29.

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El viento marino que me pagaba el rostro desde el lugar que me encontraba en el balcón no lograba el cometido de calmarme, las olas del mar tampoco controlaba mi respiración. Mi reacción estaba siendo estúpida con todo lo referente a Anahí, mi control se estaba yendo por la borda y si no lo recuperaba, terminaría cagándola. Estaba jugando conmigo, con mis sentidos, y eso no podía permitirlo.

Anudado a eso se encontraba Diana. Me había llamado en un estado de embriaguez poco común en ella y bien sabia que yo era el culpable. Porque si por fuera aparenta ser una mujer fuerte, por dentro es toda inseguridad. De algún modo, se sentía amenazada por Anahí y, de algún modo, estaba dándole razones para ello. Aunque no lo supiera. Aunque ni yo mismo lo supiera muy bien.

Solo podía enfundarle seguridad, mientras que por dentro me encontrase bastante confundido.

De nuevo el sonido me avisaba de la tercera llamada de mi esposa en menos de 15 minutos.

—Diana, por tercera vez te digo, duermete. Descansa.

—Es que te extraño, Poncho. —balbuceó del otro lado.

—Yo también los extraño, pero es mejor que duermas. El alcohol nunca te ha sentado bien, no sé por que lo haces.

—Soy una tonta ¿no?

—No eres una tonta, Diana.

La oí suspirar.

—Solo tengo miedo a perderte.

—¡Y no me perderás! Eres la madre de mi hijo y mi esposa, por Dios, Diana.

—¿Que se yo? Si no fuera por Dan tal vez y ni estarías conmigo.

—¿Que mierda estás hablando? ¡Estamos casados!

—No soy tonta. Mi embarazo te tomó por sorpresa. No digo que eso no te hizo inmensamente feliz, pero te viste obligado a proponerme matrimonio por el bien de Dani, cuando nunca antes habíamos hablado sobre casarnos.

Las manos me temblaban de enojo y me restregué la cara para calmar la ansiedad. Si bien nunca habíamos hablado de matrimonio era porque no veía necesario un simple papel, solo me importaba el amor que había entre los dos. Si, me tomó por sorpresa el embarazo, pero fue la mejor sorpresa de mi vida. Y si le propuse matrimonio fue porque lo creí conveniente para el bebé. Solo eso.  El amor no lo rectifica un certificado de unión.

Pero Diana en el estado que estaba no entendería eso, más sin embargo, trate de explicarle.

—Lo que yo siento por ti no lo dice un simple papel, Diana, entiende que..

—¿¡Entonces para que te casaste conmigo!? —me interumpió. Me quedé en silencio porque sabía que la respuesta la pondría mucho peor— Vale, tu silencio lo dice todo. Que te vaya muy bien —y colgó.

Lancé el móvil al mueble con más fuerza necesaria ahogando un grito de ira. Diana me estaba agobiando con tantas mierdas. Y yo que pensé que era distinta, comprensiva y entendería. Pero no era así. Tomé de nuevo el teléfono para apagarlo y subí la habitación para darme una ducha. Estaba claro que este viaje lo estaba empeorando todo.  Nunca debí haber venido. De hecho, debería hacer mi bolso y largarme ya mismo de aquí.

Di largas zancadas hasta mi habitación pero antes de llegar oí ruidos en la habitación que ocupaba Any, que de hecho, eran gritos.

Con corazón en la garganta corrí hasta allá para ver a una Anahí molesta pidiéndole a alguien que se callara, en clara advertencia, para luego tensarse y quedar pretificada en el sitio. Bajó la mano del móvil y se quedó ahí, parada.

Me adentré en la habitación sin entender, ella aún sin verme, podía sentir su malestar y la batalla interna que estaba librando en su interior. Algo había pasado.

Tuve la necesitad impulsiva de consolarla, de protegerla. Sin pensarlo demasiado la abrace por la cintura y la acerqué a mi, ella se tensó aún más como si temiera. Susurré su nombre, más para mi que para ella, y como si mi contacto la hubiera traído a la realidad, se derrumbó en mis brazos, cayendo de rodillas al suelo.

Rápidamente me senté con en ella en el suelo mientras sollozaba y la abracé fuertemente, la acuné mientras ella se aferraba a mi y le susurré que todo estaba bien cuando no sabía que mierda había pasado. ¿Le habría sucedido algo al bebé? Sentí una fuerte opresión en el pecho antes que comenzara a latir rápidamente, y, con miedo a la respuesta, con voz temblorosa pregunté.

-¿Le ha pasado algo.. al bebé?

Levantó su rostro rápidamente y me miró desconcertada. Se secó las lágrimas mientras negaba. Pude suspirar aliviado. Si no era el bebé... ¿entonces?

—¿Por qué estás así? —susurré con cariño.

Ancló su mirada azul a la mía. Pude ver en ellos tristeza e impotencia, y supe que se trataba de Velasco, no necesitó decírmelo.

—¿Que te ha hecho ese malnacido?

Negó rápidamente, limpiándose el rostro y alejándose un poco de mi.

—Na.. Nada. Él no..

—No mientas, Anahí.. ¿Que te hizo?

—¡Nada! Solo discutimos. Estoy sensible y todo me afecta de más. —desvió su mirada mientras me negaba y se levantaba del suelo. Yo hice lo mismo.

Iba a alejarse aún más, pero la tomé de la mano sin embargo y la atraje hacia mi, abrazandola. Ella hundió su rostro en mi pecho luchando por no llorar, pero fallando.

—Odio tanto verte llorar. ¡Joder...! —la impotencia me carcomía las entrañas. Realmente detestaba que la hicieran llorar, que le hicieran algún daño porque era tan frágil. Más aún si era ese maldito corrupto.

—Olvidalo, olvidalo..

Anahí se abrazó más a mi, con más fuerza, casi fundiéndose conmigo.

—No me pidas eso porque no lo haré.

Sentía su calor, sus pechos contra el mío subiendo y bajando en cada sollozo, en cada jadeo. Sentía sus manos aferrandose a mi espalda, bajando poco a poco, casi inconscientemente al dobladillo de mi camisa. Subió un poco su rostro y su aliento chocó con mi cuello y sus pequeñas y suaves manos adentrándose en mi camisa, en una caricia casi inconsciente, provocando fuertes golpes de mi corazón contra mi pecho.

—¿Puedo pedirte otra cosa, a cambio?

—Si.. —dije en un hilo se voz.

—No te vayas —murmuró con voz ronca por el llanto, alzando la mirada buscando la mía— No te alejes más de mi. Por favor.

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Siempre Serás Tú. Where stories live. Discover now