Mine.

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Oneshot basado en la canción del mismo nombre cantada en Glee.


Lauren's POV

El adiós era todo lo que conocía, todo lo que siempre había recibido.

Y por eso es que estoy aquí, sentada sola en la oscuridad de la madrugada esperando que las lágrimas dejen de caer por mis mejillas mientras mi mente me castiga por dejar que esto ocurra, por alejar a la gente de mí una y otra vez incluso antes de intentar arreglar las cosas, para que la próxima vez que quieran irse y lo hagan, como de costumbre, sea por su decisión.
Y eso es exactamente lo que pasó esta noche, y eso es por lo que las lágrimas siguen cayendo por mi rostro y mi corazón sigue haciéndome sentir como si estuviese destrozándose en millones de pedazos. Porque esta vez realmente pensé que podía funcionar y que el único "adiós" que oiría sería el de cada noche hasta el día siguiente.

Mi teléfono vibra dentro de mi bolsillo y tras ver el nombre"Camila" escrito en la pantalla, decido no responder. No me había ido, estaba sentada en la calle de su edificio tras salir corriendo, pero ella no había salido a buscarme. Sabía qué era lo que diría, pero lo que no sabía era si podría soportar otro adiós sin derrumbarme.

Joder, sí que podría, sé que podría hacerlo. 

Lo que sin el menor atisbo de duda era seguro que no podría soportar era su adiós.

Conocí a Camila a través de amigos en común que nos presentaron en una fiesta. Me pareció preciosa desde el primer momento. Una semana después, todos fuimos a la playa por un fin de semana en celebración del año nuevo. Entre ella y yo no hubo mucha comunicación, no sé si debido a nuestras formas de ser o a que nunca se presentaba la oportunidad, pero cada vez que ésta llegaba, conversábamos y pasábamos un buen rato. Teníamos intereses e ideas en común, aunque podíamos conversar sin problemas sobre las cosas en que discrepábamos, sin que haya alguna falta de respeto.

Fue el domingo, el último día del viaje, cuando sucedió.

Todos estábamos en la playa, sentados mirando con tranquilidad la forma en que las olas rompían contra la arena, algunos manteniendo conversaciones en voz baja y otros luchando por no dormirse. Con la belleza del amanecer llegaba también el frío característico de las primeras horas del día, y yo no había llevado ningún abrigo. Camila se encontraba a mi lado y en silencio y sin que sea necesario decir nada más, me rodeó con su brazo, atrayéndome a su cuerpo. No dije nada y sólo me entregué a sentir el momento, mirando las luces de la ciudad reflejadas en el azul del mar que desaparecían con los primeros rayos del Sol y sintiendo el latido del corazón de la latina bajo mi espalda. Y me permití sentir, me permití creer. Me permití encontrarme sintiendo la calidez del cuerpo junto al mío, sintiéndome segura, sintiendo su alma y sabiendo que aquello no iba a terminar en ese fin de semana.

Ella también lo supo, supongo, ya que comenzamos un tipo de relación luego de eso, tras volver a encontrarnos en fiestas o reuniones de amigos, sólo dejamos que pase. Y pasó, y fue maravilloso. Y a pesar de que después de poco más de un mes no hayamos tenido tiempo de formalizarla, de etiquetar lo que sentíamos con el nombre de amor, puedo decir con certeza que fue la mejor que he tenido.

Lo pienso en tiempo pasado porque de nuevo arruiné las cosas y es por eso que ahora mismo mis lágrimas parecen no tener fin y el derrumbe en mi pecho sigue causando daños irreparables. Y ahora, a las dos y media de la madrugada, encuentro en un segundo el tiempo suficiente para etiquetar al dolor que siente mi corazón como el que sientes cuando amas a alguien y se termina. La amaba. 

La amaba y lo había echado a perder. 

La amaba y mi estúpida forma de ser había ocasionado que me quede sin ella.

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