Capítulo 41

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Madison

Tenía tantas ganas de hablarle por mi bien pero el pensar que tengo a su hijo dentro me tranquilizó. No creo que me haga nada. 

— De hecho —se detuvo—, no voy a ponerte las esposas. Estoy ansioso por que intentes escapar de mí. Si es que te atreves—murmura lo último—. Venga, levanta. Haces bien en no hablar hoy, por tu bien...

Me agarra del hombro y me empuja hasta llegar al baño. Allí había una silla en la cual se sentó de inmediato. Me quedé parada viéndole. ¿Qué quiere que haga? Se cruza de brazos y me mira de arriba abajo con una sonrisa de lado. ¿Qué esperaba? Tal vez piense que voy a salir corriendo por dejar la puerta abierta. Pero no soy tan tonta. Sus siguientes palabras me desconcertaron.

— Quítate el camisón ¿o prefieres que te lo quite a correazos?

Sin dudarlo me lo quité con un poco de corte por su mirada. No era la primera vez que me veía desnuda pero me sentía muy incomoda por su manera de observarme. 

— Tranquila, no te haré nada con toda esa mierda que llevas encima. Métete en la ducha y enciende el grifo —seguí sus ordenes—. Será mejor que no se te caiga el jabón—ríe—. No te quedes ahí, dúchate. Luego te resfrías y me echarás la culpa por maltrato—dice irónico.

Me duche evitando su mirada a toda costa. Se estaba tan bien. A él no le importaba que le salpicara, seguía disfrutando de cada uno de mis torpes movimientos.

— ¿Cómo te sientes? —me pregunta.

Le miré de reojo. ¿Me estaba poniendo a prueba? Antes dijo que por mi bien no hablara ¿y ahora quiere que hable? Tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar, me tomo del cuello y me estalló contra la pared.

— Cuando te hablo me tienes que contestar que para eso tienes la boca —dice con rabia mientras me aprieta más fuerte del cuello. El aire iba escaseando—. ¿O ya no la necesitas? No te preocupes, puedo encargarme de eso —apretó más. Solté mi último suspiro. Todo se volvió oscuro de repente.

(Al día siguiente)

Abrí los ojos lentamente. Lo primero que vi fueron unos pies. Al recordar lo que había pasado anteriormente, me tomé del cuello e inhale mucho aire retrocediendo hasta la pared.

— Tranquila, soy yo —dice Camille flojito.

Fue un gran alivio que fuera ella pero al verla... Estaba llena de moretones y cortaduras en la cara. Uno de sus ojos estaba entreabierto por culpa del hinchazón.

— ¿Él te hizo todo eso? —pregunte espantada. Ella tan sólo miro hacia otro lado— Te escuche gritar...

— Tú también tienes marcas en el cuello.

— ¡Pero no puedes comparar! Tienes que irte.

Se levanta.

— El jefe me dijo que le avisara cuando hayas despertado. Voy a por él.

— Camille... —dije apenada.

Ella salió pero no volvió. Tan solo un Chad preocupado entro. Se sienta en la silla y me mira.

— Madison... —baja su mirada— Se me fue de las manos la situación.

Claro que se le fue de las manos. Me ahorcó. ¡Casi me mata!

— No espero que me perdones pero ten en cuenta que también es tu culpa. Odio que no me hables —aprieta el puño— Bueno —se levanta—, mañana en la mañana me iré por unos días. Cualquier cosa que necesites se lo dices a Camille.

— Jefe, su invitado ha llegado —dice Camille entrando en la habitación.

— Cuida bien de ella —le dice tomándola por los hombros para después irse.

Podría estar ruborizada pero no se le notaria por todo lo que tiene en la cara. Pobre chica... Se ha metido en la boca del lobo y aún no se ha dado cuenta del todo.

— ¿Necesitas algo? —me pregunta.

— Lo que necesito es que hables conmigo.

— Estoy hablando contigo —dice obvia. Rodeé los ojos.

— Sobre Chad.

Se sienta en la silla y me mira con ganas de hablar pero no abre la boca.

— Estuvo a punto de matarme por lo que puedes ver —señale mi cuello— así que no pienso decirle nada —sigue mirándome callada. Suspiré— ¿Cómo conociste a Chad? —habrá que empezar por el principio para que se abra un poco y poder indagar.

— Él me salvó de los hombres del bando de K. Bueno, le conocí antes en unas misiones que hicimos juntos pero para él fui inexistente.

— ¿Por qué te querían matar?

— Estoy en la lista.

— ¿Sabes quien más está en esa lista? —niega con la cabeza— Y... ¿por salvarte ahora trabajas para Chad?

— Le debo la vida.

— Le debes la vida para salvarlo pero no para que él te mate.

— No me mato —baja la mirada—. Me lo merecía —vuelve a mirarme con esa mirada de querer decir algo— ¿Puedo preguntarte algo? —asentí— ¿Realmente estas embarazada de él?

— Ya te dije que sí. ¿Qué te hace creerme ahora?

— Es que... —hace una pausa y se rasca la cabeza— Ayer se volvió muy loco por ti. Si te hubieras ido estoy segura que estaría ahogándome en mi propia sangre. Pero no entiendo porqué te hizo eso si te quiere sana y salva.

— Ni él mismo se entiende.

— Esta mañana estaba muy preocupado por ti. Realmente lo lamenta. Me mandó para que te revisara el pulso porque pensó que te había matado.

— No está preocupado por mí sino por su hijo. Si me mata a mí, le mata a él.

¡Ups! Un día másWhere stories live. Discover now