ó s c u l o

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Enredaba sus dedos como un gesto de nerviosismo. Se toqueteó la nariz, paseó la mirada por el corredor una y otra vez. Los pocos familiares de Elizabeth seguramente ya habían llegado a Neverland e instalado sus cosas en las cabañas alrededor de la casa. Laurie tenía razón, el espacio era demasiado grande; pero en aquel momento se le antojó tan pequeño que estaba asfixiándose. No por el hecho de que unas cuantas personas hubieran llegado a su casa, sino porque Elizabeth estaba casándose otra vez. En definitiva, Michael nunca pensó que un día vendría a su casa, con Dave, y luego le diría "Nos casaremos".

No se había quitado el pijama desde que el día anterior había regresado a casa. La planeación de la gira iba en definitiva espectacular. Aunque siempre había fallas técnicas, o por parte de los bailarines o incluso de él, le había gustado conocer a sus nuevos compañeros de trabajo (era gracioso que los llamara así porque era el jefe). Unas cuantas bailarinas le habían mirado pasar, y Michael pasaba por sus episodios de timidez cuando no estaba pisando un escenario. Se sentía vulnerable. A pesar de todo esto, una persona tenía la capacidad de hacerle sentir casi seguro de sí mismo.

Michael no estaba maquillado tampoco, ni tenía la extensión de cabello artificial en la parte izquierda de su cráneo. Pareció no recordarlo, porque se anduvo por la casa pensando si aquello que estaba por ocurrir era un sueño supersticioso de su parte, o tal vez algo que le estaba arrastrando a su muro de sorpresas. Comió ausente, con aquella expresión de quietud que a muchos les perturbaba porque el señor Jackson siempre estaba sonriendo. Se revolvió su estómago, contrayéndose de una especie de euforia o dolor. Se miró en el espejo, y alcanzó a notar las sombras violáceas debajo de sus ojos. Estaba adormilado, sí. Pero en toda la noche no había caído en el sueño.

Estaba a punto de tomar el corrector y todo el maquillaje que estaba tras el espejo, cuando Blanca se apareció en el umbral de su habitación. Cargaba una enorme sonrisa en la cara, que había contrastar sus dientes con el uniforme azul.

—Señor Jackson, la señorita Stonem está abajo.

Cuando terminó de hablar, sintió que la expresión de Blanca iba a ser duplicada por su propio rostro. No quiso recordar que estaba completamente desarreglado, incluso mostrándose como era en realidad. Bajó las escaleras, hizo un laberinto con los pies. Llegó al primer piso con la respiración pesada, y justo antes de entrar tuvo que disimular que había estado corriendo para llegar hasta ella.

Laurie estaba mirando uno de los cuadros de la estancia para cuando él llegó. Estaban sus ojos azules arrastrándose por la pintura con delicadeza, analizando cada detalle. No fue diferente a como lo hizo con él cuando se giró y se encontraron sus pupilas otra vez. Michael de sólo verla se sintió en los cielos, pero notó que algo era diferente. Una pizca de no sé qué invadió su cuerpo entero. Laurie en definitiva estaba más delgada que la última vez que la vio, hacía un mes. Coincidieron en los moretones debajo de la mirada. Ella tenía aires de debilidad. Michael quiso saber qué ocurría. Su error fue el abstenerse a preguntar.

—Joder, Michael...

Ella se acercó, y con cada paso que dio mientras dejaba la maleta en el olvido, Michael se percató del corazón que poco a poco le crecía dentro del pecho y casi se le salía por los oídos. Laurie enredó sus brazos alrededor de él, olvidándose de todo lo que no era el increíble calor que poseía su cuerpo, o la fuerza de sus músculos que él decía no tener. Ni siquiera notó su aspecto.

—Te extrañé, también.

Michael no se resistió a cerrar los ojos por primera vez desde su llegada al aeropuerto de la ciudad. Se transformó en sus propias manos, y sus sentidos viajaron a través de sus terminaciones nerviosas, permitiéndole sentir cada partícula del cuerpo de Laurie que se apretujaba contra el suyo en espera de no separarse nunca más. Paseó sus manos hábilmente por su espalda, con los dedos quietos y punzantes en un hormigueo de no poder sentirle en su totalidad. Aspiró el aroma de su cabello, de su perfume embriagador.

entelequia × [Michael Jackson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora