Capítulo ∞ 8

169 19 11
                                    



NENA

La pantalla de mi celular se ilumina por enésima vez encima de mi escritorio, y yo lo observo vibrar en silencio. Es un número desconocido pero mi subconsciente sabe perfectamente de quién se trata. No quiero escuchar su voz y confirmar que lo que vi en ese parque era cierto. Me niego a pensar que Daniel siquiera se encuentre en el mismo hemisferio que yo.

En vez de seguir atormentándome viendo como entran las llamadas decido tomar una ducha e irme a la cama. No me tomo una sino dos pastas para dormir. No quiero pensar en absolutamente nada, ya mañana tendré tiempo para preocuparme.

***

Me levanto con más energía de lo usual, tan determinada como nunca lo he estado. El profundo sueño en el que me sumí anoche me ayudó a despejar mi mente y ahora sé qué hacer con toda esta situación, y, aunque me avergüence admitirlo, mi madre tenía razón hace un par de años. Las terapias grupales no son tan malas, no del todo.

Hace tres años las odiaba, no les encontraba sentido alguno, pero ahora me gustan más por una razón muy egoísta: prefiero pensar en los problemas de los demás que en los míos propios. Ahora estamos escuchando a una mujer que tuvo problemas con las drogas y está en un proceso de desintoxicación. Mi mamá se ha ofrecido a acompañarme pero rechacé su ofrecimiento, sabiendo que esto tal vez podría afectarla. De verdad se escuchan historias perturbadoras.

Ni siquiera le dije por qué de repente quise asistir, sólo le dije que lo necesitaba. Ella no refutó y estuvo de acuerdo esta mañana, así que hoy mismo he venido. No se está tan mal, debo admitir, pero sí me aburro en ocasiones.

A mi lado hay una chica que tiene un chicle en su boca y se la pasa inflándolo hasta explotar, y mastica tan ruidosamente que empiezo a pensar que tiene algún tipo de problema que le impide hacerlo con la boca cerrada. Frente a mi hay un chico con una camiseta negra de manga larga, a pesar del calor tan tremendo que hace, y unos jeans oscuros. Parece no prestar atención a lo que los demás dicen. Un aro atraviesa su labio inferior y otro su ceja derecha. Le sientan muy bien, a pesar de que yo no me los haría.

Su cabello está revuelto, dándole un look descomplicado y su postura es aún más relajada que la del resto. Luce como si no tuviera ningún problema tan importante como para estar aquí. Como si sólo viniera a ver qué tan miserable puede llegar a ser la gente. Entonces su mirada se posa en mi y descubro que tiene los ojos más verdes que he visto jamás, pero su mirada luce tan oscura como su camiseta. Frunce el ceño en mi dirección, pero no entiendo porqué.

Me parece familiar, pero es sólo un pensamiento fugaz. Ninguno de mis amigos luce como él.

—¡Eh! —me llama la chica que mastica chicle como vaca, dándome un ligero empujón para llamar mi atención.

—¿Qué quieres? —le pregunto sin apartar la vista del muchacho.

—Es tu turno —dice con irritación.

Parpadeo un par de veces y me doy cuenta de que todos en la habitación me observan expectantes.

—Paso —murmuro algo avergonzada.

Me pongo de pie. Ha sido suficiente por hoy.

No me despido de nadie, pero sí le doy una última mirada al chico de los piercings. Él sigue observándome. Doy la vuelta y salgo a la avenida lo más rápido que puedo.

Eso ha sido extraño. Él también me observaba como si me conociera de algún lado.

Decido dejarlo pasar y me voy a la parada más cercana del mio, el transporte público. Iré a visitar a mi abuela.

Cenizas de una felicidad efímera © | #2Where stories live. Discover now