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Enamorarse era más difícil para las personas inteligentes. Estudios científicos lo confirmaban.


NamJoon sabía que el amor no era más que una serie de procesos químicos en su cerebro, las endorfinas disparadas haciendo que aquellas sensaciones mágicas y únicas que experimentaba cuando veía a esa persona especial lo convirtieran en un adicto, actuando como una droga en su sistema.

Era muy consciente de que aquel supuesto amor terminaría tarde o temprano, cuando su cerebro se acostumbrase a la sensación y se aburriese de ello.

Era sorprendente que, aun después de años de amor no correspondido, aun no hubiera sucedido y NamJoon siguiese embelesado, no como el primer día, sino más y más enamorado conforme el tiempo pasaba.


Había tenido dos relaciones antes de Bangtan, durante el instituto. Él era un niño todavía y aquel amor adolescente ni si quiera podía llegar a compararse con lo que estaba sintiendo ahora.

Con las dos le pasó lo mismo, en diferentes momentos de su juventud.

Sí, tuvo mariposas en el estómago. Sí, a NamJoon le latía el corazón desbocado cada vez que las veía. Pero NamJoon se aburrió en seguida de ellas. En pocas semanas, ese agradable nerviosismo en la boca de su estómago se convirtió en tedio. A medida que las conocía se daba cuenta de que esas chicas no eran como él había pensado, no entendía qué le había atraído de ellas, había dejado de verlas interesantes, sus conversaciones sosas y monótonas, llegó un punto en que ni si quiera las encontraba atractivas físicamente y no hacía más que encontrarles defectos.

Esa sensación de rechazo persistía, por mucho que NamJoon se esforzase, no podía seguir con aquello. En la primera ocasión, NamJoon dejó a la muchacha cara a cara, tratando de ser valiente y de hacer bien las cosas, pero ella lloró y lo insultó, y durante semanas corrieron horribles rumores sobre NamJoon en la escuela que la chica había extendido para hacerle sentir peor.

En la segunda ocasión, temiendo que el mal trago de su anterior ruptura se repitiera, NamJoon se comportó como un cobarde, distanciándose de la chica, evitándola con todas sus fuerzas, hasta que fue ella la que dio el paso y cortó con él.

Aquellas dos experiencias le enseñaron a NamJoon que el amor no era como lo pintaban los dramas, y en seguida perdió el interés en las chicas y en las parejas.


Sin embargo, el proceso con JiMin había sido distinto.

La primera vez que lo vio no sintió nada en particular. Pensó que era lindo y simpático y que sería agradable tener en el grupo a otro chico sonriente como HoSeok para compensar la doble amargura de YoonGi, pero nada más allá.

No tuvo una conexión especial con él en mucho tiempo, hasta que JiMin empezó a dejar su timidez a un lado y comenzó a abrirse a ellos. Su amistad comenzó poco a poco y fue creciendo progresivamente.

Cada pequeña cosa que NamJoon descubría sobre él resultaba interesante y atesoraba la información como algo a tener en cuenta en el futuro para que el pequeño bailarín no saliera herido con su torpeza.

Su amor por JiMin comenzó a forjarse con templanza. Poco a poco, sin intención, sin que NamJoon fuese consciente de lo que estaba sucediendo, se encendió una pequeña llama en su corazón que empezó a crecer y crecer, un diminuto fuego que empezó a alimentarse de la hermosura de JiMin, quemando lentamente los miedos y las dudas de NamJoon, hasta que se convirtió en una enorme pira que calentaba todo su cuerpo desde el interior.


JiMin era bello por dentro y por fuera, era todo sonrisas y abrazos, con él sólo recibía un apoyo incondicional y una amistad sincera. JiMin era el pequeño rayo de sol que brillaba esperanzador con la fuerza de mil estrellas entre las tinieblas del corazón de NamJoon. JiMin era el único que con su presencia, conseguía que NamJoon se olvidara del estrés, el único que podía alejar la amenazante sombra de la depresión atenazando su cuello. JiMin era su única salvación, no había nada en él que consiguiera que NamJoon dejara de necesitarlo. No había nada que extinguiera el fuego que crecía lentamente, convirtiéndose con el paso del tiempo en una pira capaz de devorar todos los males que amenazaban con sofocarla.

Llevaba tanto tiempo conociendo a JiMin, conviviendo con él, viendo en el día a día todas sus virtudes y defectos, que sabía que no había nada idealizado ni fantaseado en la forma en que NamJoon lo veía. El JiMin que NamJoon amaba era el único JiMin que había, el único que existía, sin poesía ni adornos inventados por NamJoon.

Y aun con todo, ese fuego seguía ardiendo más poderoso que el primer día. Y por eso, NamJoon sabía que ese era el amor verdadero, el que merecía la pena sin importar si era correspondido o no.


NamJoon no pensaba arruinarlo. Le daba igual que tarde o temprano la endorfina dejase de hacer efecto en su cuerpo, porque, aunque todo cambiase, esa llama siempre ardería, JiMin siempre estaría en su corazón, y eso nada lo cambiaría.

Burning slow | MinJoon |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora