28. La historia de una mordida

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— La robaste —acusó su prima.

— Corrección: la tomé prestada temporalmente sin que ellos lo supiesen —se defendió Scarlett.

* * *

Un día.

Había pasado exactamente un día desde lo sucedido en el loft de Derek cuando Kali lo obligó a asesinar a Boyd. Las pasadas veinticuatro horas fueron un maldito caos por completo. Derek había desaparecido en medio de su impresión y culpa por haberle quitado la vida a un inocente, Scott y Stiles seguían intentando descifrar cómo lidiar con la manada de alfas y, a su vez, con el Darach, pero solo podían llegar a la conclusión de que lo lograrían al hablar con Derek, pues a él era quienes los alfas querían.

Scott vino a mi casa luego de haber rescatado a Deaton en la bóveda del banco —lugar donde lo habían dejado para ser parte de los sacrificios— y me contó algo bastante interesante y aterrador. Para salvar a su jefe, Scott había intentado cruzar una barrera de ceniza de montaña, cosa que no logró, pero sí tuvo un pequeño cambio, uno que yo había sido capaz de notar la noche del centro comercial.

Deaton había visto sus ojos cambiar de amarillos a rojos y le comentó que cada cien años un hombre lobo podía convertirse en un alfa por mérito, por sus cualidades de líder, sin necesidad de matar o heredar los poderes del alfa anterior. Dicho poder es lo que se llama ser un alfa verdadero y, según lo que estaba sucediendo, Scott estaba convirtiéndose en uno.

Quise preguntarle si Deaton sabía algo más respecto a alfas, pero decidí no hacer preguntas. Me intrigaba el hecho de que mis ojos también habían cambiado a rojo en el motel, sí, pero eso no significaba que Deaton pudiese tener las respuestas. Él no había conocido mis capacidades como elemental de fuego, solo mi familia lo hacía. Era una pena que yo no pudiese recordar mucho respecto a ellos.

Unos golpes en mi puerta me hicieron salir de mis pensamientos y cerré el libro que había estado intentando de leer como método de distracción. Sí, había llegado al punto donde estaba estudiando y haciendo mis deberes escolares para pasar el tiempo y las horas de tortura en lo que decidíamos qué hacer con todos los líos que teníamos. Después de todo, todavía tengo que graduarme de la secundaria.

Me puse de pie y le quité el seguro a la puerta antes de girar la perilla. Payton entró a mi habitación como un torbellino, tan rápido que apenas pude ver los mechones de su cabello moverse frente a mis ojos. Cerré la puerta detrás de ella y me dispuse a observarla. Payton mordía sus uñas con nerviosismo y evitaba mi mirada.

— De acuerdo, ¿qué te sucede? —pregunté.

— Scarlett, ¿cuánto recuerdas de tu infancia como tal?

Su pregunta me dejó perpleja durante unos segundos. No comprendía por completo a qué iba todo ese asunto, pero enfoqué mi mente en recopilar los detalles más importantes de mi infancia. No había nada interesante, siempre fui una niña un poco huraña y siempre tuve una rivalidad con Stiles. Fuera de eso siempre me la pasaba espiando a todos mis compañeros como la persona metiche que solía ser —soy un progreso en ese tema— y todos me detestaban por ser respondona.

— Eh, lo normal, supongo. Escuela, sin amigos y muy pocos recuerdos de mi familia fuera de mis padres —respondí.

— ¿Y no crees que eso es extraño? —inquirió Payton, ladeando su cabeza un poco.

Fruncí mi ceño.

— Sí, supongo.

No suponía. Sí era extraño que no recordara mucho de mi familia. No podía recordar con claridad las caras de mis abuelos y tampoco tenía fotos que me ayudaran a mantener una imagen clara de ellos. Tampoco recordaba a mis tíos, a Payton o a su hermano menor, cuyo apodo era Tommy.

ENEMY FLAMES ▲ TEEN WOLF   ➂Where stories live. Discover now