21. BYBEE

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21ÁLBUM:  MetroCANCIÓN: ABC - The Jackson 5

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ÁLBUM: Metro
CANCIÓN: ABC - The Jackson 5

El metro.

¿Quién nunca ha tenido que coger el dichoso metro y no se ha quejado de él? Pues ese día la que se quejaba era yo

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¿Quién nunca ha tenido que coger el dichoso metro y no se ha quejado de él? Pues ese día la que se quejaba era yo. Llevaba quince minutos esperando debido al paro de transporte y en el panel de información ni siquiera estaba puesto cuánto faltaba para el siguiente.

Suspiré poniéndome evidentemente nerviosa.

Tenía que llegar a tiempo de coger al Tiger abierto, la tienda del ambientador que tanto quería Katz. Llevaba toda la semana recordándomelo mientras yo me hacía la tonta, ganando tiempo.

Había tenido una semana locuaz.
Estaba estudiando como loca para un examen y cuanto más estudiaba menos creía saber. Eso me estaba afectando los nervios sobremanera.

Hacía unos días del accidente con Emy y desde entonces parecía que me la encontraba cada dos por tres cuando salía del piso de las chicas. Quienes, por cierto, me habían nombrado compi oficial de piso. Al conocer mi situación económica en vez de pedirme un alquiler, entre las tres quedamos en que limpiaría el departamento dos veces al mes (cada semana tocaba a una), y que cada semana me inventaría un nuevo batido.
Según ellas a mí me salían muy bien, y no era por tirarme flores ni nada por el estilo, pero salían de rechupete.
Además, ayudaría con la compra y la comida, lo que era lo justo. Todo lo que fuera ahorrar dinero me parecía bien.
Me gustaba compartir piso con las chicas, era como vivir en una película de comedia en carnes propia.

Daba un paso hacia el andén y volvía a dar otro hacia atrás, nerviosa.

Como bien dice el dicho: la espera desespera y empezaba a perder la esperanza de que fuera a pasar el metro por la línea 3.

Para amenizar la espera, abrí el bolso y saqué un libro que había encontrado en un mercadillo al volver a casa después de una entrevista de trabajo fallida.

El libro estaba apilado entre otros tantos clásicos. Normalmente me decantaría por el clásico, ya que tienen ese encanto único de otros tiempos donde el romance y el drama iban de la mano. Pero no, ese día aquel libro me despertó especial interés, su portada ligeramente lavanda y amarilla me encantó. Y que se titulara Guardaespaldas me decía que prometía una historia inigualable. No dudé ni un solo segundo, me acerqué a la caja y me lo llevé, desde entonces no había podido abandonar sus páginas en mi tiempo libre. Me quedaban menos de cien páginas y con cada capítulo quería más, aunque a veces me tuviese que resignar con esperar para saber qué pasaría a continuación.

Estaba inmersa en la parte donde Amanda Taylor era raptada por el sádico y terrible hermano de Owen Miller, cuando se escuchó de lejos el sonido del tren acercándose. Levanté la vista hacia el panel de información, al fin, anunciaban la llegada del metro. Segundos después, sonó la tan reconocida voz por megafonía diciendo:

—El tren va efectuar su entrada en la estación.

Sentí mis mejillas húmedas y rápidamente me las limpié. Ni siquiera me había dado cuenta de que había empezado a llorar con la escena del libro, pero los sentimientos de la protagonista eran tan desgarradores que simplemente era inevitable.

El andén estaba a rebosar, como no encontrara un hueco a primera línea antes de que el metro entrara a la estación no iba a poder subirme y me tocaría volver a esperar otra eternidad.

Intenté hacerme sitio adelante como pude, todos querían entrar y la cosa iba a ser complicada. Con un poco de suerte pude entrar una de las últimas empujando un poco a la gente. Íbamos peor que otros días y eso me dificultaba bastante respirar, pero me tuve que aguantar, no había más opciones.

Todavía tenía pensado buscarme un trabajo, aunque con la venta del coche, ya no iba tan apurada, con que iría buscando sin prisas. Sobre todo, con la locura de exámenes que tenía entre manos.

Llegué a Tiger minutos antes de su horario de cierre, esa tienda era lo más, tenía cosas muy «cukis». Era como si la mismísima Karina Milanesi, hubiera hecho todos los artículos con mucho empeño y cariño.
Cogí unas cuantas jarras vasos ya que para los batidos eran ideales.
Eve era adicta a hacer fotos para su Instagram, seguro que estaría encantadíssima.
También cogí una lámpara de lava, unos cuantos cojines para decorar el pequeño espacio que tenía para mí y unos pocos artículos más. Llegué a la caja para pagar cuando faltaban exactamente dos minutos para el cierre.

Katz ya no podría quejarse.
Ya tenía su dichoso ambientador y yo once mil novecientos cincuenta dólares en el banco.

ACCIDENTALMENTE TUYA © 1º PARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora