El menor cerró todos los programas y abrió el reproductor de música en el ordenador, dejando que sus canciones favoritas comenzaran a sonar por los altavoces a un volumen moderado. Sólo entonces, JiMin hizo girar la silla, quedando en dirección a NamJoon en una posición cómoda, con las piernas cruzadas y las manos reposando en los brazos de la silla.

JiMin lo miraba, serio y con sus ojos oscuros intensos y profundos, consiguiendo que NamJoon sintiera sus rodillas flaquear. Casi no se sentía capaz de mirar a JiMin a los ojos, pero no podía apartar la mirada de ellos, era como si estuviese embrujado, conectado a él por un poder invisible que lo tenía completamente atrapado.


— De rodillas, NamJoon — exigió JiMin, su voz calmada y dominante.


NamJoon ni si quiera se lo pensó, obedeciendo sin pestañear. Se arrodilló lentamente bajo la ineludible mirada de JiMin, sintiendo cómo su docilidad lo complacía.


JiMin siempre había sido un poco mandón, malicioso en una forma muy sutil con la que a veces era difícil llevarle la contraria y saber cuáles eran sus verdaderas intenciones, pero desde que JiMin se había convertido en su novio, NamJoon había notado cómo esa faceta salía a la luz con mayor facilidad cuando estaban solos.

Y por extraño que pareciera, NamJoon no encontraba ningún problema con ello.

Cuando se dio cuenta de lo que sucedía, tal vez se preguntara cómo era posible que le resultara tan sumamente fácil y natural acatar todas y cada una de las ordenes y los deseos de JiMin sin rechistar. Se sorprendió a sí mismo al descubrirse sometiéndose de buena gana, sin que ello le supusiera ningún tipo de conflicto interno.

NamJoon siempre se había considerado bastante dominante, un líder natural, pero precisamente ahí estaba el kit de la cuestión.

NamJoon estaba cansado de ser el líder. Estaba cansado de tener que tomar decisiones, de tenerlo todo bajo control, de estar siempre preocupado por hacer las cosas bien... Cuando JiMin tomaba el control, todo era fácil y placentero, era agradable, sencillo...

JiMin recibía una inyección de ego al sentir el poder, capaz de someter al líder en todos sus deseos, y NamJoon encontraba una gran satisfacción al doblegarse y complacer a su novio en todos los sentidos. De buena gana, NamJoon le dejaría tener todo el poder de la relación a JiMin si con ello los dos ganaban tanto.


Pese a estar de rodillas bajo la autoritaria mirada de JiMin, NamJoon no se sentía humillado. Nunca se sentía humillado. Que JiMin tuviera el poder no significaba que fuese cruel con él, o que sus actitudes fuesen vejatorias, JiMin siempre era cuidadoso y lo respetaba. NamJoon nunca había dejado de sentirse a salvo con él.


JiMin posó su pie sobre el hombro de NamJoon con un movimiento pausado y elegante. De inmediato, NamJoon sintió una leve presión hacia abajo y comprendió, obedeciendo el silencioso mandato para sentarse sobre sus talones, expectante.

Demasiado tardó en darse cuenta que los pies de JiMin estaban enfundados en sus Converse favoritas, las cuales llevaba un tiempo sin ver. Había estado demasiado desconectado aquella noche como para haberse percatado de lo que JiMin llevaba aquella noche, aunque tampoco importaba cómo fuera vestido, JiMin siempre estaba arrebatador a sus ojos.


NamJoon gateó, arrastrando sus rodillas en la moqueta para quedar entre las piernas de JiMin, tomando con delicadeza el pie que reposaba sobre su hombro para acariciar con sus pulgares la loneta de color rojo que recubría las zapatillas, antes de depositar un beso en el empeine del pie, donde los cordones se cruzaban.


— ¡NamJoon! ¡Está sucio! — lo regañó JiMin, tratando de apartar el pie, pero NamJoon no le dejó, teniéndolo demasiado bien agarrado para que no se le escapara.


— Es culpa tuya... — croó NamJoon, su voz rota y cansada, como si llevara días sin hablar — Me provocas... — JiMin rió suavemente, dejando que NamJoon acariciara su pie y recorriera su pierna por encima de la tela del vaquero con posesividad y devoción — ¿Por qué eres así? — se quejó con un leve puchero en sus labios, subiendo la mirada para encontrarse con los ojos cálidos y la sonrisa apacible de JiMin — ¿Por qué te vistes así si sabes lo que me haces?


— Quiero gustarte — admitió JiMin, un leve sonrojo tiñendo sus mejillas y la punta de sus orejas — Quiero que me quieras... que me mires y sea yo lo único en lo que puedas pensar durante todo el día... Quiero que se te vaya la mirada cuando me veas pasar... Quiero que te acuerdes de mi cada vez que veas a alguien que lleve Converse, porque no sé lo que haría si volvieras a perder la cabeza por la primera chica bonita que se te pase por delante...


— No sabía que fueras tan celoso...


— Tú me has hecho así — lo acusó JiMin, aun sonriente y sin perder el cariño en la voz.


— Si no hubiera sido por eso, tal vez tú no te habrías decidido a tratar de llamar mi atención... — pensó NamJoon en voz alta, apoyando su mejilla sobre la rodilla de JiMin, dejando que el menor comenzara a acariciar su cabello, logrando empezar a relajarlo de una vez por todas — Y yo nunca me habría atrevido a decirte mis sentimientos si no lo hubieras hecho... — NamJoon suspiró y cerró los ojos, sentándose en el suelo y acomodándose entre las piernas de JiMin, dejando que las caricias suavizasen la tensión de sus músculos mientras el menor repartía agradables caricias a lo largo de su rostro, su pelo, su cuello, consiguiendo que NamJoon se deshiciese ante aquellas atenciones — No creí que fuera necesario decir que eres el único para mi, JiMinnie... No he sido capaz de mirar a nadie más en todo este tiempo, no importa cuánto lo intentase... Me encantas, lleves lo que lleves puesto... Eres perfecto, JiMin...


— Si me ves así... ¿Entonces por qué no me crees cuando te digo que eres lo suficientemente bueno? — NamJoon ladeó la cabeza, curioso, mirando a JiMin sin dejar su posición cómodamente apoyado en su regazo — Pones tu alma en todo lo que haces, Joon, y eso es una de las cosas que más amo de ti, pero a veces te esfuerzas demasiado... No sé si me da más miedo perderte por otra persona o perderte porque te encierras en ti mismo...


— JiMin...


— Déjame cuidar de ti, Joon, por favor... — NamJoon sintió cómo se le hacía un nudo en la garganta y se le inundaban los ojos en lágrimas no derramadas al ver la sincera preocupación y el intenso temor de JiMin reflejado en su rostro — No me dejes fuera de tu corazón...


— Estoy en tus manos — accedió NamJoon, abandonándose por completo, dispuesto a derribar todos los muros que él mismo levantaba y que impedían a JiMin llegar a su corazón — No podría entregarme a nadie mejor...


JiMin se inclinó, tomando la barbilla de NamJoon para alzar su rostro, buscando sus labios con tanta ternura que hizo temblar su corazón. Sólo fue un roce, una casta caricia entre sus labios, pero fue suficiente para que NamJoon suspirara por la intensidad de aquella intimidad, por lo fuertes que eran los sentimientos entre ellos.


No importaba cuantas veces se besaran, JiMin siempre conseguía que NamJoon se sintiese enloquecer cada vez que sus pieles se rozaran.


— Eres tan bueno para mí, NamJoon...


NamJoon regresó a su posición previa, recargando su cabeza en el regazo de JiMin mientras el menor seguía repartiendo caricias, logrando que, de una vez por todas, NamJoon se olvidara de todo, de la fama, del éxito, de la música y del mundo.

El universo se había reducido a aquella pequeña habitación donde sólo estaban ellos, donde sólo existía JiMin para recordarle que él era importante y valioso, que era amado.

Burning slow | MinJoon |Where stories live. Discover now