El balneario

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Ya era jueves, tres de la tarde, hoy era el día. Estaba nerviosa, pero sobretodo decidida. Halima ahora se había trasladado a mi habitación, dormía en otro lugar, dividido por una pared obviamente, pero estaba en mi habitación las 24 horas del día. Era una buena persona, habíamos hecho una extraña amistad a escondidas, yo la trataba como se merecía, con respeto y educación, como a cualquier ser humano.

Me vestí con una ropa muy superficial (me refiero a que era de la superficie), y me quedé en mi cama leyendo sobre métodos de guerra, no sabía si iría a esa competencia, pero más vale estar preparada. Estos días había estado un poco distante de Ahkmenrah, y él se había dado cuenta, yo estaba poniendo toda clase de excusas que parecían creíbles y logré convencerlo. A veces mi voluntad flaqueaba, deseaba olvidarlo todo y entregarme a él, pero me recostaba esperando que el deseo pasara, había hablado más seguido con la hermana de Ahkmen, si no estuviera loca por conquistarlo y tuviera un odio irracional hacía mí porque él me tuviese entre una de sus favoritas, seríamos buenas amigas, por este tiempo habíamos dejado de lado lo que a él respectaba y me había incluso ayudado con la espada, siempre con el pretexto de que no se preocupaba por mí, sino de que estaría en desventaja y eso no sería justo, si dejábamos de lado lo que ya mencioné, realmente nos llevaríamos muy bien.

Rápidamente pasaron dos horas, con Halima salimos rápidamente mirando para todos lados y rezando porque nadie nos viera. No sabía en dónde estaba ese lugar exactamente, pero Halima me condujo con facilidad, tuvimos un susto de muerte al encontrarnos con el Faraón, pero actuamos normalmente. Salimos por los jardines y caminamos un buen rato, al menos hasta que sentí un suave toque en el hombro, me giré rápidamente esperando dar un golpe a quien fuera, pero me detuve al ver que era aquel muchacho que vi en la fiesta y con el que bailé en el cumpleaños de Ahkmenrah, me sorprendió verlo, estaba más atractivo de lo que recordaba, tenía puesto el típico traje de los egipcios y me sonreía abiertamente.

-Hola, señorita postulante para ser la esposa del Faraón-murmuró, en su voz había algo de molestia, pero lo dijo como una burla en realidad.

-Yo no elegí mi destino-respondí seriamente.

-Si lo elegiste querida, ¿Por qué no? Ser la esposa del próximo Faraón suena bien.

-Ni siquiera soy de aquí, estoy en este lugar por accidente. No me gusta la idea de pelear o morir, puedes creerme.

-Y te conformas con las dos opciones, que típica. Ni siquiera peleas para cambiar todo.

-¿Disculpa?-exclamé incrédula por lo que había acabado de decir.

-Debías ser mujer, son tan...débiles y de bajo coeficiente intelectual.

No me pude creer sus palabras, esto estaba pasando muy rápido, lo había visto una vez, nos habíamos hecho amigos, nada en plan romántico, pero me reclamaba de ser estúpida y de no luchar por dejar de ser esposa del Faraón. Me enojé tanto que no medí mi fuerza.

Le di un buen golpe en la nariz, seguido de otros más fuertes en la cara.

-¡¿Qué te pasa?! Maldito machista, si piensas eso porque te acercas a mí, ¿Por qué me lo reclamas?

Con dificultad me miró y respondió.

-Yo sólo soy un mensajero, bueno a mí solo me dijeron que te diga que luches por lo que en verdad quieres.

-¿Quién?-le pregunté, pero ya se había ido, eso me dejó realmente confusa, nada tenía sentido, pero lo olvidé rápidamente pues ya era hora de ver el gran misterio que Ahkmenrah escondía, entramos por otro lado del castillo, fuimos hacia una habitación vacía y con ayuda de una especie de escalera subimos por una de las paredes, en un conducto que estaba mal cerrado y era suficientemente grande para que entrara una persona, entré.

Enamorada del hijo de un FaraónWhere stories live. Discover now