71. BEE

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71ÁLBUM: Amigos con derecho a algo másCANCIÓN:Human Rag'n Bone Man

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ÁLBUM: Amigos con derecho a algo más
CANCIÓN:Human Rag'n Bone Man

Iba a ser que los consejos de Katz servían de algo. Después de dejarle con el calentón y pagarle con la misma moneda lo que una vez me hizo, tenía a Wesley comiéndome de la mano, metafóricamente.
Wasapeabamos con más frecuencia e incluso era agradable y divertido.
Pero no nos adelantemos a los hechos, no todo eran corazones y rosas en la vida de Bee Cohen. Trabajar con Strauss era duro, el tipo era rudo y con él no había tonterías, ni deslices que valieran la pena.
Con él o se trabajaba duro o a la calle y eso me hacía apreciar un poquito más mi dinero y trabajo. No le importaba mi forma de vestir siempre que fuera a las reuniones debidamente, los tacones le eran indiferentes y en cuestión de café no es que le hiciera mucha gracia, con que siempre le preparaba té verde. Por lo demás ignoraba mi existencia siempre y cuando no necesitara darme el latigazo para trabajar.
Al no haber una secretaria por la mañana, llevaba trabajo a casa e incluso a veces tenía que salir de clase para atender a sus llamadas. Hunter Strauss me tenía agotada y no de la forma que me pudiera llegar a gustar.

Era muy varonil e incluso llegaba a ser sexy, su pelo era tan rizado cuanto el del personaje de Sherlock Homes y sus ojos color limón azucarado no siempre eran dulces

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Era muy varonil e incluso llegaba a ser sexy, su pelo era tan rizado cuanto el del personaje de Sherlock Homes y sus ojos color limón azucarado no siempre eran dulces. Sus facciones eran severas y ninguna vez le vi sonreír o siquiera dar las gracias por mis esfuerzos de hacer todo exactamente como exigía. Aunque, los mejores momentos eran cuando me tocaba llevar algún documento para que lo firmara el presidente de JJC, también conocido por Wesley Gallagher o por Cascarrabias como me gusta más a mí.

Era viernes.
Uno de los días que más esperaba de toda la semana, no solo por no tener que ir a trabajar el sábado, sino también por las citas con Wesley. Ya se había vuelto una tradición ir a tomar copas los viernes al bar cerca de casa. Y eso me emocionaba como le emocionaría a una chiquilla la Navidad y resulta que ese día iba a llegar tarde. Suspiré ruidosamente por la nariz mientras era aplastada por media docena de trabajadores que se subían al metro. Por mis audífonos sonaba a todo volumen Human de Rag'n Bone Man. De toda la canción solo me quedaba con una de parte.

Puede que sea un ingenuo, puede que esté ciego,
pensando que puedo ver a través de esto,
y ver lo que hay detrás.
No tengo manera de demostrarlo,
así que tal vez esté ciego.
Pero solo soy humano, después de todo,
solo soy humano, después de todo,
no me eches a mí tu culpa.

Me hacía pensar en mi situación actual. Era amiga con derecho de alguien demasiado poderoso como para romperme el corazón con un solo soplido y aunque a veces le diera «calabazas» y otras me entregara en bandeja a él, me daba miedo correr más riesgos de los necesarios. ¿Debería irme con pies de plomo con Wesley o debería arriesgar hasta mi última moneda en él como en el póker?

Es mundialmente sabido que, cuando uno tiene prisa, todo tipo de imprevistos se darán para que llegues tarde.
Y con la nieve que caía a borbotones a mediados de diciembre todo se hacía más complicado. Llegué congelada al bar.
—Lo siento, Strauss me tuvo haciendo toda la tarde el informe de cierre...
—No te preocupes.
Me dedicó una media sonrisa y se levantó para ayudarme a quitar el abrigo. Al menos en el bar tenían la calefacción puesta.
¿Se me olvidó deciros que ahora éramos amigos con derecho? Quizá ese detalle lo hubiese pasado por alto, pero sí, haberle dejado con el calentón le dejó claro que no podría manipularme a su antojo y hasta el momento nos iba bien. A veces decía que no a algo que quería hacer para dejarle con ganas de más. Por ejemplo el martes le dije que no podía ir a su casa a cenar cuando me invitó a ir. Obviamente podía (de hecho no había otra cosa que deseara más), pero intentaba poner ciertos límites, mismo fastidiándome por no aprovechar la situación dada. Creedme, el remordimiento por decirle que no a veces me hacía estar horas en la cama a modo Plof. Mi gran duda era ¿cuándo dejar de decir que no? No quería abusar de la palabra y en vez de atraerle, acabar aburriéndole.

La semana pasada me llevó a un mercadillo al sur de la ciudad. Nunca pensé que podría comprar cosas tan batatas en un mercadillo, aunque lo que más me emocionó fue regatear con los feriantes. Además, claro, de pasar todo el día en compañía de Wes.
Debía resaltar que había algo malo en toda aquella relación de amigos con derecho. Yo me estaba volviendo casi dependiente de él. Sobre todo con el hecho de wasapear estando en clase, en la oficina, en casa, etc.
Siempre intentaba hacerme la loca si Strauss salía de su despacho sin que yo llegara a oírle acercarse, no podía permitirme el lujo de que me despidiera por estar wasapeando en horas de trabajo.

Ese viernes estaba animada.
Tenía pensado invitarle a pasar el fin de semana en una casa que alquilé en la playa. Por mucho que nevara e hiciera frío no estropearía mis planes playeros. El frío ayudaría que estuviéramos todo el tiempo en la casa, juntos.
Estar a unas cuantas horas de la ciudad, lejos de todos, haría que nuestra «conexión» creciera un poquito más.

ACCIDENTALMENTE TUYA © 1º PARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora