Un cuento sobre roedores (1/2)

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Fueron muchas las ocasiones en donde los relatos románticos narraban aquella escena intima entre los amantes, donde el Alfa sostenía entre sus brazos al frágil omega, quien buscaba protección y calor en el pecho contrario, era como la máxima muestra de intimidad entre una pareja, pero ellos no eran nada parecido, apenas estaba empezando a ser amigos. Jungkook no dejaba que lo tocaran fácilmente, no confiaba en nadie más allá de su manada y su mejor amigo, Hoseok; estaba centrado únicamente en los libros y cubos, ese era su mundo, lejos de las situaciones abrumadoramente sociales, de las feromonas y juegos de seducción, él no pertenecía al escenario común.


Entonces porque estaba en esa posición, totalmente envuelto en el aroma sobre cargado de dulces feromonas de Jimin, que ronroneaba sobre su pecho, buscando atención, mimos, lo de cualquier omega, pero él no era cualquier Alfa, para él eso era imposible y aún así se encontraba desordenando las suaves hebras del gatito.


Todo parecía encajar, él se sentía incluido en la situación, no era como entre sus conocidos, que se esforzaban por integrarlo y armarle charla, con Jimin todo había sido diferente, desde el momento que lo vio a lo lejos, notando que era observado por ese pequeño omega, no solo de casualidad, ya que lo encontraba haciéndolo casi todos los días; hasta el momento que se acercó, tocándolo por primera vez, envolviéndolo en su suave esencia a vainilla, poniéndolo ansioso, confundiéndolo de tal manera que por días no pudo concentrarse en su lectura o cubos, no lo entendía en ese momento y no lo entendía en el presente.


Jimin estaba en el cielo, su cola había escapado y se movía rítmicamente, sabía que estaba llamando la atención de los transeúntes que casualmente pasaban a su lado en el árbol que habían escogido para que el minino se recompusiera, obligando a Jungkook a renunciar a su preciada rutina y solo disfrutar de su tiempo juntos, sin dirigirse la palabra, juntos en un confortable silencio en donde Jimin sentía que sus animales se comunicaban, pues ya no sentía el usual aroma de rechazo que antes el lobo expedía.


Cuando se cansó de las caricias en su cuero cabelludo, por instinto mordió la mano de Jungkook –Woah- Exclamo más por la sorpresa que por el dolor, alejando de inmediato su mano -¿H-hice algo mal?


-No, lo siento, cosas de gato- Murmuro avergonzado por su arrebato –Solo que recordé el cuento, de verdad quiero escucharlo antes de que se nos acabe el tiempo juntos.


Jimin tenía razón, se acababa el tiempo y no se habían alejado para evitar que su manada lo rastreara, aunque viendo toda la cantidad de tiempo que pasó, estaba sorprendido, deberían ya haberlo encontrado, pero supuso que esa era la señal, debía darle el mensaje rápido al omega antes de que lo llevaran lejos un mes.


-Es verdad, puedes...- Jungkook necesitaba erguirse para alcanzar su mochila, pero el omega estaba totalmente sobre él, impidiendo sus movimientos, iba a decírselo, enserio, la dificultad radicaba en que no quería que se alejara. Suspiro.


-Oh ¿tengo que quitarme, cierto?- El omega se separó con cuidado, sin aplastar nada, acomodándose en el pasto, al lado del Alfa, quien se molestó, porque él se lo sabía de memoria, podía haberlo recitado, ¿Por qué no lo había pensado antes?


-Si- Se limitó a sacar el manojo de hojas, miro la desteñida caligrafía, bueno al parecer no lo recordaba con tanta precisión. Hizo una pausa mientras sacaba sus gafas, se acomodaba de nuevo y carraspeaba. Jimin miraba con gracia todo el preámbulo, bastante emocionado, cuando el Alfa parecía cómodo para comenzar, él decidió apoyarse en su hombro y rodear de nuevo el brazo contrario. Rompió la primera regla pero a Jungkook no le importo, porque eso era exactamente lo que quería.


El relato comenzó, con la voz de un narrador robótico, que no destilaba emociones en los párrafos, ni hacía saltos para acentuar los clímax, que simplemente recitaba las palabras ya escritas, como una lección a última hora del día, tediosa.


>El bosque "infinite" era un lugar escondido, especial para toda clase de cambia-forma roedor. Conocido popularmente por sus ocupantes con ese nombre, porque sus tierras estaban bendecidas con recursos abundantes que colgaba, en forma de jugosos y grandes frutos, de las altas cimas de los frondosos árboles que enverdecían por completo el follaje.

Allí se encontraba en la cima, la hiperactiva y esponjosa manada de cambia-formas de conejos, alegres individuos que saltaban sin cesar por las verdes praderas, degustando las flores y vegetales que le ofrecían la bondadosa naturaleza. Retozando escondidos entre los árboles y dormían en oscuras madrigueras, apiñados los unos contra los otros, sin preocupaciones ni penurias.

Hasta que un fatídico día, fueron descubiertos por una manada de zorros, astutos y tramposos no dudaron de aprovecharse de las ingenuas criaturas del bosque.

Con mentiras y engaños, las tierras que antes pertenecían a todos, pasaron a sus manos. Cobraron impuestos por vivir en la pradera, que constituían la mitad de todo lo que los roedores cultivaban. Pusieron reglas, horarios y castigos a quienes las incumplían, eran unos tiranos pero nadie hacía nada. Todos, desde los agiles antílopes, hasta las pequeñas ardillas, les temían, sometiéndose a su dictadura por años.

Pero como pasa en todas las dictaduras, la mayoría se cansa de las injustas condiciones y ¿Qué necesita un ejército? No son armas o un propósito, lo realmente fundamental es un líder, aquel ser lleno de carisma y determinación suficiente para mover a la masa en un solo objetivo, derrocar al tirano pero sin olvidar que este ser, es mortal y como todo los seres orgánicos, es imperfecto, se mueve por deseos personales, intereses que aunque benefician a la comunidad no dejan de ser egoístas.

Este es el caso de nuestro protagonista, Sunggyu, que aun cuando pertenecía a la especie más inofensiva y pequeña, los hámster, fue capaz de hacer lo que una especie diez veces mayor que él, no pudieron.

Con sus mejillas siempre llenas de avena y un lugar cómodo donde hacerse bolita la mayor parte del día, Sunggyu no sentía ninguna necesidad de luchar, su ambición más grande era roer la suave tela con la que se envolvían celosamente los zorros.

Lo que nadie nunca espero, es que aquel ocioso roedor se enamorara, de uno de los Alfas más hermosos de todo el bosque, WooHyun, quien con su inmaculada piel blanca de porcelana, sus profundos ojos rojos y su gran estatura y dominio, arrancaba los suspiros más profundos que pudiera almacenar el pequeño pecho del hámster.

Aquel enamoramiento estaba prohibido, mal visto, las especies no se mezclaban, cada animal con su semejante, por ello era su más grande secreto. Solo lo sabía su mejor amigo Dongwoo, un perro de la pradera que sabiamente le aconsejaba que dejara el encaprichamiento y mirara a los Alfas de su especie. Sunggyu lo sabía, que ni siquiera podría llegar a ser amigo de su más grande amor, que era imposible, inconcebible. Aunque intento por todos los medios olvidarlo, tanto que llego a pasar varios celos con otros machos, no lo lograba, porque Woohyun con su sola existencia y su fragante aroma, lo hacía sentir completo, no necesitaba nada más, solo mirarlo a lo lejos, aun cuando no supiera de su existencia, él sería feliz si el Alfa lo era.<


Jimin se encontraba con los ojos cerrados acariciando inconsciente el dorso de la palma del Alfa, imaginando todo lo que Jungkook relataba, sonriendo porque se parecía a su situación, tan similar ¿Jungkook lo habría escogido a propósito?


Continuara

CRUSH Asperger[1] /Kookmin (Omegaverse)Where stories live. Discover now