En el calabozo (2/3)

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-Joder-fue lo primero que dije aún antes de abrir los ojos.

Y es que el dolor del cuerpo me mataba, durante la mañana del día anterior practiqué con el palo de escoba sin descanso, ni siquiera para comer, cuando el pequeño reloj con el que contaba mi habitación ya marcaba las cuatro y media de la tarde me encontraba lo suficientemente cansada y sudorosa para no poder estar de pie siquiera, lastimosamente no podía darme una ducha...

Las siguientes horas me pasé repasando la otra mitad del libro en donde realmente mostraban estrategias de enfrentamiento entre dos grandes ejércitos, claro que había unas técnicas más limpias que otras, pero en las que se empleaba el "juego sucio" había un real ingenio..., leí tantas veces cada una de las estrategias que podía recitarlas como una lección con mi maestra más estricta de primaria..., cuando me aburrí de leer eso, pasé al siguiente capítulo, este era mucho mejor, hablaba de estratagemas para derrotar a varios enemigos siendo solo una persona..., también aprendí todo de memoria. 

Cuando me fui a dormir apenas eran las 8 de la noche, pero mejor un descanso perfecto para una buena lucha mañana. 

Mal plan.

Me levante con dolor intenso en el cuerpo al día siguiente, no había una parte-exceptuando quizá la cabeza-que no me doliera, todos mis músculos se veían incapaces de moverse y a pesar de todo aquello pude ver por el vidrio de mi celda que un hombre de aspecto fiero golpeaba al guardia de mi pabellón en la cabeza con un reloj de pared, luego se dirigió a mí con las llaves y me libero.

-Te ves terrible-murmuró sin piedad alguna-. Tienes veinte minutos hasta que libere a todos los compañeros, haz lo que te plazca, pero vuelves aquí en ese tiempo, hay comida en la celda de Menes.

Se fue tan rápido como apareció. Mi sueño tuvo que irse rápido y mi lentitud también. Tomé una muda de ropa limpia y me dirigí a las duchas, rápidamente me hice el aseo, lo cual alivió un 65% del dolor muscular que sentía, además el agua fría me reactivó por completo el cuerpo. Salí y me vestí de inmediato, la ropa que elegí era la más cómoda, aunque aparentemente el pantalón era de hombre, no me importó, me dirigí de nuevo a mi pabellón, en busca de la celda de Menes, supuse que era aquella en la que se encontraban cuatro personas reunidas comiendo brutalmente. 

-¡Hey!-dije, fingiendo ser ruda ante aquellos hombres-. ¿Dónde está Menes?

-¡Pero mira que pieza tan deliciosa viene a buscar a Menes!-dijo uno de ellos-. Mejor quédate conmigo nena, que te haré gozar más.

-¡¡Cállate Polonio!!-interrumpió la voz de Menes.

Hace apenas una semana me habría quedado callada y enfurecida, pero esta vez no me bastó con que otro hombre me defendiera, yo misma me acerqué al cerdo asqueroso que se atrevió a soltar esas palabras, lo miré a los ojos de cerca y le di una bofetada tan fuerte que me ardió la mano. No conforme con esto, tomé uno de los palos de escoba que se apoyaba en la pared y automáticamente empecé a hacer las cosas que había aprendido ayer, el hombre desconcertado trataba de cubrirse, hasta que se hartó de que lo golpeara e intentó defenderse, pero yo fui más rápida y le acerté un golpe en sus partes nobles, aunque no tan fuerte, lo suficiente para dejarlo tumbado por un buen rato.

-¡Perra!-exclamó él.

-¡Discúlpate, cabrón, o te daré otro golpe ahí abajo y en este no voy a tener compasión alguna!

Calló por un momento y cumplí con mi amenaza, pero con poca fuerza, solo pisé la mano que se encontraba en sus partes y antes de que aplicara fuerza...

-¡¡¡PERDÓN!!! Disculpe usted damisela, le prometo que no volverá a pasar, he sido un bruto, perdone por tratarla así, déjeme que bese sus pies-empezó a rogar, y en efecto acercó su boca a mis pies, en tanto yo me apartaba de él. 

Ahora muchas personas nos habían observado, algunos hombres se mofaban, pero en cuanto los vi con cara de pocos amigos conservaron la seriedad, otros me miraban curiosamente y unos pocos parecían compartir el dolor de su compañero. Congregadas habían alrededor de unas quince a veinte personas, de las cuáles las únicas cinco mujeres vitorearon y cuando me retiré de la escena se acercaron a darme un abrazo o una palmada, felicitándome por haberlo puesto en su lugar. 

-No creí que tuvieras esa fuerza-me dijo sonriendo Menes.

-¡Es que es un cerdo...!-respondí alzando la voz.

-Vale, vale, pero no te vuelvas a enfadar, ya has dado buena muestra de tu carácter ahí, ahora es mejor tranquilizarse. Ve, come un poco y luego vuelve para discutir las estrategias de batalla.

Fui hacia su celda, los hombres ya no se encontraban allí, así que empecé a alimentarme de un poco de frutas, pan y carne recién cocida.

-Hey, Cleopatra-saludó una mujer, levantando la cabeza-. Mi nombre es Aquimea, un gusto conocerte.

Me tendió la mano y se puso a hablar de cualquier tema, le seguí la corriente, una amiga no me vendría mal, pero mucho mejor si esa amiga tenía aspecto de una matona, gruesa, alta y fuerte. Nos parecíamos mucho en varios temas, así que nuestra charla se prolongó hasta que la voz de Menes llamó a todos a una asamblea de guerra.

-¡El objetivo, amigos míos, es escapar de estas malditas celdas, largarnos de este maldito pueblo, pediremos refugio en otro imperio o saldremos a la superficie, pero estar bajo el yugo de Ramsés y su estúpido hijo YA NO!-gritó

Todos lo apoyaron, pero la verdad esto no me parecía bien, claro que lo que quería era salir de este lugar, pero si deseaba cambiar algo, era mejor luchar que huir. Necesitábamos un cambio.

-¡¡Esperen!!-abucheé haciéndome oír, no sé de dónde salió aquel valor que estaba mostrando, no sabía ni siquiera de donde fluían las palabras, pero me puse en el centro del círculo-. ¡¡Lo que debemos hacer no es huir como palomas asustadas!! ¡¡DEBEMOS LUCHAR!! Tomar el poder de Egipto, moldearlo como deseamos, es hora que el linaje de los Faraones caiga y se forme uno nuevo, es hora de que haya otro tipo de gobierno.

Me sorprendí al ver el respeto que me había ganado entre todos los presentes.

-Pero, el objetivo de que hayamos permanecido tanto tiempo ocultos bajo tierra es preservar la cultura egipcia tal y como la conocemos desde hace miles de años.

- Pero nada es eterno señores. Claro que conservaremos todo este imperio ¡y se quedará por diez milenos más, hasta el fin de los días! Pero es hora de cambiar el linaje que gobierna estas tierras, es solo decir basta a los caprichitos del Faraón, podemos camiar esto, sin cambiar la cultura y las costumbres, seguirá enseñando todo, simplemente derrocaremos al rey y tomaremos el poder.

-¿Y quién lo hará, tú?-replicó una de las mujeres.

La miré con firmeza.

-Sí-respondí simplemente, ella sonrió.

-De acuerdo, me uno a tu causa-respondió, todos se sorprendieron, las mujeres sin excepción alguna se unieron a mí, Menes también, pero los otros vacilaban, hasta que finalmente del grupo de veinte personas, trece apoyaron la causa y siete declinaron, ellos simplemente huirían, se ceñirían al plan inicial. 

Cuando aquellos cobardes se fueron, miré a los que quedaron, al parecer ahora me había convertido en su líder, sin saber cómo..., pero lo que si sabía es que ahora teníamos un objetivo concreto y diferente, mucho más grande que nosotros.

Derrocar a Ramsés.

Enamorada del hijo de un FaraónWhere stories live. Discover now