54.

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—Bienvenida de nuevo, Anahí —me dijo mi doctor con cálida sonrisa al verme entrar en el consulto, a percatarse de mi acompañante, alzó las cejas, curioso, más no quitó la sonrisa. Le sonreí de vuelta nerviosamente mientras Poncho y yo nos sentabamos frente a él.

Estaba sofocada. Poncho había ido a buscarme a la hora pautada y me había llevado con Neni que cuidaría de Manu para que pudiéramos ir al médico, todo e camino actuando como si el día anterior nada hubiese pasado nunca. De no ser porque me estaba acompañado a la cita en este momento, juraría que la noche anterior se hubiese borrado de su mente.

—Y bien Any —dijo el doctor Scott— ¿como te has sentido?

Le hice un breve resumen, que eran básicamente iguales al mes pasado. Solo que esta vez las nauseas habían disminuído un poco. Poncho a mi lado parecía escuchar atentamente, un poco sorprendido tal vez  por la naturalidad y la confianza con la que hablábamos el doctor y yo. La verdad era que Scott era el médico de la familia y había asistido a mis 3 sobrinos, aparte de Manu. Confiaba plenamente en él.

—Bien —iba anotando todo en su computadora, donde tenía mi historial— ¿no han habido más sangrados?

—No más.

—¿Sangrado? —exclamó Poncho a mi lado. Su voz denotaba alarma— ¿has sangrado?

Scott vio a Poncho sobre sus gafas, luego a mi, con preguntas en sus ojos. Esperaba realmente que no las hiciera verbales.

—Uh si, semanas atrás, pero no pasó nada. Era solo el estrés.

—No me dijiste.

—No era importante.

—¡Claro que lo es! —frunció el ceño.

Creo que Poncho no entendía que, cuando eso ocurrió, él no estuvo conmigo. Tampoco los días después. Pero eso no era algo que debiera aclarar en este momento.

—No hay nada de que preocuparse —intervino el doctor— el bebé está sano. Le he sugerido que tome la vida con calma para evitar que pase de nuevo.

—Lo he hecho.

—Y me alegro —ladeó la cabeza— entonces, procedamos a hacerte el eco. Tu amigo te puede acompañar.

—Soy el padre —aclaró Alfonso con amargura, levantándose— le agradezco.

—Disculpeme usted, realmente no estaba informado —le dijo a Poncho, mirándome a mi. Le dedique una sonrisa tímida mientras los seguía hasta la camilla del otro lado de la puerta. Confiaba en que Scott no diría nada, pero de igual forma me sentía un poco avergonzada pues meses antes había estado en la misma situación, pero con un hombre completamente diferente.

Una vez instalada en la camilla, me atacaron los nervios. Siempre estas cosas me mantenían ansiosa, al menos hasta que me informaban que el bebé estaba bien, luego era todo felicidad.

Tal vez Poncho notó mi nerviosismo porque me tomó de la mano, apretando, reconfortandome. Ese gesto en él me extrañó, pero me gustó. Me relajó el tenerlo conmigo, que viviéramos esto juntos, al menos. Eso me confirmaba el excelente padre que era. Pero... ¿Me conformaría solo con eso?

Por el vacío que sentía al pensarlo, estaba segura que no. Pero tendría que sobrevivir ¿no? Una vez el bebé estuviera, todo su tiempo sería para él.. O ella.

Di un saltito por el frio cuando la maquinita con gel se posó en mi vientre, y me estremecí. El agarre de Poncho en mi mano se intensificó más mientras veíamos expectante la pantalla, esperando ver algo diferente.

—Bien —dijo el doctor luego de un momento, explicado con un dedo— esto que ven acá, la cabecita, los bracitos, las piernitas. Está todo bien, por lo que veo. Los latidos de corazón van normal. De hecho, ya está bastante bien formado.

Solté el aire retenido al mismo tiempo que Poncho. Nos miramos y, felices, sonreímos. Eso estaba bien. Podría haberlo besado si no supiera que está felizmente casado...

Ya, Anahí. Ya.

—¿Se ve que es? —preguntó Poncho, sin poder ocultar la emoción. Se veía tan hermoso cuando los ojitos le brillaban. Me hacía sentir bien que estuviera feliz, pese a todo.

—¿Quieren saberlo?

Nos vimos los ojos y asentimos. Pero.. ¿que pasaría si resultaba otro niño? ¿Estaría igual de emocionado? solo rogaba que si, de lo contrario me rompería más el corazón.

El doctor se tomó su tiempo, explicándonos que debía estar en una buena posición para poder examinar. Podía notar la desesperación de Poncho, que aún me tomaba de la mano, tal vez sin darse cuenta de ello. Realmente para él era importante.

—Bien, está más claro que el agua —señaló una parte de la pantalla y Poncho apretó el agarre— estoy seguro que será una hermosa niña.

La sonrisa de Poncho fue increíble y yo respiré aliviada. Feliz. Contenta. ¡Una niña!

—¿Está seguro, doctor? —quiso rectificar Poncho, quién soltó una carcajada cuando Scott asintió, me miró y, aún sonriendo, acercó sus labios a mi frente dejando un sonoro beso, susurrando un:— gracias.

Siempre Serás Tú. Where stories live. Discover now