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NamJoon no era tan bueno escondiendo sus secretos como creía.

Si se habían dado cuenta SeokJin y HoSeok, significaba que todo podría irse al traste en cualquier momento.


Desde luego, no podría seguir manteniendo ocultos sus sentimientos por JiMin durante más tiempo, no si JiMin seguía siendo tan descarado, provocándolo y buscándole las cosquillas a cada oportunidad que tenía, y él seguía mordiendo el anzuelo, cayendo como un idiota cada vez que JiMin hacía algo tan simple como respirar.

JiMin era un peligro andante para su cordura, desarmándolo con cada mirada, cada roce. NamJoon ya no tenía fuerzas para luchar y lo único que quería era dejarse llevar de una vez. Dejar de preocuparse por el qué dirán, por la imagen, por todo lo demás y ser egoísta una vez más.


Pero por mucho que quisiera ser feliz, por muchas esperanzas que le diera HoSeok, NamJoon aun consideraba que estar con JiMin, de la forma en que él quería estar con JiMin, no era lo correcto.

NamJoon no se merecía a una persona tan bella, por dentro y por fuera, y no le hacía falta ninguna voz negativa en su cabeza para saberlo.

NamJoon era un idiota egocéntrico y deshonesto que destruía todo lo bueno que caía en sus manos. Era un traidor que había intentado transformas unos sentimientos puros y verdaderos en un amor falso por una desconocida sólo porque le era más beneficioso. Era un ser rastrero que se aprovechaba de lo bueno que era JiMin.

No, no se lo merecía. Y le avergonzaba haber creído en algún momento que aquello, que pudiera haber algo entre él y JiMin, podía ser posible cuando no era más que un sueño demasiado bueno para ser verdad.


Necesitaba hablar urgentemente con JiMin y acabar con aquella situación antes de que terminara por descontrolarse. NamJoon no podía aguantar más, tenía que poner fin a aquella tensión no resuelta antes de que alguno de los dos pudiera salir herido.

Y la primera noche libre que tuvieron, NamJoon pidió a JiMin encontrarse a solas en la azotea para hablar.


Lo que NamJoon no esperaba, era que terminaría llorando como un niño en su regazo, revelando todo por lo que había estado sufriendo en las últimas semanas, lo culpable que se sentía por haberlos traicionado, lo avergonzado que estaba por haberse comportado como un idiota, lo equivocado que había estado con el asunto de la chica del aeropuerto...

Y mientras vomitaba todo aquel resentimiento hacia sí mismo, se dio cuenta de cuánto había echado de menos a JiMin. La falta que le hacían su presencia y sus caricias. JiMin siempre había sido su preferido porque JiMin no lo juzgaba ni menospreciaba su dolor. JiMin lo escuchaba, mirándolo con esos ojos llenos de luz y calor, y no importaba que el menor no tuviera palabras de consuelo ni supiera qué decir para darle un consejo, porque NamJoon siempre se sentía mejor cuando decía sus preocupaciones en voz alta y JiMin estaba allí para escucharlo, esperando con los brazos abiertos para cobijarlo, sanando todas sus heridas en el acto.


¿Cómo podía haber soportado todo ese tiempo sin haber acudido a JiMin? ¿Cómo había podido aguantar tanto sin tenerlo alrededor?

Todo su cuerpo dolía por el anhelo de sus caricias y no se había dado cuenta hasta que encontró alivio y protección en sus brazos.


NamJoon no quería llorar, pero no podía detener las lágrimas mientras JiMin le cantaba «Hold me tight» dulcemente al oído.

Cada vez que escuchaba sus por favor, abrázame, confía en mí, sólo puedo mirarte a ti, NamJoon se ponía a temblar. Era como si JiMin cantase todo lo que NamJoon quería decirle y no podía.

NamJoon había encerrado esos sentimientos durante demasiado tiempo y ahora era demasiado difícil dejarlos ir, así como expresarlos. Cualquiera de las dos opciones parecía demasiado complicada como para llevarla a cabo.

Cuando le pidió a JiMin subir a hablar a la azotea, NamJoon no esperaba que su noche terminara llorando como un recién nacido en el regazo del menor, sintiéndose protegido y abrigado, todo su dolor fuera, drenado por la presencia de JiMin.


NamJoon estaba agotado, cansado de llorar, cansado de luchar y cansado de sufrir. Lo único que quería era quedarse allí tumbado para siempre, con los deditos de JiMin acariciando su pelo y su rostro, secando sus lágrimas nada más surgían de sus ojos.


Sus manos agarrotadas por la fuerza con la que agarraba la tela del pantalón de JiMin mientras lloraba se iban suavizando conforme se iba calmando, su cuerpo cada vez con menos energías.

Sentía la mente nublada y pesada, tan cansado que no estaba seguro de ser capaz de mantenerse despierto. Cuando abría los ojos, lo único que podía ver era el brillante rojo de las Converse de JiMin. Adormecido, deslizó su mano por la pierna de JiMin hasta llegar a su pie, donde posó la palma, haciendo círculos con su pulgar alrededor del tobillo del menor, justo donde la marca de la zapatilla lucía.


— Me encantas cuando llevas Converse, JiMin... — consiguió pronunciar débilmente, su voz rota y sus cuerdas vocales arañando como papel de lija, tan áspera que la frase se quedó colgando en el aire sin llegar a terminarlas, la palabras atascadas en la garganta sin llegar a poder pronunciarlas: «pero no necesitas llevarlas porque hace mucho que me enamoré de ti».


Por un momento temió que la frase incompleta llegara a cambiar las cosas.

Temió haberse equivocado y que JiMin se diera cuenta que NamJoon había estado malinterpretando la situación todo ese tiempo, que JiMin sólo llevaba Converse porque le apetecía y no tenía nada que ver con NamJoon. O que JiMin pensara que lo único que le gustaba a NamJoon de él eran sus Converse, y nada más. Pero por la forma en la que JiMin siguió acariciando sus cabellos, tarareando suaves arrullos a su oído, supo que nada cambiaría. No en ese momento. No si dejaba la oración sin terminar por culpa del sueño y el cansancio.


NamJoon no estaba seguro de haber llegado a dormirse, pero lo siguiente que recordaba era estar bajando las escaleras tomado de la mano de JiMin. JiMin animándolo a dar un paso más, prometiéndole la comodidad de su cama si hacía un pequeño esfuerzo más. JiMin cuidándolo, como si supiese que eso era lo que NamJoon más necesitaba.


JiMin lo ayudó a ponerse el pijama y a meterse en la cama. Le puso el aire acondicionado de la habitación para suavizar la alta temperatura y lo arropó para que no cogiera frío. Lo arrulló y le acarició el pelo hasta su respiración comenzó a volverse lenta y profunda.

Lo que JiMin no sabía era que NamJoon aun estaba semi consciente cuando se inclinó para besarle la punta de la nariz, cuando le acarició el rostro con ternura y susurró para sí, pensando que no había nadie para escucharlo:


— A mi me encantas tu, NamJoon.


NamJoon cayó dormido sin ser capaz de contestar, y durante toda la noche sintió la presencia de JiMin a su lado, alejando de él las pesadillas y los malos pensamientos, llenando sus sueños de amor, cariño y su intenso olor a hogar.

Burning slow | MinJoon |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora