-Prólogo-

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Abres los ojos y te molesta la cegadora luz del sol por un instante. Te cubres con una mano, pero notas un dolor en el hombro al levantarla. Poco a poco recuperas la consciencia y te descubres tumbado en mitad de la hierba, te incorporas lentamente no sin dificultad. Por tu cabeza pasan imágenes de una pelea entre tú y unas criaturas. Esas sabandijas te asaltaron y atacaron por sorpresa dejándote moratones por todo el cuerpo, y encima, te das cuenta alarmado de que te han robado casi todas tus pertenencias.

Ves a unos metros de ti tu saco, y algo más allá, una capa agujereada. Te acercas aún con dolor de cabeza y los recoges. En el interior del saco hay un trozo de carne reseco.

Observas a tu alrededor... Estás en un claro descubierto con una espesa hierba, aunque lo rodean numerosos árboles de copas frondosas. No tienes ni idea de dónde estás. Solo recuerdas que te dirigías a la ciudadela, pero, ¿en qué dirección? Gracias a tu sentido de la orientación en campo abierto, reconoces los cuatro puntos cardinales. Entornas los ojos y ves una montaña muy alta por el oeste, pero está bastante lejos. También oyes el murmullo de la corriente de un río por el norte, pero prefieres no acercarte, podrían haber osos.

Echas un vistazo al bosque de tu alrededor y te parece buena idea adentrarte por la zona sur. Los árboles tienen un diferente color.

Continúa en pág. 2.

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