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—Tengamos una cita—dijo Noah en cuanto Max contestó su llamada.

—¿Qué?, ¿en lunes? —preguntó confundido— tengo clases.

—Lo sé, pasaré por ti —colgó.

Max se quedó viendo el celular por unos cuantos segundos. Sin duda Noah estaba loco, ¿llamar a las seis de la mañana en lunes para decirle que tengan una cita? Soltó una pequeña risa, le gustaba bastante, sin duda alguna.
Sus mejillas se pusieron rojas, quería gritar de emoción.

—¿Qué te dijeron? —preguntó Matt desde el marco de la puerta, seguido de una risa. Le gustaba ver a su hermano feliz, por más que lo negara.

—No te metas en lo mío —contestó aún con la sonrisa en el rostro.

—Quería preguntarte algo —entró a la habitación.

—¿Qué cosa? —hizo espacio en la cama para que su hermano se sentara.

—¿Estás saliendo con este chico... Noah? —se sentó su lado.

—Si solo vienes a fastidiar te pido que te vayas —lo miro serio.

—No, hablo en serio, quiero saber... no vine a fastidiarte y mucho menos a juzgarte.

—Si, estamos saliendo —contestó, alterando solo un poco la verdad.

—¿Entonces ya lo han hecho? —preguntó sin vergüenza alguna, Max se puso rojo.

—N-no —negó con la cabeza.

—Te delatas tú solo Max —rió.

—Es la verdad —miró hacía otro lado, tratando de esconder el rubor en sus mejillas.

—Puedes confiar en mi —posó su mano en la rodilla de Max.

—Si —contestó, mientras sus mejillas se ponían todavía más rojas.

—Siempre pensé que yo sería el primero en perder la virginidad —dijo un poco sorprendido.

—Bueno ya, vete si no tienes nada más que decir, me tengo que vestir —volteo a verlo.

—Okay —levantó las manos— tranquilo.

Sin decir más, Matt salió de la habitación. Dejando solo a Max, quien suspiró y se echó para atrás en la cama.

—Noah, Noah, Noah —susurró con una sonrisa.

Por otro lado, Daril estaba sentado en la sala junto a Bobby, esperando un poco para que el padre de Félix lo llevará a la escuela, se había levantado más temprano de lo usual.

Por un momento cruzó por su cabeza la escena que Jessie había montado el día anterior.

—Maldito Jessie —susurró para si mismo— ¿no crees, Bobby? —la levantó un poco— no es mi culpa gustarle, digo, yo nunca le di motivos —la abrazó y suspiró— ¿qué es lo que me pasa pequeña? —besó la cabeza de Bobby— usualmente me daría igual —hizo una pausa— esto es culpa de Chris.

—¿Qué es culpa de mi hermano? —preguntó Marc, quien iba bajando las escaleras.

—¿Te quedaste a dormir? —Marc asintió— Félix no tiene llenadera —susurró por lo bajo.

—Tranquilo —rió— no pasó nada, el durmió en el cuarto de Lea.

—Nunca pregunté —lo miró fastidiado.

—Entonces, ¿qué hay de Chris? —se sentó a su lado.

—Todo es su culpa —se aferró a Bobby— me hace ser diferente sin que yo siquiera lo quiera —sus mejillas se pusieron rojas.

Apostando el DestinoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum