Prólogo

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Ser un doncel en una ciudad pequeña, altamente conservadora y con la mente estrecha era mucho más que un martirio. Y eso lo sabía muy bien Namikaze Naruto, un hermoso doncel rubio, de ojos color cielo y piel canela. De personalidad risueña y traviesa en su niñez, que cambio a una temerosa y depresiva luego de los ocho años. El motivo muy simple, a esa edad se había enterado que no era un varón, si no un doncel. Un hombre con la capacidad de llevar vida en su vientre. Una rareza de la naturaleza, una anormalidad, un fenómeno, había muchos nombres para él, y cada uno era más doloroso y ofensivo que el anterior.

Desde que su padre Namikaze Minato supo la "devastadora noticia" saco a su hijo del colegio y lo coloco a estudiar con tutores privados, pero todo el mundo supo de su desgracia. El único heredero del imperio Namikaze era un doncel...

Minato lamentaba su suerte día y noche diciéndole al pequeño niño que no servía para nada, que no podía dejarle todo a una criatura como él, que no era nada, según él claro, ni hombre ni mujer.

De mas no está decir que la autoestima del pobre niño estaba por los suelos, se sentía peor que la basura ni siquiera su madre era cariñosa con él, y tenía órdenes de su esposo de educar a Naruto para ser una buena "esposa", porque para alguien tan retrógrado como el gran empresario lo único que su hijo podía hacer por la familia era casarse con el heredero de alguna familia importante, así mataba dos pájaros de un tiro: se sacaba a un "inservible" hijo de encima y se aseguraba en las manos de un "respetable" varón toda su fortuna.

Ser un doncel en un lugar como Konoha era un pecado, y el adorable rubio creció creyendo que así era en todos lados, que todas las personas lo menosprecian por ser "diferente" y que por esa misma razón se merecía todo lo que le pasaba.

Cuando cumplió los dieciséis años, su padre le anuncio que estaba comprometido con el hijo de un amigo suyo y que se tendría que casar al finalizar la escuela. Le quedaba poco más de un año para eso. No tuvo otra que asentir a lo que su padre decía y también aceptar ir a un prestigioso colegio por lo que le quedaba de vida escolar, Naruto pensó ingenuamente que su padre por fin se había dado cuenta que él podía ser útil, y que lo mandaba a un buen colegio para que luego eligiera una carrera universitaria... estaba muy equivocado, el motivo por el que su padre hacia aquello era por pedido de su prometido, que no quería por esposo a un ser antisocial que no supiera relacionarse. Eso es lo que había dicho, pero sus intenciones eran mucho más oscuras.

Fue así como nuestro rubio llego a su primer día de clases, muriéndose de nervios, ya que hacía muchos años no se relacionaba con personas de su edad.

- El día de hoy tenemos a un nuevo alumno- anuncio el profesor- pasa por favor- Naruto ingreso tímidamente mirando el piso- preséntate – suspiro profundamente y levanto la vista, regalándole a todos sus compañeros una hermosa sonrisa.

- Mi nombre es Namikaze Naruto – un murmullo inundo el aula, todos sabían que el chico Namikaze era un "bicho raro"- espero que nos llevemos bien dattebayo- exclamó sonriente, aunque un poco nervioso y asustado. El profesor asintió.

- Siéntate junto a Kiba- el aludido levanto la mano para que lo reconociera y tomara asiento.

- Un gusto- dijo sonriente a su compañero- Soy Naruto.

- Lo sé- contesto seco- Soy Kiba, pero no me hables más de lo necesario, no quiero que piensen que somos amigos.

- Podemos ser amigos – propuso ilusionado.

- No podemos, eres un fenómeno y no quiero problemas – lo dijo por decir, ya que eso es lo que decían todos, pero sintió una angustia horrible al ver el rostro entristecido de su nuevo compañero. Habían escuchado a algunos llamarlo monstruo, pero él no veía ningún monstruo, le parecía estar frente a un ángel, pero tampoco quería que todos se metieran con él.

Las clases pasaron sin pena ni gloria, como había imaginado Naruto luego de su plática con Kiba, nadie le hablo. En la hora del almuerzo se vio solo en el salón sin saber dónde ir a buscar comida, había llegado tarde por el recorrido del establecimiento. Suspiro resignado y salió del lugar, vio que varios alumnos caminaban en una dirección y los siguió.

- Mira que tenemos aquí – alguien se paro frente a él y le habló, el rubio poso sus ojos en él. Era un chico alto, de cabello y ojos negros, piel blanca como la porcelana y lo miraba con altanería – Pero si es el fenómeno Namikaze – quiso huir pero se lo impidió- ¿A dónde vas niño? – le puso una mano en el hombro- ¿no te enseñaron a respetar a tus mayores?

- Lo lamento mucho – se disculpo educadamente con reverencia.

- No eres una bestia como pensaba – se burló y sus acompañantes rieron.

- Mi nombre es Uchiha Sasuke – se presento – Uchiha sempai para ti, recuérdalo – le guiñó un ojo y se fue con sus amigos.

Naruto suspiro intentando calmarse y siguió su camino al comedor, para cuando lo encontró el timbre había sonado nuevamente y no le quedo otra que regresar a su salón, con el estomago vacío y una tristeza creciente que lo inundaba de a poco. Al finalizar las clases, un coordinador lo esperaba para llevarlo a su dormitorio. Habían tenido grandes dolores de cabeza para ubicarlo, no habían más donceles ahí y no sabían si colocarlo con varones o mujeres. Por pedido expreso de Namikaze Minato lo colocaron con las mujeres. En compañía de Yamanaha Ino, una muchacha rubia, con ojos azules, pero menos brillantes que los suyos. Su familia era rica, pero no tanto como los Namikaze

- Bien niño esta es tú habitación, ella es tu compañera – la rubia lo miro con odio – que descansen- el mayor se fue.

- Un gusto – Naruto estiró su mano, esperanzado en que su compañera de habitación no lo rechazara. Ino lo miro con rabia unos instantes, pero la misma desapareció al encontrarse con esa mirada que rogaba un poco de cariño. Así que dejando de lado sus prejuicios le sonrió estrechando la mano. Ella pregonaba que quería hacer de este mundo un lugar mejor, donde todos fueran tratados por igual, había llegado el momento de demostrarlo.

- Encantada Naruto-Kun – le dijo cariñosamente logrando un sonrojo en que rubio que le pareció de lo más enternecedor - ¿te gusta aquí? – Naruto agachó la mirada – tuviste un mal primer día.

- Sí, pero acaba de mejorar – respondió sonriente – vine aquí para conseguir un amigo y creo que acabo de encontrarlo.

- ¿no tienes más amigos?- negó triste.

- Papá no quería que la gente se juntara conmigo, creo que prefería mantenerme oculto para evitarse la vergüenza que le produzco – Ino se quedo sorprendida por la sinceridad de su compañero – pero ya me acostumbre – se recostó en la cama – daría lo que fuera por ser normal – Ino quería llorar, la manera que hablaba de si mismo le partía el alma, y solo habían bastado unas miradas y una sonrisa para que ella sintiera un instinto sobre protector.

- No tiene nada de malo ser distinto - afirmo convencida, el rubio solo la miro sorprendido – solo que las personas comunes no soportan que seas tan extraordinario y por eso te rechazan.

- Si fuera común no me rechazarían – respondió seguro – lo prefiero, ser distinto no tiene nada de bueno – Ino decidió cambiar de tema, le habló de la escuela, de los profesores, de los alumnos más populares, incluyendo a Uchiha Sasuke – el me detuvo en los pasillos hoy – la rubia lo miro sorprendida – me dio miedo su mirada.

- Es mejor que te mantengas alejado, él es despiadado y cruel, se cree el rey del lugar – Naru asintió – bueno es hora de dormir, que descanses Naru-Kun.

- Hasta mañana Ino-Chan – la saludo con ternura y se dispuso a dormir, con una sonrisa en sus labios, porque había hecho una amiga por fin.

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Hasta aquí el primer capitulo, lamento si tiene algunas faltas de ortografía. 




El Pecado de ser DoncelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora