11.

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—Ya que hoy estás en casa temprano ¿que te parece si preparamos una velada romántica? —Diana se acurrucó a mi lado en el sofá, subiendo su pierna a mi regazo— y cuando Dani se duerma... —besó debajo de mi oreja y mi mentón hasta llegar a mis labios.

—Mm.. Me parece una buena idea —sabía lo descuidada que tenía a mi esposa entre el trabajo y el problema con Anahí. La noche anterior me había quedado hasta tarde con Christian indagando cosas sobre Velasco y haciendo unas cuantas llamadas. Y las cosas no pintaban nada, nada bien. Estaba preocupado. Anahí ya llevaba una semana en CdMx y en cualquier momento se iría a Chiapas. De momento no podíamos hacer nada, pero debía hablar con ella.

Aunque no esta noche.

—¿Que se te antoja comer?

—Lo que sea que hagas me gustará, solo exijo una sola cosa de postre.. —besé sus labios suavemente y ella sonrió.

—Vale, la comida será sorpresa.

3 horas después terminábamos de comernos un cordero con papas salteadas que, no voy a mentir, era el mejor que había comido en mi vida. Nos serví un poco más de vino mientras Diana me comentaba cosas de su trabajo. Era relajante. Justo lo que necesitaba.

—... Y por eso el Sr. Sullivan me ha dado ese proyecto a mi. Sabe lo bien que me vendría pero aún no sé. Estás tú aquí, Dani, y..

—Amor, tomar ese proyecto te vendría más que excelente. Hazlo. Cuentas con todo mi apoyo.

—Es en Illinois cariño, eso supondría estar un mes separados como mínimo. El bebé necesita de los dos.

—Nos tendrá. Bien sabes que cualquier día libre que tenga no tengo reparo en tomar un avión e ir a verlos.

—Supongo que tienes razón.

Mi celular volvió a dar un timbre, avisando de un nuevo texto.

Anahí:
Mañana regreso a Chiapas..
Por qué?

Joder.

Yo:
Porque necesito verte antes.
A que hora sale tu vuelo?

—¿Muy importa el mensaje para que interrumpa nuestra cena? —Diana dejó la servilleta sobre la mesa, clara señal de que estaba molesta.

—Lo siento cielo, es el director —levantó una ceja y supe que no me había creído— ¿Que pasa?

—¿Y que dice el director de importante?

Justo volvió a timbrar el celular.

Anahí:
A las 11am.

—Que debo estar en el estudio a las 8:30 am.

—¿Para?

—Que se yo, Diana —volví a guardar el celular en el bolsillo— ¿Estás teniendo algún problema con los mensajes que recibo?

—No, ¿debería?

—Por supuesto que no, así que no entiendo eso de ver y borrar los mensajes por mi.

Abrió mucho los ojos, sorprendida. No había podido hablar de eso con ella porque simplemente no hallaba el momento. No hasta ahora.

—Pensé que te molestaba todo lo referente a Anahí.

—Lo referente a las personas que meten a Anahí en nuestra relación, no a Anahí en sí. No tenías porqué haber hecho eso.

—Fue un impulso, Poncho. No lo pensé. Lo siento ¿vale? No sabía que ella te importaba tanto.

—No es que me importe —mentí en cantidades industriales— es solo que me molesta que se metan con mis cosas privadas. Solo fue un saludo, nada más.

Su cara se tornó roja de vergüenza, luego pasó enojo.

—Perfecto, no volverá a pasar. Solo dime, ¿como lo supiste?

En eso si que no podía mentir. O más o menos.

—Me topé con ella de casualidad y me lo comentó.

—Ah, ¡vaya casualidad!

—Diana, basta. No entiendo la actitud que tomas, ¿quién es mi esposa? ¿ella o tú?

—Muchos desearían que fuese ella.

Lanzó la servilleta a la mesa, se levantó y se fue a la habitación dando un portazo.

Me tomé la cara con las manos. Esto no estaba nada bien. La velada romántica que pretendíamos pasar se fue por el retrete con un solo timbre del teléfono. Lo saqué del bolsillo y lo lancé a la mesa con amargura. Segundos después me arrepentí.

Any no tenía la culpa de mi discusión con Diana después de todo. Ella solo respondió a mis mensajes. Me interesaba verla antes que se fuera a Chiapas, pero con todo esto ya no estaba muy seguro.

Anahí:
¿Vendrás?
También necesito verte...

Mierda. Me desinflé al instante. Siempre había sido propenso a los «necesito» de Anahí.

«Necesito verte»

«Necesito de ti»

«Necesito tus besos»

«Necesito tus caricias»

«Te necesito, mi amor»

Y yo como un tonto, siempre detrás, para cualquier cosa que ella necesitase y quisiese.

Con un gruñido me enfrenté a la realidad de que, esta vez, tampoco sería la excepción.

Siempre Serás Tú. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora