Prologue

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Bangtan estaba un cuatro de julio en Los Ángeles, el día de la fiesta nacional.

El centro de la ciudad estaba masificado, las familias habían salido a celebrar el gran día de la nación, los niños corrían y jugaban, con pequeñas banderitas a estrellas y rayas en sus manos, las calles olían a comida y había música en cada rincón.


La tentación de unirse a todos aquellos americanos para pasarlo bien y comer barbacoa hasta reventar era enorme, pero ellos no estaban allí para celebrar, sino para trabajar.

Estaban en Los Ángeles para empaparse de la cultura hip-hop en el lugar de su origen, estaban allí para aprender a rapear, a cantar, a bailar, y a comportarse con un verdadero swag estadounidense.


A NamJoon, lo que más le intimidaba era la parte de bailar, pero desde que lo habían puesto en grupo con JiMin para aquella práctica, supo que no tenía de qué preocuparse.


Todos eran buenos bailarines en BTS.

Tenían a HoSeok y a JiMin, que habían estado bailando durante años; verlos bailar era un espectáculo digno de presenciar. Tenían el ritmo en la sangre, se movían como si éste fluyera a través de sus cuerpos y provocara una sensación hechizante que hacía imposible despegar la mirada de sus cuerpos cuando bailaban.

JungKook también era increíblemente bueno, pero a menudo, las habilidades de JungKook hacían pensar a NamJoon que carecían de merito alguno cuando ese mocoso era capaz de hacer bien todo cuanto se proponía.

TaeHyung y YoonGi no eran el súmmum de la gracilidad, pero se desenvolvían bien en la pista. Sus movimientos ensayados en las coreografías sobrepasaban con creces la musicalidad y el ritmo de cualquier bailarín mediocre.

Y luego estaban SeokJin y él, los eslabones débiles, las alas de Bangtan, a quienes ponían detrás para tratar de disimular lo terribles que eran bailando.


Por eso Jen Kitta, la coreógrafa que lideraba aquella prueba, los separó de esa manera:

El peor bailarín, con el mejor. SeokJin y HoSeok.

El nivel intermedio. JungKook, TaeHyung y Yoongi.

Y eso le dejaba a él junto a JiMin. Y no lo habría deseado de otra manera.


NamJoon amaba a HoSeok, era su mejor amigo, el único amigo de su misma edad, y lo necesitaba con desesperación en su día a día. Pero cuando se trataba de baile, las explicaciones laxas y poco razonables de HoSeok lo llevaban por la calle de la amargura.


— Pampampam, pam pam, pam y luego haces ¡PAM! ¡PAM! ¿Me entiendes?


— No, Hobi, no te entiendo una mierda.


HoSeok era puro instinto.

Sólo necesitaba escuchar la música para saber cómo moverse. Los pasos de baile fluían solos, no necesitaba pensar porque su cuerpo reaccionaba con la naturalidad de los elementos. Como el viento. Como el agua.

NamJoon era racional de los pies a la cabeza y unas cuantas onomatopeyas no eran suficientes para hacerle entender esa pasión, esa espontaneidad que HoSeok tenía con el baile. NamJoon necesitaba pensar el paso que debía dar a continuación, necesitaba asimilar la coreografía, memorizarla, ensayarla millón y medio de veces, y aun así, jamás llegaría transmitir la mitad del sentimiento de seguridad que HoSeok exudaba cuando practicaba estilo libre.

Burning slow | MinJoon |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora