Capítulo 33

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Marco terminó de guardar sus cosas en la parte de atrás de su camioneta, esta vez no iba a dejar que sus padres manejaran su vida amorosa, ya que la última vez había perdido a Colomba por haber hecho las cosas como se las habían señalado.

—¿Qué vas hacer? —Diego se detuvo a su lado.

—Lo que debería haber hecho hace mucho. —Marco cerró la cajuela de su vehículo.

—No estoy seguro que tu madre entienda.

—Me da lo mismo lo que entienda, pero si no pongo un alto en este momento, seguirán pensando que está bien manejar mi vida.

—Marco —Julia se acercó, entregándole una bolsa de papel—, para el camino.

—Gracias. —Al instante, sonrió al pensar en las delicias que debía haber guardado en el paquete.

Se acercó y la abrazó.

—Marco, no seas duro con ellos, todos cometemos errores. —Julia acarició su mejilla.

—Trataré, pero no te prometo nada.

—¿Ya te vas? —Amanda apareció por el borde de la propiedad junto a Raúl.

—Sí, y no me des el sermón nuevamente. —Marco rodó sus ojos en blanco.

—Solo iba a decir que te vaya bien —Amanda se acercó y lo besó en la mejilla—. Y si la haces sufrir, te ocuparé como saco de box.

—Parece que te juntaste mucho con tu amiga.

—No, era violenta desde pequeña. —Amanda sonrió.

—Diego, por favor, mañana debes ir a la reunión y ganar esa propuesta.

—Eso no lo dudes —Diego abrazó a Amanda—. Ya que me quedo, necesitaremos más trabajo.

Marco sonrió, se terminó de despedir y emprendió la marcha a la capital, al igual que Camila, que antes de entablar alguna relación debía colocar algunas cosas en su sitio y esta vez lo haría a como diera lugar.

A las dos horas, caminaba por el borde de la casa de sus padres, como siempre ingresó por la puerta de la cocina. Al entrar no divisó a Ramona por ninguna parte. Fue al refrigerador y en el interior encontró la tarta de frambuesa. Sonrió, seguramente tenía su día libre.

Las luces de la terraza estaban apagadas, y por la hora sus padres debían estar acostados. Se dirigió directamente a su dormitorio.

La puerta estaba cerrada, pensó en ingresar directamente, pero desde pequeño la espontaneidad no era algo aceptable en su hogar.

Golpeó un par de veces y a los segundos su madre apareció, y como siempre el dominio hecho mujer. Esta vez abrió sus grandes ojos negros.

—Marco, al final te dignas a venir. Todavía no me has explicado el numerito de la cena.

—Creo que los que me tienen que explicar algunas cosas son ustedes. —Marco no esperó a que se le invitara a pasar; observó a su padre que dejaba el libro que tenía sobre su regazo en la mesa de noche.

—Marco, no creo que éstas sean horas para venir a increparnos. —Su padre se bajó de la cama y fue por su bata.

—Debo entender que los únicos autorizados para hacer lo que se les venga en gana son ustedes.

—¿De qué estás hablando? —Su madre se cruzó de brazos frente a él.

—Le dije a mi padre que no se inmiscuyera en los asuntos de mi paternidad, pero no me hizo caso. Además, ¿cómo se te ocurre hacerlo con el jefe de Camila?

No es Divertido (Disponible en Amazon)Where stories live. Discover now