Capítulo 39

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Madison

Las cadenas son una fuente de dolor y frío porque con el paso de las horas, el dolor de las muñecas iba aumentando y cada vez tenía más frío. Comencé a temblar. Por lo visto a Chad no le importa esto.

— Y decía que quería al hijo —me dije a mi misma en voz alta. Si a mi no me cuida, tampoco cuida al bebé—. Maldito gilipollas —dije con asco.

Estando así, tan sólo una sola cosa puedo hacer contra él: no hablarle. No podrá hacerme hablar de ninguna manera.

En la oscuridad de la habitación se podía escuchar el tintineo de otras cadenas. La puerta se abrió dejando entrar un rayo de luz.

— Espero que hayas tranquilizado tus hormonas —dice encendiendo la luz—. ¿Qué te pasa? —pregunta al verme y se acerca a mi. Le miré—. Estás temblando, ¿por qué no dices nada? —salió de la habitación.

¿Por qué no digo nada? Qué imbécil. Si tan sólo me hiciera caso en algo de todo lo que le llevo gritando... Para él siempre fue más fácil ignorarme. Vuelve con una manta y me envuelve en ella.

— ¿Estás mejor? —me frota la espalda. Una mano libre me es suficiente para partirle la cara en este momento. Al ver que no le respondí, se levanta—. Voy a cambiarte las cadenas. Éstas son más largas.

Las cambió con sumo cuidado de no dejar ninguna extremidad fuera.

— En un rato te traeré la comida. ¿Quieres algo en especial? —le miré con el ceño fruncido.

Vuelve a irse y regresa con un colchón el cual lo pone debajo mio. Se pone de cuclillas a una distancia adecuada para no alcanzarle.

— Así que no piensas hablarme... —achina los ojos—. ¡Háblame! —me da una bofetada con el dorso de la mano.

Quedé impactada por su gesto. Esto sí que no me lo esperaba. Agacha la cabeza y suspira.

— Mira lo que me haces hacer —se levanta y se sienta en la silla.

Si hubiese pedido mi opinión, seguramente no estaría haciendo nada de esto. Él siempre hace las cosas por su cuenta. Suspire. Lo que tengo que aguantar.

— No te quise golpear pero me incitas a hacerlo. Creas tanta mierda en mi que a veces me dan ganas de matarte —pone sus codos en las piernas y hace un puño con sus manos para apoyar la cabeza y mirarme atentamente—. Como tú, yo también me mudé. Esta era la habitación para encerrar a algún enemigo. Así que no tenía nada planeando para ti. Camille, trabaja para mi o para nosotros depende de si me consideras un enemigo —hace una pausa—. Le ordene que te siguiera. Por él supe que compraste ese test y no tuve otra alternativa que hablar contigo. Me odiaras y me alegro de que lo hagas. Siempre lo quise así pero no que me veas como a un enemigo, de momento —se mantiene en silencio por unos pocos minutos, eso sí, no apartó la vista de mi ni un segundo—. Ese hijo —señala a mi barriga— es el hijo que no pude tener con Julia. Pero esta vez no morirás ni tú ni el bebé.

En estas condiciones no sé que pensar.

— Ya hablé mucho. ¿Ves lo que me provocas? —se levanta de golpe enojado— Pronto te traeré la comida y espero que por tu bien, hables —sale de la habitación dando un portazo.

No merece para nada que hable con él pero por el otro lado, si hablo, tal vez me trate mejor.

Al cabo de un rato, vuelve con una bandeja con mucha comida. Mas de la que me habría imaginado. Y para acompañar me trajo un té caliente. Me suelta sólo una mano para poder comer y él se sienta de nuevo en la silla a mirarme.

— Sí que tienes hambre —dice al verme engullir tan rápido.

Teniendo en cuenta que ya es de noche y él me tiene aquí desde esta mañana, sí, tengo mucha hambre.

— No entiendo como se te ocurrió la estúpida idea de no hablarme. Lo único que logras es hacerte daño a ti misma pero allá tú.

Con mi suerte, esas fueron sus últimas palabras mientras comía.

— Venga, irás al baño y dormirás. Mañana tengo muchas cosas que hacer -se acerca a mi para ponerme unas esposas quitando todas las cadenas—. Venga, levanta —tira de mi mano.

Me levanté y fui a la puerta. Una vez traspasar ésta, me quedé viendo la casa para buscar algún lugar de escape pero con mi suerte, estábamos en un pequeño pasillo.

— Venga —me empuja dentro del baño—, no tengo tiempo que perder —me senté en el váter y le miré. Al igual que yo, él también me miraba. Necesito privacidad, por lo menos aquí—. Si tienes que cagar hazlo y ya. Tengo una mierda delante más grande que la que vas a echar —se ríe con un tono malvado.

¡Él si que es una mierda! ¿En que momento pensé en no hablarle o mejor dicho insultarle? Una sonrisa se formó en mi rostro. Sus órdenes fueron cumplidas. Eché todo lo que tenía que echar sin ningún pudor. Para que la próxima cierre la puerta antes de hacer mis necesidades.

— Estoy seguro de que te guardaste todo eso para este momento —dice mientras volvemos a la habitación—. La próxima vez tendré más cuidado con lo que te doy de comer.

¡Ups! Un día másWhere stories live. Discover now