12. BYBEE

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12ÁLBUM: Lo perfecto es ser imperfecto CANCIÓN: All I got - Newton Faulkner

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ÁLBUM: Lo perfecto es ser imperfecto
CANCIÓN: All I got - Newton Faulkner

—Por supuesto.— Se rascó la barbilla. Miró al suelo durante una fracción de segundos, luego se llevó las manos a las caderas y suspiró —. En ese caso te llamaré un taxi.

Le dediqué una tenue sonrisa mientras él hacía acopio de marcar a la compañía de taxi.

¿Se podía estar en una situación más incómoda? Ni que hubiéramos tenido una noche de pasión loca para que ahora me sintiera incómoda pero así me sentía, y tenía la leve corazonada de que Wes estaba en las mismas.

La puerta de la entrada se abrió y ambos nos giramos para ver de quién era.
Una señora castaña, menuda y rechoncha apareció por ella. Detrás suyo se asomaba una joven que cargaba un par de bolsas de papel marrón. Era alta, delgada y castaña como la primera. La mayor se detuvo en seco al vernos parados en el salón.

Miró a Wes confundida y luego una radiante sonrisa se depositó en sus labios.

—Señor Gallagher, señorita—Nos saludó la mujer con mucha simpatía. Su tono de voz me recordó a mi abuela, que en paz descansaba.

—Cohen, estas son Lucrecia y Daisy.

—Hola—saludé tímidamente, alzando la mano en el aire.

—Hola.

Daisy pasó sonriente, luego ambas se dirigieron a la cocina en la que habíamos desayunado aquella misma mañana.

Observé como se alejaban hasta que desaparecieron de la vista, fue entonces cuando me giré hacia Wesley con una sonrisa divertida. Su cara de culo hizo que se desvaneciera de inmediato. No tenía ni la mínima intensión de fingir no estar de mal humor, como la noche pasada, cuando me «presentó» a sus hermanos. ¿Es que tenía algún inconveniente en que conociera la gente de su círculo privado? Eso era más que obvio.

Suspiré y me acerqué a él. Colgó el teléfono que había usado para llamar al taxi y me miró frunciendo el ceño.

—Estará aquí en quince minutos—comunicó dejando el teléfono sobre una mesita con patas en forma de V.

—Gracias.

—No hay de qué.— Sonrió de forma distraída.

—Wesley...

—¿Sí?— Suspiró volviendo a depositar las manos en sus caderas.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

Por la comisura de sus labios surgió una sonrisa pícara.

—No.

—Eres guapo, apuesto, tienes talento... ¿Por qué sigues soltero?

Me miró cansinamente mientras soltaba un suspiro ruidosamente por la nariz y miraba a sus pies descalzos.

La verdad era que tenía cierta curiosidad por saber el «por qué» de su soltería.

¿Acaso era gay? O tenía novia y no quería decirlo...

Quizá su novia estuviera fuera del país y le daba luz verde para llevar a chicas a su casa. Sabía algo sobre las relaciones abiertas, Eve había tenido unas cuentas y le iba bien, solo necesitaba saber por qué alguien como él parecía tan... ¿Solo? Conocía a unas cuantas chicas que estarían encantadas de quitarle esa soledad de encima de un solo meneo.

—Creí que era un capullo arrogante ¿Qué más?—Se rascó la barbilla pensativo—. Ah, sí, un pervertido.

Rio divertido al ver cómo le escudriñaba con la mirada. Su risa era contagiosa, pero intenté no seguirle el rollo, aun así, me traicionó una pequeña sonrisa.

—¿No son los mejores así? Un poco maniacos, arrogantes... algo mandones—musité por impulso e inmediatamente me arrepentí.

Wes dejó de reír y se rascó la nuca, incómodo.

—Creo que ha leído usted demasiados libros Cohen.— Su tono serio me hizo achinar los ojos. ¿Y ahora qué?

La verdad era que tenía razón.
Había leído demasiados libros románticos para creer que la perfección estaba en los defectos de uno mismo.

Suspiré.

Había pasado demasiado tiempo entre libros, lapiceros y pinceles y eso me había hecho tener una perspectiva muy distinta de la realidad, pero...
¿Quién nunca había soñado con ese arrogante perfecto?

Pasados los quince minutos, en punto, oímos el claxon de un coche delante de la vivienda. El taxi había llegado al fin.

Wes me acompañó fuera y le entregó un billete de cien al taxista quien sonrío ampliamente.

Iba a decirle algo sobre el dinero, pero decidí callarlo. Por su culpa había acabado allí, que menos que pagara él.

—Adiós, Wesley.

—Adiós, Cohen.

Y esas fueron las últimas palabras que oí del desconocido que me había hecho tener un interesante fin de semana.

HASTA VIERNES BOMBONES.

ACCIDENTALMENTE TUYA © 1º PARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora