32. Es mi ancla

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Mi teléfono vibró dentro del bolsillo de mi chaqueta y una sonrisa se formó en mis labios cuando vi de quién se trataba. Había sido un acto completamente inconsciente y Scott me miró de forma extraña, por lo que oculté mi teléfono y desvié mi mirada. Sentía que el calor se había acumulado en mis mejillas de una forma vergonzosa.

— ¿Qué? —pronuncié, intentando fingir como si nada estuviese pasando.

De reojo, fui capaz de ver a Scott esbozar una pequeña sonrisa y eso solo aumentó mi vergüenza. Me sentía cohibida cuando me miraba de ese modo.

— Nada. Es solo que...—dejó la oración incompleta durante unos segundos que se me hicieron eternos—. Realmente te gusta.

Sabía que se refería a Derek, pero me dolía de cierto modo lo sorprendido que sonaba. Scott había pensado que todo esto que yo tenía con Derek solo era una aventura causada por el despecho a causa de Stiles. Pero no era así. Tal vez de una forma u otra sí me refugié en Derek para huir del dolor que me causaba el rechazo de mi amigo. Sin embargo, mis sentimientos siempre fueron genuinos. Estaban allí presentes incluso antes de que yo lograra descifrarlos.

La noche en la que estábamos protegiendo a Lydia, cuando todavía buscaban la identidad del kanima, había sido cuando decidí de una vez y por todas, arrancarme a Stiles de la mente. El hecho de que Derek estuviese allí por casualidades de la vida, no tenía nada que ver. No lo había utilizado. Era muy consciente de que un clavo no saca a otro.

— No me gusta, Scott —me atreví a decir—. He comenzado a quererlo. Demasiado para mi propio bien.

Scott hizo una mueca, pero parecía aceptarlo. Eso me causaba alivio porque lo menos que quería era que mi mejor amigo estuviese en contra de mi relación. Y sabía que sonaba extremadamente serio, pero era la realidad. Derek y yo estábamos yendo bastante en serio con lo que teníamos.

— No lo tomes a mal, Scarlett. Yo solo —suspiró—, no quiero estar en mi cuarto y tener que escucharte llorar por algo que él haya hecho.

Gimoteé al escuchar sus palabras. Sabía a lo que se refería. Había sido la noche en la que Derek me había dicho que lo mejor era mantenernos alejados. Ese había sido uno de mis puntos de quiebre y me había convertido en un desastre.

— Lo hemos arreglado, Scott —aseguré—. Aunque no lo creas, lo hizo para protegerme.

Lo escuché suspirar a mi lado.

— Sabes lo de Stiles, ¿no?

Apreté mis labios en una fina línea, viendo el rumbo que estaba tomando nuestra conversación. Lo menos que quería era hablar respecto a lo que me había dado cuenta de Stiles. Llevaba tiempo viendo pequeñas pistas en su forma de hablar y de actuar cuando estaba conmigo o cuando yo estaba con Derek. Su forma de mirarme y los comentarios que hacía, me lo dejaron saber de forma sutil. Sin embargo, fue en el motel cuando de verdad me lo dejó saber.

Él tenía sentimientos por mí.

— Sí —murmuré mi respuesta.

— Creo que una pequeña parte de mí albergaba la esperanza de que, no lo sé, tú y él arreglaran sus problemas y estuvieran juntos —confesó.

Oh, Scotty.

— ¿Recuerdas cuando faltaba poco para el baile de invierno y me dijiste que no creías que Stiles tardara mucho tiempo en darse cuenta de lo que verdaderamente tenía en frente? —pregunté y Scott asintió—. Tardó demasiado, Scotty.

— Lo sé —susurró.

— Lo que quiero decir es que Derek no es un platillo de segunda mesa para mí, ¿de acuerdo? Él es mi ancla, Scott —le dejé saber.

ENEMY FLAMES ▲ TEEN WOLF   ➂Where stories live. Discover now