Capítulo 36

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Camila, después de ver a Marco con su cara estampada en la de su ex novia, había tenido que visualizar el mar por media hora para no volver y sacarle las uñas a la loca de la pasarela, todo y gracias a su momento de espontaneidad de ir a buscarlo, el cual se había transformado en una especie de tsunami que arrasó con todo a su paso.

Cerró de golpe la puerta de su departamento, se quitó el vestido que había escogido cuidadosamente, pensando en una reconciliación, pero el sonido del teléfono seguía sonando en el interior de su cartera, estaba segura que era él para explicar que, seguramente, una corriente de aire lo había empujado. La insistencia la hizo buscarlo para apagarlo.

Al ver la pantalla, era otra la persona la que llamaba insistentemente. Maldijo al corroborar que todas las llamadas eran de ella y ninguna de Marco. «El imbécil ni siquiera se quiere disculpar», pensó.

—Amanda, no estoy de humor para hablar —contestó.

—Ya supe lo que pasó y antes de que comiences a escupirle a medio mundo, la maldita de las pasarelas fue la que se quiso pasar de lista. Creo que los flashes le quemaron las neuronas si pensó que Marco la iba a perdonar.

—¿Es en serio le creíste?

—Claro que le creí, a Diego no le miente.

—Sabes que me da lo mismo, para mí fue la gota que rebasó el maldito vaso, solo que mi vaso se quebró. Hice que me despidieran en la mañana, luego apareció Maléfica en mi casa amenazándome, después voy por Marco y cuando llego me doy cuenta que se está besando con su ex. De verdad, no saldré de mi departamento por el resto de la semana. Es más, ahora mismo me iré a la playa, todos me agotaron.

—¿Maléfica? ¿Qué hacía en tu casa? Y... ¿Por qué hiciste que te despidieran? Creo que ahora sí perdiste todos los tornillos.

—En eso te equivocas, los acabo de encontrar.

—Da lo mismo, pero Marco no tiene la culpa. Si hasta me da pena el pobre, porque siempre termina pagando los platos rotos.

—Amanda, necesito un respiro, no quiero escuchar por un tiempo hablar ni de mi jefe, ni de los padres de Marco que, por cierto, les hacen faltas varios palos para mantener su puente funcionando, sin mencionar a la loca de Milán.

—Si escucho ese resumen, te apoyo.

—Si quieres escuchar algo todavía mejor: acabo de perder un bebé, así que váyanse todos a la misma mierda.

—¿En esa categoría estoy incluida?

—Obvio que no. Por favor, enchúfate, no te nombré —Camila entró a su dormitorio y se lanzó a la cama—. ¿Hasta cuándo te quedas en la playa?

—No sé, mañana Diego tiene que cerrar un trato o algo así y, la verdad, ni ganas tengo de moverme. Julia cocina exquisito, Raúl es un amor y... ¿sabías que Marco tiene un jacuzzi?

—Amanda, mañana nos vemos, necesito bañarme o embriagarme o las dos cosas al mismo tiempo, no sé.

—Está bien. ¿Te quedan gotitas homeopáticas?

—Adiós. —Camila cortó, apagó el teléfono y miró la foto de su madre—. ¿Es en serio, mamá? Debes estar pasándolo de lo lindo donde estés.

Tomó el test de embarazo y la guardó en su cajón, no sabía por qué, pero no se podía deshacer de él.

Saltó de la cama y se dirigió a su closet, la "neura" aún no la abandonaba, así que sacó su maleta y comenzó a seleccionar la ropa que se llevaría a la costa.

No es Divertido (Disponible en Amazon)Where stories live. Discover now