2.2

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Subí a mi habitación diciendo que ya me iría a dormir para que mis padres no entraran. Me quité el maquillaje y me cambié de ropa a otra un poco menos formal y más sexy. Una blusa de tiras, un short negro muy corto.

Acomodé las almohadas para que pareciera que estaba registrada en la cama.

Miré por la ventana y el Sr. O'Brien estaba recargado en la puerta de su despacho con una sonrisa y sus brazos cruzados de manera sensual.

Volteé hacia todos lados y subí al árbol de manzanas que estaba pegado a mi ventana conectándolo con la casa del Sr. O'Brien, él me ayudó a entrar a su casa por medio del balcón.

—Eres toda una escapista —susurró sobre mis labios

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—Eres toda una escapista —susurró sobre mis labios.

—Pero sobretodo soy muy flexible —sonando lo más morbosa posible—. Ya lo había hecho antes —me reí levemente—. La antigua dueña; la señorita Carllson me dejaba entrar para escapar a las fiestas.

—¿Era una sonsacadora? —sus manos acariciaban mi cintura.

—No hablemos de ella. Hay cosas más importantes que hacer —enrollé mis brazos en su cuello besándolo apasionadamente.

—¿Recuerdas que tenía una habitación para cosas especiales?

—Creí que dijo que era su biblioteca —lo miré confusa levantando una ceja.

—Pero sólo una parte. Quiero que vayas a mi habitación y te quedes en la cama, iré en unos minutos.

Él bajo las escaleras y yo fui directamente a su habitación, era muy linda, con sábanas negras cubiertas con un edredón color gris y almohadas tintas. Pase mis dedos acariciando la tela y luego por el mueble de roble que tenía un gran pantalla.

—¿Por qué siempre revisas todo? —me giré ante su voz ronca.

—Soy curiosa —sonreí—. ¿Qué es lo que fue a buscar?

—Estas —en su mano llevaba cadenas delgadas y esposas—. Te dije que era especial.

—Está bien, me gustan los controladores —pasé mis dedos por el cuello de su camisa y lo besé.

—Espera, hoy me toca jugar contigo, pero yo te preocupes, hoy no habrá castigo. Has sido una niña muy buena. Hoy se trata de ti y haré que lo disfrutes.

—Pero yo quiero que tú también lo hagas —hice puchero.

Presionó mi mandíbula con sus dedos y me acercó a sus labios, me besó bruscamente dándome una mordida al final.

—Lo disfrutaré, te lo aseguro —sus ojos destellaron—. Ahora quítate la ropa que creas que estorba realmente —caminó había la esquina y puso música clásica.

Quité mi shorts y la blusa, lo demás serviría para algo. Quizá.

—Estoy lista. —Me miró de arriba a abajo.

—No recordaba que tu cuerpo fuera tan perfecto —gruñó.

—Ni yo que le gusta el sexo al son de Mozart —sonrió encogiéndose de hombros.

Me recosté en la cama, respiré profundo y me dejé guiar por él, me sentí en extremo nerviosa.

—Si en algún momento te lastimo o están muy apretadas, quiero que me lo digas. —Sujetó mis brazos por encima de mi cabeza, pasó mis manos por los huecos de la cabecera y colocó las esposas.

—Definitivamente esto será muy divertido —chillé emocionada, pasó su mano por mi abdomen pasando por mis piernas y finalmente sujetó mis pies con las cadenas a cada lado de la cama.

—Estás por completo bajo mi control —pasó la yema de sus dedos por mis bragas dando pequeños círculos, el placer me hizo dar un respingo y apretar mis piernas, pero estás estaban aprisionadas por las cadenas.

—En este momento soy completamente suya. —Mi voz había comenzado a sonar ahogada.

—Todo el tiempo eres completamente mía. —Quitó su corbata de un jalón y la llevó mi cara cubriendo mis ojos.

Odiaba el hecho de no ver, tener los ojos cerrados o cubiertos me ponía nerviosa, pero escuché como se quitó una prenda, (que posteriormente me di cuenta, era su camisa), se posicionó encima de mí, besando mis labios, se apartó dejándome con esa sensación de querer más.

Bajó a mi cuello sus besos húmedos y sus manos acariciaban mi trasero, solté unos cuantos gemidos leves.

—No me equivoqué cuando dije que ronroneas como gatito —sus manos desabrocharon mi sostén, ya que se sujetaban de la parte delantera, quitó los tirantes y lo lanzó.

Paso su lengua a lo largo de mi pecho haciendo que me encorvara, rozó sus dientes contra la piel de ese mismo lugar. Besó mis abdomen y fue bajando, introdujo su manos en mis bragas y acarició mi entrada.

—Que fácil te humedeces, cariño. A penas estoy comenzando —paso su lengua en la parte interna de mis muslos hasta llegar a el borde de mis bragas. Yo sólo podía gemir e intentar moverme como loca ante sus caricias.

—Su voz y su presencia me hace humedecer ¿Para qué tanta tortura? —dije entré gemidos.

—Esto no es tortura, sólo me gusta jugar antes. ¿Quieres que te desencadene? —susurró.

—S...sí, Sr. O'Brien, pero sólo las manos. —Quería tomarlo en mis brazos y no dejarlo ir.

—Buena elección. —Quitó las cadenas de mis manos, en un movimiento rápido lo tomé del rostro y lo besé con ferocidad—. Esa no fue tan buena. No hagas cosas así o te volveré a esposar.

—¿Entonces que hago con mis manos? —Su cuerpo hacia ligera presión sobre mí mientras hacía un muy buen trabajo con mis senos y abdomen.

—Ponlas en un lugar donde sirvan para algo —dio un rose de sus dientes contra mis costillas, causando una extraña sensación; entre cosquillas y placer, me arqué contra él.

Se levantó y me miró, coloqué mis manos, una en su abdomen y la otra en su miembro haciendo ligera presión, él soltó un gruñido cerrando los ojos.

—Un lugar donde sirvan menos. —Su voz estaba muy ronca, comenzó a besar mi cuello, con aquellos movimientos que sólo él tenía.

—¿Sr. O'Brien? —dije con las manos enredadas en su suave y castaño cabello.

—Dime, amor —su voz tranquila me volvía loca. «¿Cómo tiene tanto control?».

—Desencadeneme —susurré.

—¿Por qué? —me habló directamente sobre los labios.

—¿Por favor...? —soltó una risotada.

—Me refiero a... ¿para qué quieres que te desencadene?

—Porque quiero follármelo y... —jalé mi pierna para que viera que tenía el movimiento limitado, con el chasquido del metal—, esto no me lo permite.

—Está bien. —Me quitó la corbata de los ojos y los entrecerré acostumbrándome a la luz.

Se puso de pie hasta el borde le cama sujetando las llaves dentro de el pantalón de vestir que llevaba. «¿Cómo mierda no le estorba? ¿Acaso no le comienza a incomodar?».

Quitó los candados, una vez que estuve libre lo sujeté del cuello y lo recosté conmigo en la cama enrollando mis piernas en su cadera, moviéndome para que nuestros sexos rozaran uno contra el otro mientras nuestros labios estaban juntos.

Fuck me, Mr. O'Brien (+18)Where stories live. Discover now