a m i g o

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—¿Fumas?

Preguntó Michael una vez que la tension se vio diluida por la calma de la noche. Laurie era bastante profesional en fingir que las cosas no estaban ocurriendo. Ella volteó a mirarlo una vez más y asintió lentamente, casi pudo percibir que estaba avergonzada de ello.

—Últimamente lo he hecho a menudo.

Bajó la mirada, y luego regresó a sus ojos.

—Me dijiste que tenías náuseas, ¿no crees que es por eso?

Michael hizo una mueca, y luego ella se sintió culpable por haberle mentido. Pero tampoco iba a decirle la verdad. Ella se encogió de hombros.

—Eso fue antes. Al día siguiente todo empezó. Incluso compré unos malditos Gauloises y fue el que me quemó. La llama es demasiado caliente.

Habló al parecer enfadada. Michael esbozó una pequeña sonrisa cuando la miró así, y ella pudo apreciar bien sus labios curvearse hasta que su expresión se relajó.

—Sólo no te arriesgues demasiado. Los pulmones son vitales.

Michael le había hablado como un buen amigo. Laurie asintió sin sentirse regañada por los impulsos que últimamente de habían sacudido como un costal. Nunca le habían hablado así en toda su vida, siendo que jamás había tenido uno de verdad. Se quedó muda ante la maravillosa sensación de que podía decir todo lo que ella quería sin tener algo atorado en la garganta.

—Yo... estaba planeado dejarlo.

Laurie se aproximó a su lado una vez más. Y miró que un estanque con profundidad hecha de piedra estaba esperando paciente para que pudieran admirar su belleza. Michael también se giró, y ambos miraban las diáfanas aguas que se movían en ondas ante sus ojos.

—¿Alguna buena razón para hacerlo?

—No lo creo. Uno siempre hace cosas estúpidas.

Laurie extrajo el último cigarrillo que le quedaba de su bolsillo. Relució junto con el brillante papel blanco que rodeaba todo ese tabaco de calidad, que seguramente en casi todo el mundo la marca se había extinguido. Michael hizo una mueca cuando ella se lo pasó. Lo tomó entre los dedos y lo estudió con suma concentración. Era muy lindo cuando sus ojos se movían con objetivo de análisis.

—Es el último que me queda.

Dijo ella, sintiendo sus brazos chocar. El calor de su cuerpo sí que era bastante transitorio, y aún más cuando uno se acurrucaba disimuladamente.

—Déjame encenderlo.

Michael vio el temor en los ojos de ella cuando sacó también un encendedor antiguo. Por supuesto, al poner en contacto la llama con el cilindro, una luz amarilla surgió de la parte caliente. Soltaba humo como una casa de madera esperando a los bomberos. Michael admiró el fuego, y se preguntó cuánto le habría dolido para tener una llaga de esa magnitud.

—Arrójalo.

La voz de Laurie lo absorbió de los pensamientos que estaban gobernando su cabeza en ese momento. Volteó a mirarla, y entonces lo levantó como si fuera una copa de champaña, lo mismo que estaban haciendo dentro del salón.

—Dejas el hábito poco a poco, ah.

—No creo tener tiempo de comprar otra cajetilla en Seattle.

Ella negó con la cabeza y se volvió a recargar en la barra. El hombre de la tienda frente al edificio siempre le había dicho que no era mayor de edad, siendo que ya tenía los veintiséis.

—¿Seattle?, ¿De qué hablas?

—Mañana Mark y yo... tenemos que volver.

Los ojos de Michael de pronto se volvieron desanimados y sus párpados cayeron.

entelequia × [Michael Jackson]Where stories live. Discover now