Prefacio

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Oslo, Noruega
9:15pm

Mis sentidos se agudizaron, sintiendo el calor emanando de la persona siguiéndome con, lo que él creía, que era sutileza. Dentro de mi chaqueta de cuero, aquella que Lydia me había regalado el día de su cumpleaños, se encontraba mi teléfono. De vez en cuando miraba de reojo hacia los techos de las casas mientras mis botas de tacón repiqueteaban en la acera húmeda luego de la lluvia que había caído en la ciudad. En un instante visualicé los ojos azules de Payton brillar entre la oscuridad y supe que se trataba de la señal.

Giré hacia la izquierda en uno de los callejones y me pegué a la pared, esperando con paciencia a que la persona me persiguiera. Tan pronto visualicé su figura, metí mi pie en su paso, haciéndolo caer de bruces al suelo. Payton saltó desde el techo, cayendo de pie sobre sus botas de tacón y ambas observamos a la persona que se encontraba viéndonos con nerviosismo por haberlo atrapado.

Desde que mis pies pisaron el terreno de Noruega, pude sentir que alguien me seguía. En un principio pensé que seguía paranoica por lo sucedido en Beacon Hills, pero luego se hizo presente. Tan presente que podía sentir el calor de la persona incluso desde mi ventana del apartamento en el que nos habíamos estado quedando desde que llegamos. No fue hasta entonces que Payton y yo decidimos crear una emboscada.

Así fue como llegamos hasta donde nos encontramos.

— ¿Quién eres? —pregunté en un tono firme y seguro, ya no había rastro de la voz juvenil y despreocupada que solía tener hace un año atrás. 

Me acerqué más a la persona, aprovechando que se encontraba tendida en el suelo y lo obligué a mantenerse en esa posición clavando el tacón de mi bota en su pecho. Un quejido de dolor se escapó de sus labios y ejercí un poco más de presión, agradeciéndole mentalmente a Payton por haberme convencido de que en situaciones así las botas de tacón resultaban más eficientes. 

Y no, no por llevar botas de tacón quiere decir que no pueda ni correr en ellas. Me llevó un tiempo aprender a hacer de todo en ellas, pero no me arrepiento. Además, me hacen lucir más alta y eso suma puntos a la apariencia intimidante que quiero dar. 

Al estar más cerca de la persona pude ver que se trataba de un hombre, por su apariencia física deduzco que se encuentra en sus veinte años, es bastante alto y sus ojos cafés parecen casi negros en la oscuridad de la noche. A pesar de lo rudo que luce, no siento ni pizca de miedo. Creo que ya he pasado demasiadas experiencias aterradoras como para que un tipo me intimidase. 

El hombre se quedó en silencio y le dediqué una mirada de fastidio a Payton. 

— Quizá deberías tratar con algo más —surigió mi prima. 

Solo me tomó unos segundos enfocar mis poderes para hacer que su sangre hirviera. Su frente se llenó de una capa de sudor y pude ver su respiración agitarse, pero no pronunció palabra alguna. 

— Bueno, ya sabes lo que dicen, si no hablan con dolor, siempre hay otras formas de comprar las palabras —comenté, asintiéndole a Payton. Esta sacó un fajo de billetes de su chaqueta y se abanicó con ellos, viendo la reacción del hombre. Sus ojos brillaron con el deseo de querer tener el dinero en sus manos. Lo sabía—. Eso parece ser un buen incentivo para hablar, ¿no? 

Él asintió, relamiendo sus labios. Estaba recuperando el aliento luego de mi pequeña influencia en hervir su sangre. Todavía me encontraba haciéndolo, pero en una cantidad disminuida. Era la única forma en la que me aseguraría de mantenerlo débil para que no intentase escapar. 

— ¿Quién eres? —repetí mi pregunta. 

El hombre esbozó una sonrisa. 

— Soy nadie. —Apreté más el tacón de la bota en su esternón. Eso lo dejó sin aire por un segundo—. Quizá conozcan a mi familia, nos conocen por ser los Booth. 

ENEMY FLAMES ▲ TEEN WOLF   ➂Where stories live. Discover now