La historia

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Después de que aquella persona me susurrara al oído todo pareció un cuento, aunque no sabría decir exactamente si de hadas. Eché un vistazo al hombre que me cubría la boca, piel morena, alto y tosco, llevaba el cabello casi rapado, la oscuridad era profunda, por lo que no puedo decir más. Tapándome la boca en todo momento me dirigió por mil pasadizos que no recordaría ni en una vida, no dijo nada en el camino, por lo menos hasta que llegamos a un lugar, ya varios pisos bajo tierra. Quitó su mano de mí y se alejó un poco.

-Bienvenida al Imperio Egipcio

Tuve que parpadear varias veces antes de que mis ojos mandaran a mi cerebro la información de lo que ahora estaba viendo, era como la ciudad del Cairo, un enorme y majestuoso templo daba la bienvenida, el palacio del Faraón. Afuera, las calles se encontraban repletas de personas con la vestimenta del Antiguo Egipto; La mujeres con sus vestidos y sus exuberantes joyas, mientras que los hombres tan solo con una especie de falda que les cubría desde la cintura hasta las rodillas, con kohl en los ojos, que los hacía lucir más intimidantes a mi parecer.

Tragué saliva y por fin tuve un poco de valor para hablar.

-¿Qué es esto?

-El Imperio Egipcio- Me mira como si fuera lo más natural del mundo y como si fuera tonta, trato de relajarme, pero es imposible, esto no es Egipto, el Imperio murió hacía ya mucho tiempo, de la nada mi garganta produce carcajadas y empiezo a reír, todo es absolutamente ridículo.

-¿Egipto? ¿Está de broma?

Me mira con una mezcla de dolor y enojo.

-No, no es broma

Mi risa se opaca abruptamente y el muchacho empieza a caminar con dirección al templo, lo sigo, no quiero quedarme sola aquí, empiezo a considerar la idea de encontrarme en Egipto, de hecho estoy en Egipto, pero esto es diferente, la cultura de esta gente es como la de los tiempos antiguos, puedo notarlo con solo ver su vestimenta. Me hace sentir incómoda la manera en la que todos me miran, como si fuera un espectáculo. Llevaba pantalones cortos y una camisa blanca y fresca por el calor que hacía, todos se alejaban y me inspeccionaban una y otra vez de arriba abajo. Lo que me pareció más extraño fue que parecía como si el sol estuviera ahí, no estaba oscuro como un subterráneo, parecía la superficie…hace miles de años.

-¿A dónde vamos?- me atrevo a preguntar.

-A ver al Faraón- el tono que emplea es cómo gracioso, cómo si hiciera una especie de chiste privado, me mira e intenta disimular su risa con una tos- Le encantará verte.

¿Al Faraón? Esto no me da buena espina, y por la maliciosa sonrisa de mi acompañanta menos, no es cómo si cualquier persona fuera a ver al Faraón, solo por haber llegado a la ciudad, empiezo a temblar a pesar del calor que hace. Llegamos al palacio y sin saber porque me siento nerviosa, no es que los Faraones tengan fama de santas almas del Señor. Cruzo los dedos por detrás, mi anfitrión habla con los guardias que custodian la puerta, puedo entender lo que les dice, explica que he llegado a la ciudad, “desde arriba” y que el Faraón desearía verme. Al instante entró al enorme castillo, mayoritariamente construido con piedra, lujoso obviamente. Con detalles dorados, oro imagino.

Mi vista se nubla un poco y no puedo seguir apreciando los detalles, estoy nerviosa, si estuviera en otra situación esto sería hermoso, sin saber cómo me encuentro en la habitación más lujosa que he visto en mi vida, Wow, tiene todo, y hasta está decorada con pinturas propias de Egipto, el hilo que usaron en la alfombra de entrada se nota ser el más fino. Mientras que en los muebles se exhiben toda clase de cosas costosas. Vaya, me siento toda una reina, en el centro, en un trono al parecer, se encuentra de espaldas un hombre, no sabría decir su edad ya que no le veo la cara.

Enamorada del hijo de un FaraónWhere stories live. Discover now