29

18 1 0
                                    

-Gracias -le dices-, pero tengo mucha prisa por llegar a la ciudad. Debo continuar mi camino.

-Vamos, está visiblemente magullado y su ropa sucia. Algo le ha debido de pasar, señor. Será mejor que entre a mi humilde morada.

Dicho esto, te agarra de nuevo de la manga y te arrastra hacia su cabaña. Te abre la puerta, que mide un metro y medio, y te invita a pasar amablemente mientras tú agachas la cabeza un poco. ¿Será de fiar?

Continúa en pág. 32.

-Borrador-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora