— Debemos hablar de eso tarde o temprano —insistió Stilinski—. Vamos a estar aquí cinco horas, ¿por qué no hablar de ello?

Inhalé con fuerzas, sosteniendo el puente de mi nariz.

— Quizá porque el tema de las muertes apesta —hablé por primera vez desde que nos montamos en el autobús.

Stiles me miró sintiendo un poco de lástima por mí y no me gustó eso. No quería que sintieran lástima por mis propios actos o por la forma desastrosa en la que lucía.

— Siguiente palabra —continuó Stiles, resignándose a que no hablaríamos del tema de los sacrificios—. Intransigente.

— Terco, obstinado.

— Si buscas intransigente en el diccionario te saldrá de ejemplo el nombre de Mie...—Stiles me tapó la boca antes de que pudiera continuar diciendo su verdadero nombre.

— Oh, vamos. Debes parar de meterte en los archivos personales de las personas —me reprendió Stiles, aunque la verdad era que no lo había hecho desde hace muchísimo tiempo.

En ese momento, el autobús cayó en un pequeño bache, pero como íbamos en el último asiento, lo sentimos más fuerte que todos. Scott se quejó demasiado, agarrando su costado con ambas manos.

— ¿Estás bien? —le preguntó Stiles con un deje de preocupación.

Sin embargo, yo sabía lo que le sucedía. Scott seguía herido por lo de anoche, aunque era muy extraño porque todos los demás habían sanado. Solo él seguía herido físicamente y también se encontraba agotándome por momentos, absorbiendo mi energía.

Estúpidos vínculos personales.

— No debimos haber venido —dijo Payton.

— Aunque me sorprenda decirlo, Payton tiene razón. No debimos haber venido —coincidió Stiles.

— Teníamos que venir —dijo Scott—. Hay seguridad en grupo.

— También hay muerte en grupo. Se llama masacre —le recordó Stiles—, baño de sangre, matanza, sacrificio, carnicería. Vaya...—Scott emitió otro quejido de dolor—... Le diré al entrenador que...

— No —lo interrumpió Scott—. Estoy bien —aseguró.

— No te ves bien. Tampoco lo hace Scar —insistió.

Le dediqué una mala mirada, pateándolo desde mi lugar.

— No me llames así —espeté entre dientes.

— Olvida lo que dije, ella está bien —murmuró y volteó a ver a Scott—. ¿Me dejas verla?

Scott se tensó.

— Estoy bien —repitió.

— Déjale ver la maldita herida, Scott —ordené.

Mi tolerancia había disminuido bastante en las pasadas horas. Era una mezcla de falta de sueño, la pérdida de Derek y el rechazo de mi madre lo que me tenía de tan mal humor.

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