03 | Rumores que hieren.

70.7K 7.5K 9.6K
                                    


03 | Rumores que hieren.

ALEX


Las notas musicales que he escrito esta mañana se pierden a lo largo del pentagrama. Intento imaginarme cómo sonará esa melodía en realidad y pienso en si encajará con aquella que llevo días escuchando dentro de mi cabeza. Me pregunto si, a la hora de escribir la letra, sabré expresar con palabras aquello que quiero transmitir.

¿Habré compuesto una balada dedicada a sanar un corazón roto? Con algo de suerte, quizá se convierta en un éxito mundial y todo el mundo acabe bailándola en las discotecas. Podría sonar a todo volumen por los altavoces y hacer vibrar todo el planeta, como una vieja canción de los ochenta. O puede que termine siendo una suave canción de cuna. Quizá sirva para alegrarle el día a alguien. Quizá haga a una persona reír. Quizá consiga hacer a alguien llorar

O puede que, en realidad, solo sea una canción de despedida. Una escrita por un artista sin talento que está diciéndole adiós a su mayor pasión en el mundo.

Sea lo que sea, supongo que nunca lo descubriré.

No voy a terminar de escribirla.

Resoplo. El corazón me suplica que deje de seguir las órdenes de mi cerebro, pero yo siempre le hago caso a él, porque suele ser quien lleva la voz de la razón. También es quien piensa en papá y quien me recuerda tengo que sobrevivir a este año, graduarme y buscar un buen trabajo. Es quien se preocupa por el futuro.

Dejando de lado el cuaderno, apoyo la frente sobre la mesa e intento aislarme del ruido que hay en la cafetería y concentrarme en el frío que penetra en mi piel. La melodía sigue dentro de mi cabeza e intento convencerme de que, si lucho contra ella lo suficiente, acabará desapareciendo. Luego quemaré las páginas de este cuaderno y mi pequeña canción de despedida se perderá entre las cenizas para siempre.

Después, nadie más podrá escucharla. Los demás ni siquiera sabrán que existió.

De pronto, alguien deja caer su bandeja sobre la mesa. Con fuerza.

—¿Dónde diablos está mi rata?

Se trata de Blake. Lo compruebo en cuanto levanto la cabeza, sobresaltado, y subo la mirada hasta que mis ojos se cruzan con los suyos. Ha apoyado las manos sobre la mesa para ganar terreno, como si creyese que así conseguirá intimidarme. A juzgar por su expresión, está bastante enfadada conmigo.

No quiero que se dé cuenta de lo que ocurre. Por eso, pongo los ojos en blanco, como si su presencia me molestase, antes de volver a mirar el cuaderno.

—Hola a ti también, hermanita.

—No estoy de humor para bromas, Alexander. Dime dónde está Petunia. Ahora.

Hago una mueca. En el fondo, entiendo que esté cabreada. Esta mañana, le prometí que le llevaría la rata al aula de literatura en cuanto acabase la segunda hora de clase, pero lo que he hecho en su lugar ha sido ignorarla. Mucho.

Le he dejado en visto más de treinta mensajes.

Lo único que diré en mi defensa es que necesitaba tiempo para asimilar lo que ha pasado antes, en el cuarto del conserje. Este está siendo, sin duda, uno de los peores días de mi vida. Solo estamos a principios de curso y ya he roto la promesa que le hice a mi padre. Y todo es culpa de Owen.

No quiero ni pensar en cómo reaccionará mi jefe cuando le diga que estoy castigado por las tardes.

—Está en mi mochila —respondo, tras unos segundos en silencio. Pongo la mano sobre la cremallera antes de que Blake pueda moverse—. Pero no la abras ahora. No creo que a nadie le guste que hayamos traído a una rata a la cafetería.

Cántame al oído | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora