El templo perdido

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Eso de estar con una brocha extremadamente pequeña, quitando el polvo de un desierto todo el día, bajo el fuerte sol, era agotador, pero ser arqueóloga requería sacrificios y vaya que cuando encontrabas lo esperado tenías recompensas.

Egipto fue una civilización tan rica en cultura, en creaciones, en gobierno y en religión que desde niña puse mis ojos fijos a un libro referente a eso, y hoy estoy cumpliendo el sueño...en Egipto, buscando la tumba de un Faraón, creador de la primera dinastía. He sido arqueóloga desde hacía mucho, lo cual me da privilegios en esta firma, no estoy aquí para trabajar, si no para ordenar. Soy la segunda al mando, después de Ricardo, mi jefe, y se puede decir que mi íntimo amigo.

Tengo a cincuenta hombres trabajando a unos metros del Nilo, es media mañana y unos hombres sudorosos en la arena están con aparatos buscando alguna señal de metales, otros sacaban kilos tras kilos de arena con el mismo propósito. Al ver mi reloj les doy un descanso para comer y les instruyo para que regresen exactamente en una hora y media, mientras tanto, me uno a la conversación que desarrollan dentro de una carpa Ricardo y un General del ejército de la zona.

-Nessecitan ver lo que ha passado en lass piramidess de Gizeh- el General hablaba con su clásico acento, mientras señalaba en un mapa la pirámides- Sse ve un extraño objeto que ressplandece, parece claramente un lingote de oro, pero ssi alguien sse acerca essa cossa lo expulssa hacia atráss varioss metross.

-Este es un lugar lleno de historias-replico confiada- debería ir a investigar, seguro hay alguna trampa, nada que los jeroglíficos no puedan solucionar.

El General me mira como si fuera de otro planeta o algo así, es cierto, el jeroglífico adecuado y la trampa se desvanece, soy supersticiosa por naturaleza y creo que hay algo más que humano, en este lugar las personas de hace cientos de años lo conocían, y nosotros vamos tras eso, vamos tras nuestra historia.

-Sseñorita, no creo que sse trate de un ssimple jeroglífico.

-Solo quiero examinar, tal vez hay se encuentre la tumba.

Ricardo se acerca a mí y me susurra al oído para que nadie más escuche:

-Sabes que es peligroso ¿Verdad?

Asiento con la cabeza

-Eres la mejor arqueóloga en los últimos quinientos años, no podemos perderte, ve con cuidado.

Asiento emocionada. Esta vez Ricardo grita órdenes a varias personas.

-Roberto, trae un detector de metales. Pablo, una guía criptográfica. Patricio, herramientas para saquear tumbas. Y General, llévela al lugar.

A regañadientes cada uno va a traer lo que ordenaron, unos quince minutos después estoy lista y salimos hacia las pirámides, voy en la parte trasera de una camioneta del ejército, disfruto el paisaje, aunque es desierto sé apreciarlo.

* * *

Ya he estado seis meses en Egipto y he venido muchas veces a las pirámides, pero aun así no dejaban de sorprenderme. A unos veinte metros de la pirámide habían unos pequeños carteles con la leyenda "No pase" y también varios oficiales resguardando la entrada, todos parecían ver al lado derecho de la pirámide, posé ahí mi mirada y claramente vi algo dorado reluciente.

Me acerqué con el General a mis espaldas, a un metro para llegar saqué unos guantes y una herramienta para agarrar objetos y caminé lentamente hacía lo brillante, escuche la advertencia del General y seguí acercándome, ya a pocos centímetros una ráfaga de aire salió de quién sabe dónde y empujó al General directamente a otro lugar, a pesar de que la ráfaga llegó a mí, solo me impactó y me hizo retroceder unos centímetros, seguí avanzando con más cuidado.

Enamorada del hijo de un FaraónWhere stories live. Discover now