Conclusiones.

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Camila Cabello era la chica más bella del mundo a los ojos de Lauren Jauregui, y ella no perdía ninguna oportunidad para recordárselo. Desde el primer día que la vio, la chica de ojos verdes le comentó lo preciosa que le parecía, y Camila sólo le otorgó una sonrisa y un agradecimiento. Lauren pensó que ella debía de estar acostumbrada a recibir cumplidos a diario, pero también pensó que si esa era la sonrisa que le regalaba a desconocidos, haría lo que fuera con tal de recibir una sonrisa real de aquella chica. Una sólo para ella, que pudiera catalogar con facilidad como una de las maravillas del mundo sin que nadie pudiera refutar su propuesta.

La chica de ojos marrones pensó que Lauren sería como cualquier otra persona que se le haya acercado para halagarla, quien tras verla actuar indiferente ante sus palabras, perdería el interés o simplemente se resignaría, pero estaba equivocada. Lauren sonrió ampliamente al verla marcharse aquel primer día, y desde entonces no se rindió, porque Camila era preciosa, y con cada día que pasaba Lauren caía más y más profundo por ella. 

Y con cada día que pasaba, sabía más y más sobre su vida, porque por suerte de ella o por desgracia de Camila, la ojiverde era amiga de Dinah, y Dinah había sido su mejor amiga durante toda su vida.

La chica polinesia actuaba como mediadora entre las dos latinas, puesto que aprobaba de sobremanera a Lauren en el caso de que Camila decida darle una oportunidad, y porque entre las tres se divertían muchísimo cada vez que salían juntas o simplemente se encontraban.
Dinah también estaba al tanto de que los sentimientos de Lauren, luego de casi cinco meses, habían dejado de ser a causa de una mera atracción física. Camila, sin embargo, disfrutaba de los momentos con su nueva amiga aunque no la consideraba como nada más. 

Cuanto mucho, como la chica que a veces había intentado robarle besos y siempre le hacía cumplidos, que la hacía reír y que se reía de absolutamente todos sus chistes malos. Pero Lauren era así, espontánea, y no se quedaría callada ante la oportunidad de realizar un comentario elocuente.

Esa mañana, Lauren y Dinah caminaban por los pasillos cuando la menor sintió un peso en su espalda y rápidamente sostuvo a su mejor amiga. Camila insistía en aparecer de esa manera a pesar de conocer a la perfección su naturaleza torpe. 

–Hola, Dinah.– Sonrió, besando su mejilla para luego bajarse y caminar entre ella y Lauren.

–Buen día, Mila.

–Hola, Lauren.

–¿No hay beso para mí?– Preguntó, intentando fruncir el ceño aunque su sonrisa se lo impedía. Camila rodó los ojos mientras se mordía el labio inferior, aunque sin embargo se acercó a la ojiverde y depositó un beso en su mejilla, habiendo tomado su barbilla previamente.– Así está mejor. Buen día, Camz.

Camila sonrió ante el sobrenombre que Lauren le había otorgado.

–Aunque no sé por qué me sostuviste el rostro. No es como si fuera a intentar algo raro, ¿sabes?

Las tres rieron, separándose al llegar a sus casilleros. Mientras Lauren tomaba el libro y las carpetas de su siguiente clase, sintió cómo alguien se apoyaba en el casillero de al lado, y miró con confusión a la chica que lo había hecho. 

–¿Hola?– Medio saludó, terminando de guardar las cosas en su mochila y colgándosela al hombro.

–Eres Lauren, ¿cierto?

–Así es, ¿Y tú eres?– El lado coqueto de Lauren no aparecía solamente con Camila, pero con ella había algo distinto. Con ella seguía intentándolo luego de cinco meses.

–Mi nombre es Lucy.

–Es un placer conocerte, Lucy.– Respondió antes de acomodar su cabello con su mano.

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