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Das unos pasos hasta las navajas y las recoges del suelo. Están manchadas de tu sangre. Los hombres te dirigen una mirada de furia, deben pagar por ello. Con un movimiento certero de muñeca, hundes la hoja en el pecho de uno de los maleantes, brotando la sangre mientras lanza su último grito al aire, y al otro, le rebanas el cuello de forma limpia. Lavas las hojas de ambas navajas con el agua del manantial y te las guardas entre la correa del pantalón. Les echas un rápido vistazo, pero no tienen muchas pertenencias. Será mejor que salgas de allí cuanto antes, quién sabe si pudieran venir más de sus amigos...

Recuerdas a los animalillos que viste antes dirigiéndose en dirección al norte, suelen ir a sitios seguros. Te parece buena idea seguir ese rumbo y te adentras en el bosque, aún dolorido por las heridas.

Continúa en pág. 18.

-Borrador-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora