Capítulo 1 "Mojitos"

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C A P Í T U L O     1
"Mojitos"

— ¡Idiota! —chilló Ginger, mirando su perfecto vestido gris claro manchado de cerveza—. ¿No sabes que debes mirar por donde caminas? ¿Sabes siquiera quién soy?

El pobre chico abrió sus ojos como platos así como si fuese un venado siendo acechado por un tigre. Lo único que pudo hacer fue murmurar una miserable disculpa y escurrirse entre las personas, tratando de huir lo más rápido posible. Yo solo me quedé observando de forma discreta cómo Ginger soltaba muchas maldiciones dirigidas al chico, del cual estaba segura que ella ni siquiera sabía su nombre ni existencia hasta el instante que derramó su bebida en su vetido de diseñasor.

—Cálmate, G— rió Ryder, pasando uno de sus brazos por el hombro de Ginger y con el otro sosteniendo el vaso de lo que sea que estuviese tomando—. Al menos no tendrás problemas en fingir que bebes. Todos podrán creer que te tomaste unas botellas de cerveza.

Me reí internamente. Ginger, como integrante de La Élite, se suponía que debería ser una alcohólica; pero sabía que no lo era ya que si sus padres la encontraban con una gota de alcohol, la enviarían por el resto del último año escolar a un centro de rehabilitación en cualquier país lejano. Y ella jamás dejaría que eso pase.

—Púdrete, R— gruñó y de un manotazo, quitó el brazo de Ryder de sus hombros. Ryder se rió y se encogió de hombros antes de alejarse y perderse entre la multitud borracha. Los sábados solían ser de los días en el que más fiestas habían y hoy no era la excepción. Además, para mí era un beneficio, tener a La Élite reunida era como mi mejor regalo de cumpleaños.

Viendo que no había ninguna novedad, puse mi atención en bailar. Tenía esa habilidad de enfocar mi atención en solo una cosa cada vez que quisiera, sea como obviar completamente la música para escuchar una conversación, como lo había estado haciendo antes o bailar sin preocuparme por unos segundos de qué hacía La Élite.

Mis caderas se movían al ritmo de la música rápida y las plantas de mis pies ardían dentro de los tacones de aguja que llevaba puestos. Sentía que mi peluca se resbalaba ligeramente así que me la acomodé como pude con una mano y con la otra sostenía mi vaso de limonada. Esta noche tocaba usar peluca castaña y lentes de contacto cafés, que opacaban por completo el azul cielo que eran mis ojos y mi rubio cabello. Además, me había retocado el rostro con maquillaje para crear diferencias entre mi rostro normal y el que llevaba ahora.

De repente, sentí una respiración en mi cuello y una mano áspera recorriendo el largo de mi brazo, hasta llegar a mi mano y entrelazar mis dedos con los suyos, dejándome sentir el anillo en su mano. En ese instante reconocí a la persona. Daniel Grayson había recibido ese anillo a los 14 años, fue un obsequio de su tío traído desde Italia para su sobrino favorito. Era la típica reliquia familiar y Daniel parecía tenerle bastante aprecio.

—¿Cómo es que no sé quién eres?— murmuró Daniel luego de voltearme y observarme con lujuria. Su aliento apestaba a alcohol, pero el cuerpo del chico se había acostumbrado tanto al alcohol que ahora soportaba lo que fuese. Lo único que yo podía hacer era seguir bailando con él, por más que no quisiese—. Con éste cuerpecito tuyo es imposible que no te conozca, corazón.

Me reí por dentro. Era gracioso que tantas veces había estado espiándolo por la ventana de su casa y los bares que frecuentaba para informarme de tan pequeños detalles de su vida, que me daba risa que ahora solo se me acercaba por llevar una peluca castaña y un vestido que a penas cubría un octavo de mis piernas. Aunque, no se podría esperar más del mujeriego Daniel Grayson, que necesitaba cada noche a una chica para saciar sus deseos. Siempre solía apiadarme de las pobres que eran sus víctimas.

Peligrosa ObsesiónUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum