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—¿Ya casi llegamos? Creí que sólo iríamos por un helado —su tono era desesperado.

—Vamos a ir a una heladería muy buena en un pueblo cercano. Tengo algo para ti.

—Dime qué es, ¿cómo una sorpresa? —se notaba ansiosa como una niña pequeña.

—Sí, una sorpresa grande —sonreí. Esperaba con toda mi alma que le gustará.

—¡Dime qué es! —gritó brincando en el asiento

—No te diré. No saltes en el asiento o te haré saltar encima de mí, ¿quedo claro? —Odiaba no poder pensar en algo que no fuera tenerla desnuda sudando y gimiendo para mí, pero aún más pensar que otro chico la tuviera. El estómago se me revolvía de sólo imaginar algo así.

—Eres malo —se cruzó de brazos haciendo puchero—, pero jodidamente sexy, sólo por eso lo perdonó.

Estacioné el auto a las afueras del pueblo. Era uno de mis lugares favoritos de Mississippi, lo conocía como la palma de mi mano.

—Me alegro que no tengas zapatillas de tacón puestas —comenté mirando sus Converse negros desgastados. Podía llevar encima una bolsa de basura y seguiría luciendo perfecta.

—Ammm... —movió sus pies de arriba a abajo de manera infantil.

—Vamos. —En dicho pueblo había haciendas y pequeñas casa, conocía a todos en ese lugar.

—¡Hey, Dylan! —gritó la señora María, algunos eran latinos y otros no, pero todo era muy agradables—. ¿Cómo estás, hijo? —me abrazó fuertemente. Amara sujetó mi brazo por atrás entrelazando nuestros dedos.

—Muy bien, gracias. Ella​ es Amara, mi novia, Amara ella es María, es como una madre para mí —la mitad de las personas eran como parte de la familia. Mi padre tenía una hacienda que visitábamos cada fin de semana para relajarnos y respirar de la gran ciudad.

—Vaya qué es hermosa -—a abrazó dándole un beso en la mejilla—. ¿Tú no comes, niña? Mírala, está en los huesos.

Actuaba siempre como una abuela preocupada. Quizá Amara está delgada, pero mientras estuviera sana era perfecto.

—Un gusto conocerla, señora.

-—ime María, niña. Cualquier persona que trate bien mi Dylan está bien conmigo. No como ese inútil de Patrick. —Presioné mis labios en una línea recta, escuché unos gritos y ví a los niños correr hacia mí.

—¡Dylan! —coreaban. La pequeña Lulú se colgó de mi cuello y los demás me abrazaron tirándome al suelo. Adoraba a eso chiquillos.

—Los extrañé tanto —escuché las carcajadas de Amara a mí espalda—. Ella es Amara y también necesita mucho amor.

Los niños corrieron y la​ abrazaron también tirándola al suelo. Reí viéndola levantarse con Marcus en sus brazos.

—Eres muy gracioso, Dylan O'Brien —se quejó con una gran sonrisa.

—Bueno, fue un gusto verte de nuevo, María. Iremos con Claudia por unas nieves, ¿quién quiere? —los niños rápidamente levantaron sus manos—. Vayan a decirle a Claudia, yo las pagaré.

—Vaya con Dios, hijos. Yo iré a para la plaza en un momento, debo terminar de lavar.

Los niños corrieron, estaban manchado de tierra por jugar y algunos descansos, pero eran niños cuidadosos y nunca olían mal.

Sujeté la mano de Amara, entrelazandola con la mía mientras caminábamos por el camino de piedras.

—Parece que te quieren mucho —sonrió.

Fuck me, Mr. O'Brien (+18)Where stories live. Discover now