Capítulo 35 "Mar de lágrimas"

1.3K 105 15
                                    

C A P Í T U L O   3 5
"Mar de lágrimas"

— Tu cara no tiene precio —se burló, aunque nadie le habría podido hallar la gracia debido a que seguía apuntándome con una pistola.

— Yo...

— Lo sé, sé que no estás acostumbrada a perder el control de las cosas, Elizabeth.

Y vaya que sí tenía razón. Pero aquello no era lo único que me molestaba, considerando que seguía apuntándome con la pistola a pulso firme.

— ¿No dirás nada? —preguntó.

Mi voz sonó algo rasposa ya que tenía la garganta seca.

— Lo haré cuando dejes de apuntarme con esa cosa.

Miró a su mano con inociencia, carente de culpa.

— ¿Esto te molesta? Huh, porque a mí me molestan muchas cosas.

Hubiese rodado los ojos si no estuviese paralizada. Odiaba su sarcasmo.

— Entonces nunca llegaremos a nada.

Suspiró con exasperación.

— Jesús, pensé que serías más convincente, mi pequeña espía —se burló—. Pero, está bien, te daré el gusto.

Bajó al brazo, pero no despegó sus dedos del arma en su mano. Entonces fue cuando pude, al fin, respirar. También me di cuenta que seguía sosteniendo el sobre en mi mano sudorosa y temblante.

— Gracias —solté, diciendo la pura verdad.

Me sentía aliviada, ya sin el pesar en mi pecho. Como si ya no estuviera al borde de la muerte.

Eso hasta que se acercó a mí con tanta velocidad que a penas pude abrir la boca para dar un chillido. Me había puesto la culata justo debajo de la barbilla y tenía presa mi mano con la cual agarraba el sobre. Su rostro estaba a escasos centímetros del mío.

— Te sugiero que no intentes nada, Eli. No quisiera tener que jalar el gatillo ahora cuando hay tanto que discutir —sonrió con malicia.

Tragué saliva y sentí cómo mi pecho se hundió y el miedo me invadió.

Iba a matarme.

Ahora que ya hemos aclarado las cosas —dijo alejándose—, dame ese sobre.

Se lo di con manos temblantes.

— Buena chica. Ahora ya podemos dialogar con tranquilidad —sonrió alejándose hasta estar a una distancia prudente de mí. Aunque en ningún momento soltó su pistola.

Agradecí a mis ángeles por el espacio para respirar.

— Seguro que tendrás muchas pregunas —asumió mientras caminaba rodeándome—. También imagino que estas sorprendida y asustada. Si mal no me equivoco, estarás suponiendo que yo fui el que te mandó aquel correo con el video de vigilancia donde aparecían Ryder y tú huyendo de una escena del crímen. Y déjame decirte que estás en lo correcto. Fui yo. Pero, querida, me gustaría escucharte hablar. Exprésate.

Parpadeé, incapaz de reaccionar.

Él soltó una carcajada.

— Te creí un poco más dura, Elizabeth.

Apreté los puños.

— Esperaba algo más de la chica huérfana que destruyó la reputación de tres miembros de La Élite.

Peligrosa ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora