72. BEE

116K 8.7K 229
                                    

72ÁLBUM: DesilusiónCANCIÓN: Jain - Come

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

72
ÁLBUM: Desilusión
CANCIÓN: Jain - Come

Quizá le solté la pregunta antes de tiempo, porque su reacción no fue una sonrisa lasciva precisamente como la había imaginado en mi cabeza. Había imaginado ver emanar de sus ojos una llamarada de lujuria, en cambio no fue así. Primero se quedó unos segundos callado, mirándome como si no me hubiese entendido, luego dio un sorbo a su cerveza artesana y habló.

 Primero se quedó unos segundos callado, mirándome como si no me hubiese entendido, luego dio un sorbo a su cerveza artesana y habló

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Me encantaría... pero mañana me voy a Hong Kong. A una exposición de Pearl Lam, y no vuelvo hasta el miércoles.
Hasta sentada me seguían temblando las piernas. ¿Es que nunca me dejarían de templar las piernas cuando le tuviera así de cerca? Su perfume invadía el ambiente impidiéndome captar cualquier otro olor.
—Oh.
Fue lo único que pude decir mientras se rompía mi corazón. Podía al menos invitarme a ir con él... ¿No? Aunque luego me viera obligada a declinar la invitación por el trabajo.
—Iré con mi abuelo— se apresuró a decir al ver lo callada que me había vuelto de pronto. Quizá debería haberle consultado mis planes antes de haber alquilado la casa por todo un fin de semana. ¿Y ahora qué iba hacer? ¿Disfrutar de un fin de semana sola en la playa, el frío y la soledad?
—Oh.—Volví a decir como si me faltaran neuronas o algo así.

—Volví a decir como si me faltaran neuronas o algo así

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Claro.
Si iba Joseph Gallagher no iba ni que me pagaran.
Su abuelo tenía un aura que hacía que bajara la cabeza y siguiera caminando sin girarme a mirarle. Era demasiado imponente como para intentar llamar su atención (por muy poco que fuera), él analizaba cada detalle minuciosamente, luego te miraba fijamente, se quedaba con tu cara y se iba sin decir nada.
¿Si dijera algo acabaría con el temor que me provocaba? Quizá no, pero puede que ayudara a suavizar la incómoda situación.

Después de un par de copas y una conversación amena Wes me invitó a ir a su casa y acepté. ¿Por qué no? De vez en cuando había que decir que sí. Sobre todo cuando había tenido un día horrible, necesitaba relajar mis músculos en algún juego sexual.
Quizá un poco de la medusa y el acróbata me quite toda la tensión y me deje como nueva. (Kamasutra)
Nada más entrar a su casa corrimos como dos niños que juegan a esconderse a su habitación.
La ropa se deslizó de forma casi mágica mientras nuestros cuerpos empezaban una dulce y rítmica danza sexual.
Esa noche ambos acabamos exaustos, yo fui la primera en caer rendida. No es que hubiese quedado a dormir a su casa ninguna de las veces que fui por allí después de nuestra íntima amistad, pero ese día fue una magnífica excepción.
Después de varios sueños de los que no pude sacar nada en concreto escuché el verso de un poema que había leído Eve esa mañana.
—‪Te quiero como para escuchar tu risa toda la noche y dormir en tu pecho, sin sombras ni fantasmas, te quiero como para no soltarte jamás, te quiero por y para siempr‬e— canturreaba ella por la casa feliz. Esa no parecía la Eve de siempre pero ese día le dio por recitar ese verso de Alba Quiñonez Martínez como si estuviera perdidamente enamorada. Cuando le preguntamos por qué de pronto se había vuelto tan moñas se limitó a sonreír, a robarnos una fresa a cada una y luego exhalar un pesado suspiro.
La risa de Wes era acompasada y sutil, como el cantar de un pájaro en peligro de extinción.
Y al ser la primera vez que dormía en su pecho, sólo podía decir que los latidos de su corazón eran como el trotar de varios caballos al unísono. Como cualquier persona tenía sus más y sus menos y, aunque no pudiera decir que le quería o que estuviera enamorada de él, me hubiese gustado que ese momento hubiese durado para siempre. Pero como todos lo sabemos eso no fue así, en cuanto él se levantó para irse al aeropuerto a encontrarse con su abuelo y juntos irse a Hong Kong, el encanto se acabó y me tocó irme a casa, muy a mi pesar.

ACCIDENTALMENTE TUYA © 1º PARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora