5

4.5K 541 134
                                    

Los días, semanas y meses pasaban a un ritmo vertiginoso, convirtiéndose en un borrón en la vida y los recuerdos de NamJoon. Poco a poco, sus agendas se volvían más apretadas y la carga de trabajo aumentaba. Estaban escalando puestos en la pirámide de la fama, y aquel privilegio también tenía sus desventajas.

Siempre iban corriendo a todas partes y a veces parecía que el día no tenía las horas suficientes para que les diese tiempo a hacer todo lo que tenían que hacer y poder descansar lo que sus cuerpos necesitaban.

Ser idol era un trabajo a tiempo completo en el que la tranquilidad y el descanso parecían no tener cabida, pero eso era por lo que todos ellos habían estado luchando. Eso era lo que querían, y ser conscientes de que estaban consiguiendo su sueño no los había dormido en los laureles, si no que se hacían más y más codiciosos, queriendo llegar más alto de lo que nadie lo haría.


Era entonces que NamJoon necesitaba que le pusieran los pies en la tierra y le recordaran que solo era un hombre y que no tenía súper poderes. Necesitaba a aquellos compañeros únicos que se preocupaban por él para que le dijeran que a veces también era correcto sacrificar horas de trabajo por horas de sueño, que no solo necesitaban a un líder trabajador y dedicado al grupo, sino también un líder que cuidara de su salud y se mantuviese fuerte para poder seguir siendo el pilar principal que mantuviera el grupo a flote.

Fue por ese motivo que una tarde lluviosa de enero, tras dos semanas de dormir a penas tres horas diarias, encerrado en su estudio hasta las tantas, grabando canciones para el nuevo álbum, practicando incansablemente las coreografías del comeback, NamJoon se despidió de sus compañeros tras el ensayo grupal de la mañana, y mientras que ellos tenían práctica libre, él regresó al dormitorio para tener una buena sesión de merecido descanso.


Lo cierto era que no había sido decisión suya, si no de JiMin y HoSeok, quienes se habían unido en un perfecto tándem para convencerlo de que ya era hora de que durmiera una noche completa de seguido:


— Las ojeras te llegan al suelo, hyung.


— Las estilistas van a necesitar un bote entero de corrector para poder ocultarlas.


— Estas tan cansado que no eres capaz de levantar los pies del suelo.


— Joon-ah, la próxima vez que bosteces te meteré un calcetín sudado de Tae en la boca.


— Si te lesionas antes del comeback y no puedes participar en las promociones, hyung, me aseguraré de ponerte en evidencia en cada programa de música al que vayamos.


Oh, y NamJoon sabía muy bien que JiMin era capaz de hacer algo así sin pestañear, y con la sonrisa más encantadora y angelical del mundo. Y quizá fue esa velada amenaza la que terminó de persuadir a NamJoon, o tal vez la oleada de excitación que le recorrió al ver la sonrisilla ladeada y perversa que se dibujo en los encantadores labios de JiMin.

JiMin era un ángel caído del cielo, pero escondía una sutil maldad tras capas y capas de ternura, que sólo salía a la luz con algunos comentarios salvajes, capaces de humillar al más estoico, y que, por alguna razón, ponían a NamJoon como una moto al ver una faceta de JiMin que rara vez mostraba.


Desde que se dio cuenta de sus sentimientos por JiMin, NamJoon había tenido mucho tiempo para acostumbrarse y para aprender a vivir con ellos.

Burning slow | MinJoon |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora