Capítulo 2

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Camila, antes de entrar al gran despacho del Bufete, respiró de manera profunda, ya había dejado encerrados en la cajuela de su auto sus pensamientos psicóticos. Por otro lado, en alguna parte había leído que los test de embarazo, a veces, daban falsos positivos o ¿negativos? Al diablo, debía concentrarse en lo que se avecinaba, su jefe.

Al ingresar al gran salón contempló como siempre a Melanie, su asistente, con una mano en el teléfono y la otra en una taza de café, estaba segura que había agregado algunas gotas de energizante, porque sus ojos siempre estaban como fuera de órbita.

—Camila, ¿qué te pasó? ―gritó cuando la vio aparecer.

―Un virus estomacal ―Camila tomó su aire ejecutivo y de princesa de hielo―. ¿En qué despacho están reunidos?

―Tu cliente se fue hace diez minutos y Alfredo te espera en su oficina. ―Melanie se paró eficientemente y le entregó un puñado de papeles con sus recados.

― ¿Cuál es su estatus de 1 a 10?

―Creo que esta vez está en 8 ―Melanie la miró preocupada, mientras la acompañaba por el pasillo―. La mediación de las once se canceló, suerte para ti, y el abogado del caso Ruiz necesita reunirse contigo. Por cierto, el Señor Phillips te mandó flores, agradeciéndote por tu excelente gestión en su divorcio.

―Sí, seguro ahora está en las Islas Margaritas con su secretaria. ―Camila se detuvo frente a la gran puerta de Roble.

― ¿Estás listas? ―Melanie la miró de manera nerviosa.

― ¿Es Broma? Yo nací lista. ―Camila sonrió.

Ingresó al gran despacho y sobre su sillón de cuero, frente al computador, encontró a su jefe. Se quedó unos segundos esperando que dijera algo, pero Alfredo ni siquiera levantó la mirada. Como siempre no iba a dejar que la intimidara, así que se acercó, dejando sus cosas sobre el sillón, y se dirigió hacia la mesa dispuesta con café y galletas. Por su gran nivel de ansiedad estaba segura que no sería capaz de ingerir una aceituna, pero no lo iba a demostrar.

Se sirvió agua mineral en un vaso y revisó su teléfono buscando una respuesta al mensaje enviado a su amiga. De reojo observó la imponente espalda de Alfredo, debía reconocer que el muy bastardo era atractivo. Poseía una mandíbula cuadrada con restos de una pequeña barba descuidada, que ella sabía que le llevaba bastante trabajo mantener por las innumerables visitas que le hacía al barbero. No entendía cómo alguien podía gastar tiempo y dinero en una barba que parecía natural, pero a él le funcionaba. Sus ojos azules destacaban con su cabello oscuro y su exquisito gusto por la ropa de diseñador hacían el juego sexy, pero mortal, para las mujeres que caían en sus garras, ya que solo veían su espalda cuando desaparecía.

―No me interesa lo que te haya pasado, pero tienes que arreglar el caso Gertz ―Alfredo habló en tono seco.

Camila se giró y se sentó frente a él con una postura segura.

― ¿No entiendo a qué te refieres? El abogado del Señor Gertz llega la próxima semana para revisar los últimos detalles.

―¡Si hubieras estado acá en la mañana te habrías enterado que Mónica ya no se quiere divorciar! ―Alfredo gritó.

― ¿Qué? ―Camila abrió sus ojos debido a que en la última conversación que había tenido con su cliente, ella estaba dispuesta a degollarlo vivo por su gran cantidad de infidelidades.

―Eso mismo dije yo, así que lo arreglas de inmediato.

―Tal vez quiera sacar más dinero, pero es imposible, ya se fijó el monto.

No es Divertido (Disponible en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora