12 horas.

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Camila y Lauren habían estado juntas por 12 horas. 

No tuvieron tanto tiempo como en la mayoría de las historias de amor famosas, en las que los protagonistas viven años de aventura con su amor pasional y son aclamadas por el público y la crítica; pero se vieron rodeadas de la misma o quizás más intensidad de sentimientos que se viven en aquellas historias.

Se conocieron en una fiesta, nada fuera de lo común. Su conexión fue prácticamente inmediata, y cualquiera a su alrededor hubiera pensado que tenían una gran historia a sus espaldas cuando se marcharon en el auto de Lauren en dirección al departamento de Camila. Se besaron apenas la puerta se cerró detrás de la morena, y despertaron con sus cuerpos desnudos enredados entre las sábanas blancas de la extensa cama en su habitación.

Lauren tenía que trabajar, y Camila tenía que viajar. Se iría todo un año a vivir a Londres por cuestiones de la empresa en que trabajaba, y no había tenido ningún problema para marcharse o atadura por la que quedarse en Miami hasta aquella noche, en la que creyó que tal vez aquello con esa chica hermosa y encantadora podría tener futuro. Con un sentimiento extraño en el pecho se despidieron, y Lauren sonrió con su encanto habitual y una pizca agregada de decepción. Camila suspiró ofuscada apenas cerró la puerta, y Lauren del otro lado se pasó las manos por el rostro, intentando borrar la expresión de completa desilusión en vano, porque sabía que siempre recordaría aquella noche en la que creyó que tal vez, ella sí tendría una oportunidad en el amor después de todo.

Cuatro meses más tarde, una en cada hemisferio del planeta, ambas conocieron a alguien más. Lauren había pasado el tiempo desde la noche en que conoció a Camila intentando recrear los sentimientos que la menor había despertado en su interior, y esta nueva chica parecía ser un experimento más. Camila no había pasado ni una noche sin soñar despierta con esos bellísimos ojos verdes que la habían cautivado desde el primer momento, hasta que en una de ellas, en una reunión de su empresa, vio otros ojos verdes. No se comparaban a la belleza en la mirada de Lauren, pero pensó que tal vez lo harían con el tiempo.

Fue en una noche de Junio que a Camila le pareció ver el perfil de la chica que había estado siempre latente en una parte de su mente en el salón casi repleto de la casa de su amiga en donde se celebraba su cumpleaños. Hacía un par de semanas que había vuelto a Miami, y mentiría si dijera que no esperaba verla en algún momento. Automáticamente, como si se tratara de un acto reflejo, se puso de pie y caminó en la dirección en que esa persona había ido. Mentiría si dijera que no olvidó completamente a Andrew en aquel sofá.

Apresuró su caminar hasta que se detuvo de golpe. Sin duda alguna, era Lauren, y estaba más hermosa de lo que recordaba. Se pasó las manos por el cabello y se acercó a la mesa de donde la mayor se servía una bebida.

-Hola, Lauren.- Dijo en un tono suave, con una sonrisa en su rostro.

Lauren se sobresaltó al oír esa voz que ya casi se había esfumado de su mente a su pesar pero que reconocería en cualquier lugar y momento. Se volteó y quedó más sorprendida al verla ahí parada, luciendo igual o más hermosa que antes.

-¡Camila!- Dijo, sin titubear al recordar su nombre. Lo cual no era de extrañar puesto que la había pensado tantas noches como le eran posibles, pero en Camila creó un sentimiento agradable de saber que no la había olvidado.

Se dieron un abrazo corto pero lo suficientemente largo como para que cada una sintiera el perfume de la otra y sus sentidos reaccionaran alocándose por completo.

-Así que volviste.- Dijo Lauren, observando al fin en persona el rostro de Camila.

-Sí, hace poco. Extrañaba Miami.

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