33. No tan rápido, perra

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Cuando volví a mis clases, algo extraño sucedió. Pude sentir mis sentidos agudizarse y escuché un grito agudo y potente que logró ponerme los pelos de punta. Solo había una persona en el mundo que podía tener los pulmones para poder pronunciar un grito tan fuerte y esa persona era alguien que yo conocía demasiado bien. Alguien a quien yo había intentado proteger y mantener alejada de todo este embrollo sobrenatural.

Lydia.

Corrí lo más rápido que pude hacia el lugar de procedencia del grito y paré frente al aula de historia. Lydia estaba de pie al pizarrón —un símbolo extraño formado por cinco círculos entrelazados, se encontraba dibujado en este y no pude reconocer su procedencia— mientras sus ojos se encontraban horrorizados e histéricos.

— Lydia —la llamé, acercándome a ella con rapidez y la agarré por los hombros para sacudirla y así poder sacarla de su trance.

Sus ojos verdes se fijaron en los míos.

— Se lo llevaron —articuló de forma histérica.

— ¿A quién? —pregunté, frunciendo mi ceño.

— Al profesor de historia.

No me dio tiempo de reaccionar porque un grupo de personas entraron al aula también. Dos guardias de seguridad, la señorita Blake y Aiden fueron los que lograron entrar, el resto de los estudiantes estaban de pie en el arco de la puerta siendo frenados por otro guardia. No pude evitar que un sabor amargo se instalara en mi boca al tener que estar tan cerca de la señorita Blake. Estaba completamente segura de que ella había sido la responsable y que se encontraba fingiendo ser una mosquita muerta para ganarse a las personas y, de este modo, pretender ser inocente.

Todos hablaron unos minutos con Lydia, mientras ella repetía una y otra vez que debían llamar a la policía. Nadie parecía creerle y eso la estaba fastidiando bastante. A fin de cuentas, Lydia Martin siempre obtenía lo que quería. Por mi parte, me quedé a su lado, siendo una barrera entre ella y el gemelo, quien estaba muy equivocado si pensaba que yo le dejaría acercarse a mi amiga así porque sí. En especial después de lo ocurrido con Cora.

— No entiendo por qué no llaman a la policía —dijo Lydia.

— Harán un anuncio públicamente —habló Jennifer con sus brazos cruzados y un tono de voz suave.

Tuve ganas de golpear su rostro y dejarlo desfigurado.

— ¡Eso no servirá de nada! —intervine en un tono de voz fuerte y pude notar cómo Lydia me agradeció con la mirada—. Ella ya te dijo que se fue.

— Como los demás, se lo llevaron —añadió.

Jennifer frunció sus labios y pude ver que estaba reprimiendo sus ganas de hacer una mueca de incredulidad.

— Bien. Solo intentamos entenderlo, ¿sí? Lo único que sabemos es que el señor Westover no vino a clase —la señorita Blake trató de razonar con nosotras.

Rodé mis ojos como símbolo y muestra de mi exasperación ante su incredulidad fingida. Estaba segura de que todo esto se trataba de un acto y que todos formábamos parte de su obra maestra. Se burlaba de nosotros en nuestras caras y nadie se daba cuenta de ello.

— Y la última vez que pasó eso fue el señor Harris —contraatacó Lydia—. ¿Alguien sabe algo de él? —increpó, elevando sus cejas con superioridad. Sabía exactamente cómo manejar sus cartas—. No está. —Se alejó de mí y caminó hacia el pizarrón y señaló el número dos que se encontraba escrito en uno de los círculos—. Y va a ser el segundo asesinado.

— Pero, Lydia, tú escribiste ese número —protestó Jennifer.

Fruncí mi ceño.

— ¿Está usted infiriendo que mi amiga está haciendo todo esto como un acto y que por eso nadie debe creerle? —pregunté.

ENEMY FLAMES ▲ TEEN WOLF   ➂Where stories live. Discover now