Madison
Tuvieron que internarme para que pudieran reconstruirme la mano y sanar mis quemaduras. Después de una intervención quirúrgica, me llevaron a la habitación en la que iba a estar en los siguientes días.
Los chicos entraron en la habitación.
— ¿Cómo estas? —me pregunta Alan.
— Me duele un poco pero estoy bien.
— Me alegro. —se sienta a mi lado y besa mi frente.
Hubo un silencio en la habitación hasta que Hudson hablo.
— Estas como una puta cabra. —nos echamos todos a reír.
Se quedaron un rato más en el cual charlamos todo tipo de cosas. Luego se fueron quedando sólo Alan.
— Deberías de irte a casa. Ésta cama no es muy cómoda. —le dije.
— Eso es lo de menos. No voy a dejarte sola. Si me voy, a saber que locuras te pueden volver a pasar. He pasado por muchas cosas, ya he aprendido la lección. —reí.
— Tienes razón.
Alan me sonríe pero esa sonrisa se va y cae en un profundo pensamiento.
— ¿En que piensas? —le pregunte.
— Quiero hacerte una pregunta. Puede que sea un poco inesperada. —se calla.
— Dime.
— ¿Sigues sintiendo algo por Ace?
Ace, vaya... Tiempo sin pensar en él. La verdad es que intente olvidarle para no sentirme culpable.
— Le quiero pero como a una persona a la que aprecio mucho y le tengo mucho cariño.
— Entiendo. —hace una pausa— Le dolió mucho por tu supuesta muerte. Hasta se mudo porque todo le recordaba a ti.
— Me lo imagino.
— ¿Sabes a quien echo de menos?
— ¿Amber? —me burle.
— No. —ríe— A Thomas.
— Yo también le echo de menos. ¿Qué habrá sido de él?
— Supongo que algo bueno. Estudiaba todo el día para ser alguien en el bando, útil.
— ¿Crees que nos mataran si le hacemos una visita?
— Lo más seguro pero podríamos intentarlo algún día.
(Al día siguiente)
Alan se fue a casa a cambiarse y descansar un poco. No pudo pegar ojo en toda la noche. Pero en cambio vino Bryce y su hijo.
— ¡Hola! —dice el niño saltando a mi cama.
— Ten cuidado con mi pie. —le amenace con el dedo. Él se sentó y ni movió un pelo.
— Te traje algo para que comas. —me dice Bryce tendiéndome un plato envuelto.
— No hacía falta.
— Bueno... tengo que ser útil, ¿no? Tu misma lo dijiste.
— Voy a serte sincera. No me caes bien pero tampoco tengo algo en tu contra.
— Gracias por ser sincera y espero que eso se arregle con el tiempo.
* * *
Después de dos semanas me dejaron ir a casa. Con Alan, las cosas iban muy bien. Parece que no tenía nada con Bryce. Por fin nuestra relación comenzó a ser más seria y formal. Tuvimos muchas noches de pasión juntos, fusionando nuestro cuerpo en uno. De las mejores, jamás tenidas.
En las siguientes tres semanas, todos tuvieron misiones, menos yo. K me dejó fuera para que no sea un estorbo para los demás. Lo que me ha mosqueado mucho.
Pequeños grupos se formaron; Alan, Hudson y yo. Bryce y el niño. Casi nunca estaban en casa. Según ella, no quiere que su hijo este todo el día encerrado. Aunque a mi me gusta la idea. Si le pasa algo, verá ella lo que hará sola. Chad iba por su cuenta. Lo que ya era de esperar. Hasta comenzó a construir un sitio de entrenamiento en casa.
Y yo... ¡Me he enfermado! Casi no pude salir de la cama en los últimos días.
— ¡Me voy a morir! —le dije a Hudson mientras me ahogaba en la almohada.
— Que no te hayas puesto mala en muchos años, no significa que te estés muriendo.
— ¡Ay no! Voy a potar de nuevo.
Hudson me tendió rápidamente el cubo y luego me dio papel para limpiarme la boca.
— Eso fue lo último que me quedaba del desayuno. Ahora mi estómago está vacío y me moriré. —volví a meter la cabeza en la almohada.
— ¡Madison! —dice autoritario— Deja de decir bobadas. No vas a morirte. Voy a ver si la sopa está lista.
— Vale... —alargue— Pero no tardes porque, cuando vuelvas, puede que esté... —me interrumpe levantando un dedo.
— Ni se te ocurra decirlo. —dice para luego irse.
Odio estar mala. Me siento tan inútil y débil. Ahora voy a estar más tiempo sin hacer alguna misión.
En unos minutos Hudson llegó con la comida. Me la entregó y se sentó a mi lado en la cama.
— Hablé con Alan, ya mismo llega con los medicamentos. —me dice él.
No le contesté, tan sólo me concentre en la sopa. Esta tan buena.
— Mad... —dice con algo de temor en la voz.
— ¿Hm?
— ¿Y si estás embarazada?
Escupi la sopa.
— ¿Estás loco? ¿Qué dices? Mira lo que he hecho en la cama. —le golpeé.
— Oye, que sólo era una pregunta.
— Una pregunta muy estúpida.
Me levanté de la cama, recogí la colcha y la llevé a la lavadora. Hudson se quedó en la cama. ¿Será posible que lo esté? Imposible. Volví al cuarto.
— No quiero tener hijos. —dije segura de mi misma.
— ¿Qué harás? ¿Le dirás a Alan?
— No y tu tampoco.