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¿Lo estás haciendo? —dijo con voz ronca.

—¿Hacer qué? —reprimí un gemido soltando un jadeo.

Sí lo estás haciendo. Te estás masturbando —rió—. ¿Recordar a Hayden te excito?

—Sí, pero aún más saber que usted lo está haciendo también —mis manos daban círculos dentro de mí y mi pulgar masajeaba mi clítoris.

Joder. Sí tan solo estuviera ahí contigo. No tendrías que hacerlo tú sola.

—Pero no está aquí —grité/gemí arqueandome.

Te diré algo, nena. Necesito que vayas a la biblioteca.

—No puedo hacerlo ahora.

No estoy preguntando. Ve, ahora —me puse de pie sintiéndome incómoda por la humedad de mis piernas temblorosas.

Hay un cajón del lado derecho del escritorio. Toma las llaves azules y abre la puerta detrás del sillón.

—Listo. —Era lo que había hecho unas horas antes. Sabía exactamente a qué quería llegar.

No te asustes por lo que veas ahí dentro. No son tan dañinos como se ven. En algún cajón debe haber vibradores o algo parecido. Puedes tomar el que quieras.

—Me está dando permiso de utilizar sola sus juguetes.

Créeme cariño, no es el punto, pero puedes hacerlo.

Tomé uno y me causo mucha risa. Sin ningún sentido.

¿Qué te causa tanta risa?

—No lo sé. Es divertido ver cómo se mueve de un lugar a otro —reí de nuevo.

Eso es un juguete sexual. No pienses en eso, cariño. Ahora puedes ir a la cama y continuar lo que hacías.

—Pero ya se me quitaron las ganas. —No era más que una gran mentira.

Hazlo, Amara. Es una orden.

—No se ponga tenso, Sr. O'Brien.

Subí las escaleras corriendo hasta tirarme a la cama. Me parecía un tanto ridículo.

Retiré mi ropa interior abriendo las piernas, encendí aquella cosa.

—No puedo hacerlo. Es raro y gracioso —temblaba en mis manos.

Amara Gillies. Sino lo haces cuando llegue te irá muy mal. Sabes que no bromeó.

—Vaya motivación. No puedo continuar con mis manos.

No, quiero que pruebes esa cosa. Está bien, sólo imagina que mis labios recorren tu cuerpo; como tantas otras veces lo he hecho.

—Continue —pasé el artefacto a lo largo de mi vagina sintiendo su vibración.

Mi mano sosteniendo tu cadera con fuerza y la otra presionando tu trasero.

—Ajá. —Podía sentir como todo mi cuerpo aumentaba su temperatura. Aquella cosa se sentía tan bien, solté gemido, jadeos, gritos.

Continua así, gatita —gruñó—. Quiero que imagines que ese soy yo entrando en ti. Una y otra vez —así lo hice—, entrando cada vez más rápido.

—¡Joder! —sintiéndolo vibrar dentro de mí.

Quiero que lo hagas. Mancha las sábanas de ti. Grita mi nombre —su voz profunda en susurro podía hacer que me temblara el cuerpo.

—Oh, Dylan. ¡No puedo! —grité corriéndome—. Vaya eso fue... extraño.

No vas a cambiarme por un pedazo de plástico ¿verdad?

—Eso ni pensarlo. Este plástico no tiene tus besos.

Debo irme, cariño. Llaman a la puerta.

—Adios, Sr. O'Brien —colgó.

Me dirigí al baño y tomé una rápida ducha.

Baje a la cocina, pero ya casi no había comida en la casa, así que decidí simplemente ir al supermercado. Compre algunas cosas, incluyendo ropa, las compras siempre me habían hecho sentir bien, como si las nuevas cosas me convirtieran en una nueva yo.

Caminé por el parque mientras comían un dona de chocolate, cuando sentí alguien se colocó a mi lado.

—¡Hey Amara, ¿cómo has estado?! —grito Shione casi dejándome sorda.

—Hola, muy bien, gracias. ¿y tú? —sonreí un poco incómoda.

No me molestaba en lo más mínimo esa chica, pero me causo desconcierto cuando grito, su aparición fue espontánea y ya tenía mucha espontaneidad en mi vida.

—Muy, muy bien. ¿cómo siguió Vanessa?

—Fue una contusión leve. Ella está muy bien ahora, supongo —miré hacia el suelo.

—¿Qué pasa contigo? En la preparatoria eras muy divertida y alocada.

—Na...ada, me quede pensando en algo.

—Bueno, tengo que irme. Adiós —me abrazó fuerte, dejándome sin aire, tirando un trozo de mi dona a su paso y salió corriendo.

«Vaya que es rara esta chiquilla».

Mire mi comida en el suelo y me entristeció, estaba disfrutandola tanto y ahora, ya la había chupado el diablo.

Regresaba camino a casa, con los audífonos a todo volumen, decidí que era buena idea levantar la vista del suelo, pero no fue así. Sentí un nudo en la garganta, justo en el momento que levanté la mirada, Vanessa estaba ahí, frente a mí, en la acera de enfrente. Con una chica, tomándola por la cintura y hablándole al oído. «Su novia, quizá».

Me quedé un momento en shock, era como si todos sucediera en cámara lenta. Ví el cabello de Vanessa moverse contra el aire mientras volteaba y me veía.

La chica sonrió incómoda y levantó la mano en señal de saludo, aquella acción hizo que Vanessa también me mirará, pero con desdén y leve vergüenza.

Me dí la vuelta y seguí caminando de vuelta a casa. No quería verla, no lo merecía después del daño que le hice.

Volví, dejé todo sobre la barra de la cocina y subí a mi habitación. Seguía un poco triste, me tiré sobre mi cama boca abajo y las lágrimas brotaron sin cesar de mis ojos.

«Perdiste a tu novio y a tu mejor amiga, por ser una perra egoísta, que sólo piensa en sí misma. Todo es tu culpa. Siempre arruinas todo lo bueno que te pasa».

Estaba mal, todo esto estaba mal, no debía sentirse así. Amar a alguien no podía condenarme de esa manera. Quizá los del problema eran ellos no yo, lo único que hice fue seguir a mi corazón. ¿Por qué eso les causaba tanto conflictos? Lo entendía de Thomas, porque lo engañé, ¿pero Vanessa? No tenía sentido era mi mejor amiga, debería estar feliz porque yo lo estaba. ¿Feliz? ¿Realmente estaba feliz llorando cada día por los recuerdos?

Estar con él, estar con Dylan estaba bien, me hacía sentir bien, como si nada ni nadie pudiera lastimarme, pero cuando estaba lejos, se sentía un vacío. No sólo en la habitación, no sólo en la cama, era un vacío existencial, estaba destinada a estar con él, a pesar de las adversidades.

Fuck me, Mr. O'Brien (+18)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt