Capítulo 1

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Madison

— ¿Qué es esto? —dice Hudson algo bajito y extiende su mano para tomar algo del suelo— ¡Corre! —me empuja y tira de mi para llevarme dentro. Aún no entendía lo que estaba sucediendo.

— ¿Qué ocurre? —me asomé al jardín pero rápidamente volví a meter la cabeza dentro porque algo pasó por delante mia clavándose en el sofá.

— Alan no está muerto, alguien nos ataca.

— Espera, espera, ¿qué? —la información procesaba muy lento en mi cabeza— ¿Y porqué usan eso y no nos matan? —señale el dardo tranquilizante.

— Ese alguien nos quiere vivos.

Unos disparos con silenciador se escucharon.

— ¿Qué está pasando aquí? —dije totalmente confundida.

— Lo único que sé es que pronto lo vamos a averiguar y que no tenemos que movernos.

— Estoy de acuerdo. —dije convenciéndome a mi misma. Me era difícil pensar— ¿Entonces Alan no está muerto?

— No bueno, eso creo. Pronto lo sabremos.

— No sabes nada. —le fulmine con la mirada.

— Calla que tu sabes menos.

Estuvimos unos minutos esperando que algo ocurriera. Dos chicos entraron por la puerta principal arrastrando a un hombre y seguidos de Louis y Norton.

— Levanten de ahí. —nos dice Louis— Traigan a Alan dentro y cierren todas las ventanas y puertas. Cubran todo para que nada se vea.

Hudson y yo nos miramos uno al otro y luego obedecimos a las ordenes de Louis. Al acabar, fuimos a la cocina donde estaba el hombre atado a una silla.

— ¡Habla! —le grita uno de los chicos.

— Nunca. —contesta el hombre.

— Abre el cajón que hay a tu izquierda. —le dije. Éste lo abrió y sacó un cuchillo.

— ¿Aún no quieres decirnos nada? —le pregunta el chico y él niega con la cabeza— Si eso quieres. —va acercando el cuchillo a su mano.

— ¡Vale, vale! Les diré todo.

— Eso siempre funciona. —dije satisfecha.

— ¿Qué queréis de ellos?

— La recompensa.

— ¿Qué recompensa? —salta Hudson.

— Las recompensas que hay por vuestras cabezas. Todos os quieren muertos.

— ¿Y quién está detrás de todo esto?

— ¿Quién? Quiénes. —le corrige— Todos los jefes de cada bando.

— ¿Y porqué? Se supone que estábamos muertos. ¿Cómo supieron de nosotros? —pregunté.

— Habéis matado a muchos y ahora os quieren devolver —piensa— el favor. Como ya sabéis, hay muchos bandos y los integrantes están por todos lados. Ni sabéis con quien estáis hablado.

— Bueno, creo que —dice uno de los chicos y luego le corta el cuello— ya hemos obtenido lo que queríamos.

— ¡Oye! ¡Ésta es mi cocina! —le dije.

— Y ésta era mi misión. —dice tomando un trapo de la cocina para limpiarse las manos— He acabado.

— Que mal genio. —dije entre dientes.

— Mira quien habla. —ríe Hudson. El chico va hacia la puerta tirando el trapo al suelo.

— Espera Chad. —le para Louis— Tal y como están las cosas, tenéis que mudaros de aquí. Chad, tu también vivirás con ellos.

— Genial, será divertido vivir con éstos pringados. —dice él cruzándose de brazos y mirándonos con cara de asco.

— ¿Cuál es tú problema? —pregunté— Pero espera, no me lo digas que no me importa. —le di la espalda.

— ¡Nos atacan! —grita Alan.

— Y aquí va el tercer imbécil. —bufa Chad.

— Algo tarde. —fui hacia él y comencé a pegarle.

— Pensé que estabas muerto. —intenta tomar mis manos.

— Lo estaré si sigues pegándome. —tira de mi y me abraza— Lo siento. —besa mi cabeza— ¿Qué ha pasado aquí? —dice al ver el cuerpo.

— Ya te lo contaré todo.

Al cabo de un rato todos se fueron. Después de limpiar el desastre que dejo Chad en la cocina y contarle a Alan las nuevas noticias, él subió a darse una ducha y yo le espere tumbada en la cama.

— ¿Por qué no estás durmiendo? —dice entrando en la habitación.

— Quería asegurarme de que vinieras vivo a la cama.

— Sería demasiada mala suerte que me pasara algo en la lucha. —ríe y se tumba en la cama.

— ¿Aún tienes que tomarte esas inyecciones? 

— No, estoy libre de toda substancia. Ahora la única cosa que puede matarme es una bala directa al corazón y con algo de suerte, a lo mejor, también sobrevivo a eso.

— La suerte nunca está contigo.

— Estuvo ya que estas viva. —se acerca a mi y me besa.

Alan

Necesito más besos para poder cansarme de ellos. La acerqué más a mi y seguí besándola. Necesitaba sentirla cerca. Subió su mano hasta mi cuello haciendo estremecer mi piel.

Ni te das cuenta lo que causas en mi. Empezando por tu sonrisa retorcida, tus besos que me tocan hasta el alma, tus pequeñas manos que me estrujan y tus uñas arañándome la espalda, tus dientes que torturan mi piel y tu lengua que envenena mi boca. Ni te das cuenta que acabas de despertar todos los poros de mi cuerpo. Nunca pensé que volvería a tenerte y menos que yo estaría para contarlo.

¡Ups! Un día másOn viuen les histories. Descobreix ara