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—Fue muy hermosa tu canción —dije conduciendo de camino a casa.

—Gracias —sonrió forzosamente, sentía un nudo al verla de esa manera.

—No quiero que estés triste, joder —pellizqué su mejilla. Soy pésimo ayudando a las personas tristes—. Amo tu sonrisa.

—Lo siento, pero me quedé pensando en todo. Esa canción dice todo lo que pienso —«Sí, lo hace»—. Quiero gritar a todo el mundo que te amo, pero no puedo hacerlo.

—No ahora, cuando tus padres vuelvan hablaremos con ellos y todo estará bien.

—Eso es un dispárate, te dije que no lo aceptarán, de ninguna manera.

—Pues tendrán que hacerlo, preciosa —la miré de reojo—. Lo he dicho una y otra vez hoy, pero te amo. No planeo dejarte ir.

—Y yo a ti —sonrió derrotada y me dio un beso en la mejilla.

Suspiré llevando una de mis manos para dar un leva masaje en los omóplatos para relajar la tensión.

—Siento mucho estresante con mis tonterías —habló con tristeza.

—Está bien, son cosas que nos importan a ambos —estacioné el auto y salí abriendo su puerta.

—Gracias —me dio un tierno beso y entro a casa.


—Mierda —murmuré levantándome de la cama lentamente para no despertarla.

Lucía preciosa envuelta en las sábanas negras que hacían el​ contraste perfecto con su piel blanca, con su respiración tranquila. La admiré con ternura y después solté una risita al ver un hilo de su saliva caer sobre la almohada.

Bajé entrando a la cocina para preparar desayuno. Era el cumpleaños 19 de la preciosa mujer que dormía en mi cama. Suspiré escuchando sonar el golpeteo de la puerta, que fue lo que me despertó.

—Ya voy —abrí y una chica pequeña tanto de edad como de estatura y linda me recibió con una cálida sonrisa.

—¿S...S...Señor Dylan O'Brien? —su mirada vago por mi abdomen desnudo, la ví tragar saliva.

—Soy yo, nena —sonreí de la misma manera, sus mejillas estaban coloradas.

—Ne...Necesito una credencial o algo para verificación —no me miraba a los ojos.

—Un momento —me dirigí al mueble del living y tomé mi cartera—. Aquí tienes.

La tomó entre sus temblorosas manos, no levantó la mirada ni el rostro de la hoja revisando mi nombre.

—Firme aquí de recibido —me acerqué a la tabla para firma.

—No muerdo, tranquila —sonreí intentando calmarla.

—Lo siento —miró al suelo—, es mi primer día y estoy nerviosa —sonrió.

—Bueno, pues no deberías estarlo —coloco su cabello detrás de sus orejas que estaban rozadas—. Pero ten mucho cuidado con las personas que atiendes, no queremos que algo malo te pase, ¿verdad? —todo su rostro se tornó carmesí, pareciendo un pequeño tomate.

—Gracias, señor —se dió la vueltas.

—Nena —se giró hacia mí.

—¿Si? —reí ante su inocencia.

—Mi paquete —levanté una ceja.

—Oh, lo siento mucho —corrió al camión y un hombre se aproximó a mí con la gran caja.

Fuck me, Mr. O'Brien (+18)Where stories live. Discover now