Capítulo ∞ 7

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DANIEL

En un estado de estupor llego hasta mi apartamento. Siento como si todo hubiera pasado en un parpadeo, el momento en que la vi, cuando me hablo, cuando salió corriendo. Fue en menos de un segundo. Una milésima de segundo.

Me desvisto de forma mecánica y me dirijo hacia la ducha, agotado física y mentalmente. Nunca esperé verla tan pronto, y nunca esperé que reaccionara de la forma en que lo hizo.

Es que no puedo olvidar su rostro, tan asustada... presa del pánico diría yo.

Suspiro y me adentro en la ducha, dejando que el agua fría relaje mis músculos. No sé por cuanto permanezco bajo el agua, pero no dejo de darle vueltas a lo que acaba de suceder. Ella tenía miedo. De mí. Tal vez es cierto. Tal vez no quiere verme. No me quiere en su vida. Aún así tengo que escucharlo nuevamente de sus labios.

Salgo de la ducha y me visto con lo primero que encuentro. Enciendo el televisor pero en cuanto me siento el timbre suena. Mi pulso se acelera, con la esperanza de que sea ella. Que le haya dicho a su madre que me vio y doña Patricia le haya dado mi dirección.

Rápidamente voy hacia la puerta y me llevo una decepción cuando me encuentro con los gemelos tras ella.

—No pongás esa cara, españolete —dice Felipe cuando pasa por mi lado. He aprendido a diferenciarlos porque él tiene un lunar junto a su ojo derecho, y Andrés no.

—Esperaba que fuera...

—¿Quién? ¿Macarena?

—Sí.

Ambos se instalan en mi sofá, igual que la última vez, y montan sus pies sobre la mesita de centro. Me acerco a ellos y me siento en un mueble individual.

—Ella no estaba en la casa cuando salimos. Salió a correr.

—Lo sé. —Suspiro, debatiéndome si debo decírselo a ellos. No lo pienso mucho, ellos son lo más cercano a un amigo que tengo aquí—. La vi.

—¿La viste? —preguntan al unísono, quitando sus ojos de la pantalla y posándolos en mí.

—Sí.

—¿Dónde? —pregunta Felipe al mismo tiempo que Andrés pregunta cuándo.

—Hace una media hora. En el parque que hay detrás del edificio.

—¿Y ella qué hizo? —se sincronizan nuevamente.

—Sólo... se alejó. —Desvío la mirada, avergonzado de confesarlo. No sé por qué me siento así.

A excepción del sonido del televisor, la habitación se queda en silencio. No quiero verlos y encontrar lástima en sus rostros así que me entretengo con una manilla que hay en mi muñeca, pasando mi dedo alrededor de su bordado y repasando su forma.

Uno de ellos se aclara la garganta y comenta algo del partido de baloncesto que se reproduce en la pantalla, al parecer no son muy buenos para dar consejos y lo agradezco. Yo decido ignorarlos y me dedico a permanecer ahí sentado, en su compañía, pero con mi mente a millones de años luz de distancia.

Durante el medio tiempo entiendo que van a pedir una pizza o algo para cenar, les digo que no hay problema. Empiezo a sofocarme otra vez estando aquí sentado, así que tomo mi móvil y me voy al balcón, dejándolos a ellos en mi sala. Marco nuevamente el número de Nena pero, como esperaba, me salta al buzón de voz. No esperaba que me contestara de todas formas, debe imaginarse que soy yo y sólo estará pensando en alguna manera de sacarme de su vida. Otra vez.

Pero si decide que no me quiere en su vida definitivamente, este será mi último intento.

Cenizas de una felicidad efímera © | #2Where stories live. Discover now