje, Camila se sentó frente a Amanda, se habían detenido en una cafetería en Villa Alemana, la que quedaba a una esquina de la oficina del ex de Daniela. Había trazado un plan de acción en el camino con la información de su amigo del banco. Durante el viaje, anotó nuevos datos conseguidos por teléfono, porque su concentración estaba totalmente abocada en sacarlo de la jugada.

—Camila, sé que no has tocado el tema, pero ¿estás bien? Me refiero a lo sucedido... —Amanda jugó distraídamente con la cuchara de su café.

—Solo quiero concentrarme en otra cosa. —Camila volvió a los documentos.

—Sabes que estoy acá, por si quieres hablar. —Amanda agarró su mano.

—Sí, lo sé y, de verdad, te lo agradezco. —Camila trató de sonreír.

—Espero que Diego me entienda. Realmente, lo amo, pero ya tomé una decisión. Me quedaré.

—¿Estás segura?

—Claro, tú me necesitas y tengo que resolver de una vez que haré con mi vida. Empezaré por buscar trabajo, estudié cinco años y no por lo que me sucedió en el jardín anterior, tiraré la toalla.

—Vaya, me sorprendiste. Al parecer, las alas han logrado el efecto requerido.

—Pero si me quedo tendré que buscar un departamento, Josefa vuelve en unos días y necesita estar a solas con su flamante esposo.

—Supongo que estás jugando. Obvio que te quedarás conmigo, puedo cambiar mi cama por dos más pequeñas.

—¿Hablas en serio? —Amanda abrió sus ojos.

—Por supuesto. Mi pastelito no puede andar vagando por ahí.

Las dos sonrieron.

—Bueno, a lo que vinimos —Camila juntó los papeles y llamó al mesero—. ¿Estás lista?

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